Archivo el 2020-02-29

Hablando con el «Pavo»

De cómo piensa y habla este popular cordobés

Sorprendemos al artista haciéndose la «toaleta». —¿Le parece que nos vayamos á mi despacho? —Dos «medios» para entenderse. —Otros dos «medios». —Otros dos y un sereno que surge. —Muchos más «medios», el «Pavo», el sereno, el reportero… y el escándalo. —El «Pavo» habla de todo, cuenta su accidentada vida y… va camino de la Higuerilla.

Una noticia con «traza». —Protesta del «Pavo».

Designados por Pedro Moro, el muy culto y admirado director de CÓRDOBA, para interviuvar a los cordobeses de postín, nuestro primer pensamiento es conversar con el Pavo, el más famoso do todos los betuneros si que también el más frigorífico de los ciudadanos.

Enseguida ponemos en ejecución nuestro pensamiento, yendo en busca del personaje.

Hallamos al Pavo haciéndose la toaleta en la fuente pública de San Nicolás de la Villa.

Allí, el hombre, mostrándonos una camiseta a listas horizontales como un cuaderno de tercera, daba mano a su tarea higiénica lavando un pañizuelo de yerbas capaz, por su volumen, de servir de muleta ar divino carvo, el más medroso do todos los toreros.

El Pavo, hombre avezado en todas las lides, nos salió al paso, haciendo él de periodista.

—Esperaba a ustedes, que conste — nos dijo el muy truhán — , subrayando mucho la última palabra.

—¿Y eso? -aventuramos.

—Tenía noticias del encargo que tienen ustedes y me constaba que vendrían a interurbanarme.

—Interviuvarme, señor Pavo.

—Bueno, es igual. No olviden ustedes que yo he sío torero y que entoavía tengo mis resabios lexicográficos; ¡que conste…¡ A demás, sabía que me buscarían, -porque he visto que al Guerra le han interurba… ¿qué? ¡Bueno, lo que sea! Y es lo que me dije, digo: ¿y por qué el Guerra ha de ser más que yo? ¡Ah! pero ahora que caguio: ¡estamos en mitá de la rue! Vámonos a mi despacho…¡Tengan la bondá! ¡No faltaba más! Y recogiendo señorialmente su arquilla, con prestancia de alto prócer, el Pavo nos indicó que le siguiésemos.

Tras él fuimos, resolutos, y cinco minutos después nos hallábamos en el establecimiento de Rafael Martínez, frente a dos clásicos medios del de a veinte, dispuestos al arreglo de los males sociales en un santiamén.

Escanciado el oro de los dos grandes vasos, Lesmes, el popular y feo Lesmes, sirviónos otros dos medios y, tras de aquéllos, otros dos, y así sucesivamente hasta que el Pavo y nosotros hubimos do convenir, juntamente con la opinión del sereno de la calle, que nos hacía amable y gratuita compaña, en que no había más medios disponibles para sobrellevar esta perra vida.

Alternando con el derrame interior de sangre montillana, el Pavo nos contó su vida, nos habló de sus milagros y diónos lustre a las botas. ¡Todo con gracia y gentileza sumas; con donosura sin igual; con frescura sin precedentes…!

El Pavo, por ironías del destino, nació el 69 y es contemporáneo del pae Cañuelo, su gran amigo y valedor, según asegura el ilustre lustrador.

Se llama nada menos que Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez y es, conforme afirma, pariente del marqués de Santa Tila y de Martínez el del Clarinete…

Su época de torero es accidentadísima. Alternando en espantás con el célebre California (EE. UU.), hizo proezas inauditas: desde dejar que le encerraran tres vacas en una tarde, hasta comerse un cherro con papas.

El Pavo nos cuenta que fué él el precursor de la suerte de Don Tancredo, pero en sentido horizontal…

—¿Cómo es eso?

—¡Muy sencillo! Que cuando vía de vení a la vaca, me tiraba ar suelo, me jasía el muerto y ¡como si ná! la res salía de naja como si hubiera golío el cadáver del señor Ferrero.

—Un día, el Guerra, que era quien organizaba las corrías -sigue diciendo el Pavo — quiso que pusiera un par de las cortas en silla. Pedí una silla, me la dieron; se arrancó la vaca, yo salí juyendo y la silla quedó jecha picón. ¡Otra silla! Me gorvió a entra mieo y otra vez se rompió la silla. Así seguí hasta que so hicieron porvo onse sillas. ¡Aquella no era la plaza de toros, sino la cosina de una casa aonde se hubián peloao er matrimonio, las cuñás y la suegra!

Al ver aquello, los peones se llevaron la vaca y er Guerra mandó que me ataran a una silla de las de los paseos. ¡Güeno, la paliza que me dió la vaca la estoy ensoñando todavía!

¡Y que se la voy a perdonar a Rafaé!

El Pavo habla entonces de que el Guerra se lo debe todo: posición, gloria y consideración social.

El fué quien le ayudó a ser torero y el que le protegió en todo instante. No dice que le enseñó a torear, por pura modestia, pero se advierte esta circunstancia a través de sus manifestaciones.

—Y el Guerra— añade el famoso betunero — me ha pagao muy mal. Desde un día que estando yo con la calentura del león tuve que pedirle dos reales pa quinina y me los negó, estoy distanciao de Rafaé… ¡Que conste!

Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez, ahora el Pavo, ha hecho muy patrióticas campañas. Ha estado en Ocaña, en Ceuta y… en San Miguel de los Reyes. Bueno, pero no por malas cosas. En Ceuta estuvo cuando el fijo de aquella ciudad y en Ocaña y San Miguel de los Reyes de veraneo y en calidad de turista.

Nos habla de otra campaña allá por el año de la riá, en que fué sustituto de un quinto de Carcabuey.

Tomó dos mil reales de este muchacho, quien también le pagó el viaje hasta Cádiz. En esta ciudad se quedó el Pavo y allí se gastaron las quinientas del de Carcabuey.

El 95 se marchó a Filipinas, donde él solo, valiéndose de una navaja de afeitar, sin cachas, tomó la posición de Maragü y y mató a seis chinos… ¡Una verdadera heroicidad!

—¡Y que no les valía a los mu ladrones —dice el Pavo— sus lamentos pa que no los apiolara…!

—¿Qué le decían?

— ¡Casi na! ¡Chin-guau-guau-chin-chin-guau…!

—¿Y qué es eso?

—Pos, mira, Pavillo de mi arma, no nos des mulé… ¡Y que yo les iba a jasé caso con aquel lenguaje, que paesía que estaban rascando en un vidrio …!

Queremos que don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez, hombre representativo y grande, figura brillante de la patria chica, nos dé su opinión acerca de los problemas pendientes allende y aquende los límites de la provincia.

Habla de la guerra europea.

Hace profesión de germanofobia.

Odia a los alemanes porque mientras él no prueba la carne, los tíos se tiran ca bisté que les arde el pelo…

En cuanto a la guerra submarina dice, textualmente, lo que sigue:

—Ni bloqueo ni ná; yo acababa con tos los surmarinos echándome a la mar con una traviesa en una mano y la suegra de una rosquilla en la otra. ¡Torpedos! ¡Bah! Si yo me echara al agua después de una tajá ¡adiós tripulaciones! Con el aliento que les echara era peor que los gases asfixiantes! ¡Que conste! ¡Y no es ná mi aliento, hecho a fuerza de sardinas salás y carta negra, vurgo Vardepeñas… !

¡Que no queaba un surmarino, que conste!

También el Pavo nos dice lo que haría con los siete millones del empréstito municipal.

—Compraría un globo y me iría una temporá de Córdoba pa no ver a los munisipales ¡Les tengo una jincha! ¡Se meten con to lo que es progresivo y culto! ¡Pos no me llevan a la Jiguerilla cuando tengo la calentura del león…!

¡Un día acabo con tos! ¡Miá que llevarme a mí preso, benemérito de la Patria por quinse veses!

En la compra del globo se me irían unos seis mil reales. Otra parte del empréstito la invertiría en socorrer a los pobres de vergüenza, con lo cual quiere decir que se me irían mis buenos siete reales, ¡porque mióste que semos pocos los que tenemos vergüenza! ¡Güeno, como que el que no tiene dinero, no tié derecho ni a sentarse de balde en el sine de don Sabino…!

Compraría una casa en el campo con una bodega muy grande ¡No, si me voy a quear de secano, aunque vaya a la Indochina!

Y el resto, hasta los siete millones, los daría a réditos a estilo de cordelillo. ¡Josú: es lo que más produce en Córdoba!

No tienen ustés más que ver que va pa siete años que tomé yo sinco duros pa ir a Graná en er botijo, y después de haber pagao ya serca de tres mil reales ¡toavía debo veintiséis duros! ¿Por qué no hasen ustés una campaña contra los tíos der cordelillo? ¡Malas puñalás les den! ¡Son peores de sentimientos que er capitán Sánchez!

Asentimos a las manifestaciones del Pavo.

El famoso betunero discurre acerca del flamenquismo. Dice que no es más que un negocio explotado por unos cuantos tíos, los más feos de la nación…

—Yo soy— agrega —más feo y más fenómeno que Bolmonte y, sin embargo, no sueno. ¡Y es que no hay quien me ayúe como yo ayué ar Guerra! ¡Que conste!

El Pavo fué actor en tiempos pretéritos, cuando se dedicaba a la aviación.

—Yo he hecho —dice— papeles importantes.

—¿En qué obra?

—En Don Juan Tenorio.

—¿Acaso hacía de Don Juan?

—;Más toavía!

—¿De Doña Inés?

—;Más toavía!

—No sospechamos do qué, insigne Pavo.

—Pues yo hacía, con otros chinorris de mi edad, el papel de maldito, frente a la puerta de la Hostería del Laurel.

—;Adiós, Borras!

—¡Pues no crean ustedes; gritaba lo mío! ¡Que conste!

El Pavo nos habla de sus amistades más caras. Sus amigos más queridos son los Rectores de las parroquias, sobre todo aquellos cuyas iglesias tienen las gradillas más anchas…

—Y es que escojo las más anchas — dice — porque como casi siempre duermo en ellas cuando tengo la calentura del león, temo roar y escalabrarme.

Interviene el sereno, que ya ha perdido su cualidad de tal, para afear a don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez que se halle ya con la calentura del león.

El Pavo le interrumpe viva y enérgicamente.

—¡Miá el curdela éste, que so mueve más que un flan recién hecho! ¡ Anda, hijo, si tiés encima una cogorza que ni las que yo agarro por Semana Santa…! ¡Que conste!

Protesta el sereno y contraprotesta el betunero. Ambos van a acometerse como el vizcaíno y don Quijote en los campos de Montiel; pero hallábanse en tal estado de calentura leonera que ruedan por el suelo con absurda promiscuación de arquilla betuneril, gorra de plato, sable, cepillos, barril de dandy, gamuza y caja de crema.

El escándalo es de los que dan celebridad a una época. Al fin el sereno logra imponerse un poco y consigue llevarse a don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez.

Y allá van los dos calle adentro, en dulce balanceo como las velas de un barquichuelo empujadas por el viento, camino de la célebre Higuerilla, lugar de santidad, donde el famoso Pavo ha dormitado sus más tremendas túrdigas.


Al día siguiente de nuestra entrevista con el Pavo, el hombre viene a nosotros para protestar contra una gacetilla publicada por nuestro querido colega El Defensor, en la forma siguiente: «Anoche fué conducido a la Higuerilla, por embriaguez y escándalo en la calle Morería, el famoso betunero Fernando Pérez de Guzmán (a) el Pavo«.

Protesta éste de que se le haya suprimido el adjetivo de Bueno en su primer apellido y el Martínez del segundo.

Le hacemos ver lo infundado de su protesta, por cuanto el simpático Defensor ha publicado una noticia con traza, como acostumbraba a escribir Cervantes, según afirma el nuevo cervantista Atanasio Rivero.

La noticia de El Defensor no da cuenta de la detención del Pavo, sino de un sermón que ha de pronunciar en breve un predicador famoso. La traza de dicha noticia, fielmente interpretada, como puede ver el que tenga paciencia para acomodar a dicha traza las letras que le convengan, dice así:

E ponemos en conosimiento de los fieles e feligreses q en vreue predgará en la ilesia del Soqorro el famoso qapuchino fraimigel Henrriqez gomes.

Tal es la traza de la noticia de El Defensor y por la que se considera ofendido el famosísimo cordobés don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez (a) el Pavo.

Entendemos que a nuestro ilustre convecino se le pasará el enojo al ver la traza que nos hemos dado para descubrir la traza de la molesta noticia.

Y hasta otra.

Españita



Eugenio García Nielfa

Periodista español a quien se puede considerar como el escritor que con más continuidad hizo uso del término «hispanidad» entre 1914 y 1925.

Este término del español clásico había caído en desuso y se tiene a Unamuno por su recuperador en un artículo publicado en 1910 en Buenos Aires.

Eugenio García Nielfa lo fue perfilando y madurando en solitario desde Córdoba, hasta que en 1926 se inició la expansión imparable de su uso en ambos hemisferios.

Nació en las islas Filipinas en 1883, hijo del capitán Blas García Hernández, uno de los últimos de Filipinas.

Poco antes de producirse la emancipación de aquellas islas, al final de la transformación del antiguo Imperio español, Eugenio García Nielfa se trasladó a vivir a la península.

En Madrid compartió pensión con Luis Linares Becerra (1887-1931) y Medardo Lafuente Rubio (-1939), periodistas entonces ambos que luego serían profesores de enseñanza media (el segundo radicado en Cuba desde muy pronto).

En diciembre de 1907 contrajo matrimonio con Margarita del Pino Tamelini.

En abril de 1908 trabajaba como periodista para la Agencia Almodóvar, y al año siguiente es redactor, en Málaga, de El Cronista.

Allí nace en marzo de 1909 su primer hijo. Se trasladan a Córdoba, donde a finales de abril de 1910 se incorpora como redactor jefe al principal periódico de esa provincia, Diario de Córdoba (fundado en 1849 y dirigido entonces por Manuel García Lovera), al que se mantendrá vinculado hasta 1928.

Ese mismo año de 1910, en el mes de octubre, fallece su esposa tras una larga enfermedad, quedando viudo con un hijo que aún no tiene dos años.



Eduardo Baro Castillo


Oriundo de Málaga, sin embargo, desarrolló la mayor parte de su carrera en Córdoba.

Fue director del Diario Liberal,​ periódico que dirigió durante muchos años.

También colaboraría el Diario de Córdoba y La Voz, así como con la revista Córdoba Gráfica.

Entre 1920 y 1936 presidió la Asociación de la Prensa de Córdoba, desarrollando una intensa labor; tras el estallido de la Guerra civil debió dejar sus actividades.

Posteriormente sería redactor-jefe del diario falangista Azul.

Llegó a ser miembro de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba.

Además de su labor periodística, también destacó en su faceta como poeta.

Fue autor de obras como Canciones íntimas y Aquelarre.

Falleció en Córdoba, el 2 de marzo de 1944.



La Derrota

¡Si supieras el encanto
que atesora tu figura,
si supieras que ese llanto
enaltece tu hermosura…!

Tu vida cruza en secreto
arrullada por la pena
y de un silencio discreto
toda tu vida está llena.

Tu corazón ha cesado
de amar y él ha desterrado
de tus labios la alegría.

Bajo el dolor del olvido
en tu pecho han florecido
rosas de melancolía…

Tus manos son un poema
de esperanza y sentimiento,
tus manos son el emblema
del más cruel remordimiento.

Diez estrofas van labrando
la canción bella y florida,
estrofas que van rimando
los dolores de tu vida.

En el crepúsculo tienes
altiveces y desdenes
siendo vanos tus alardes
pues al final has sabido
que en amor nunca han valido
resignaciones cobardes.

Siempre triste y dolorida
tu juventud amargada
es como una gran herida
ue no está cicatrizada.

Hay en tí el más doloroso
padecer, por haber sido
verdugo de tu amoroso
pasado desvanecido.

Sin redención ni consuelo
en vano lucha la anhelo
como una bandera rota,
en cuya tela rasgada
se refugia avergonzada
de tu vida, la derrota.

Eduardo Baro



El Conde de Torres Cabrera

Hemos tenido el gusto de hablar con el conde de Torres Cabrera, y lo hemos encontrado como siempre.

Ni el peso de los años, con su larga cadena de quebrantos, ni los amargos sinsabores de una larga existencia consagrada al mejoramiento de la Patria, han logrado abatir su espíritu poderoso, sostenido por una savia lozana y fuerte.

Como un roble que creciera en medio de un campo —así ha florecido su inteligencia en Córdoba— el tiempo lo ha fortalecido, lo ha asegurado en su anhelo generoso de alcanzar una patria mejor, una España renovada.

Precisamente en estos días ha brotado de su gallarda y caballerosa pluma este hermoso documento: Señor don Carlos Carbonell. Mi querido amigo: he llegado a Córdoba y me ha entregado mi hija el precioso álbum conmemorativo de las bodas de oro de la Casa de Carbonell y Compañía y cuyo ejemplar han tenido ustedes la atención de dedicarme.

Su primera hoja, en la que escuetamente, sin comentarios y en seis renglones, se consigna la estrecha unión de la familia de Carbonell y de sus socios, es un cuadro que patentiza un ejemplo hermosísimo y que arranca plácemes y lágrimas en estos días en que el sopor seca el corazón de los hijos; la hoja segunda es una alegoría sublime: el amor y el trabajo bajo las alas de un ángel es una concepción bellísima y luego el retrato del fundador de la Casa, don Antonio Carbonell, a quien recuerdo como si lo estuviese viendo vivo en aquellos años en que lo traté, cuando él trazaba sus proyectos industriales y yo mis proyectos agronómicos; es justo homenaje de amor y de respeto.

Agrupar en un álbum los retratos y las fechas de los respectivos servicios de cuantos mental y mecánicamente sirvieron a la Casa, uniéndolos a las vistas de las grandiosas instalaciones; incluir hasta la estadística de la correspondencia telegráfica y telefónica, y todo ello sin oropeles literarios, sin vuelos de fantasía, constituye una expresión gráfica, en la que sencillamente se dice ved y juzgad, y se ve y se juzga que la Casa de Carbonell y Compañía y usted, su gerente, honran a Córdoba.

¡Ah! Si en vez de pasar aquí su vida muchos hombres de mérito acurrucados en la faltriquera de algún ministro o ministrable para asegurar su pitanza, la buscasen todos como ustedes, desenvolviendo nuestros elementos naturales de riqueza, pronto España volvería a ser lo que fué en mejores tiempos, apreciada en el mundo por nuestra industria, por nuestra producción, por nuestras armas, por nuestras letras y no por el baile macabro de los políticos de oficio.

¡Hurra, Carbonell, hurra! Los alientos de medio siglo pueden repercutir por lo menos en otro medio y quiera Dios que el siglo XX legue a los futuros, próspera, la Casa de Carbonell y Compañía, honrando a Córdoba.

Suyo, Torres Cabrera.

El insigne patricio, que se adelantó a su tiempo, fundando las colonias agrícolas de Alcolea, Torres Cabrera y los Llanos del Conde y acometiendo otras empresas admirables, sigue condenando, desde la altura de sus prestigios, a quienes estorban el desenvolvimiento de los elementos naturales de riqueza, y alentando con su felicitación cordial a quienes vivieron consagrados al trabajo.

Honramos este número do CÓRDODA publicando en lugar preferente el retrato del admirado patricio y esperamos confiadamente en que algún día no lejano, la ciudad, representada por todos los elementos que la constituyen, rinda al ilustre Conde de Torres Cabrera el homenaje que merece por la abnegación altísima con que la ha amado y servido, ofrendándole en todo momento su inteligencia, su hacienda, su actividad incansable: la vida entera.

Córdoba la Buena sabrá cumplir la deuda de gratitud que tiene contraída con su ilustre hijo el Conde de Torres Cabrera, el fundador de pueblos y alentador constante de todo mejoramiento agrícola.

Redacción



Dionisio Pastor Valsero

(Escultor)

Con Dionisio Pastor Valsero ocurre otro tanto a lo que ocurría con el escultor Ángel Díaz, y es que pese a no haber nacido en Valladolid, aquí desarrollaron gran parte de su vida y su obra.

Hay una diferencia: Ángel Díaz vino a Valladolid ya formado y con un puesto ya garantizado, mientras que Dionisio Pastor Valsero se formó en la propia ciudad, a la que llegaría muy joven, y a la que volvería años después como maestro.


Nacido en Zaragoza en 1869, no se sabe cuáles fueron los motivos que obligaron a su familia a establecerse en Valladolid ni en qué momento se produjo el cambio de residencia, pero lo cierto es que en 1883, a los catorce años, el joven Dionisio estaba matriculado en la Escuela de Bellas Artes dirigida por la Academia de la Purísima.


Debía de poseer grandes cualidades para la escultura cuando aquel mismo año obtuvo en el concurso anual el premio de la clase de dibujo de adorno por una Cabeza, en barro cocido, copiada de una acuarela de Pradilla.

En 1884 volvió nuevamente a ganar en el certamen, en esta ocasión por un bajo relieve, en barro cocido, cuyo tema había sido copiado de la revista La Ilustración y que tenía por título Vendedora de periódicos.



El Arte

Aunque son grandes mis aficiones a todo lo bello, nunca intenté dar expresión a mis ideas con la pluma, porque mi tiempo le empleo, con verdadero afán, si no en dar vida, en manosear al menos un pedazo de tierra, un duro trozo de mármol.

Hoy, sin embargo, trocando estoy el cincel por la pluma, pero lo hago en obsequio del arte, por la pasión que hacia el arte siento, y obligado, además, por la cariñosa invitación que se me ha hecho.

Si el arte tiene un rango tan elevado en el espíritu de los hombres y en la opinión de los pueblos, es porque su misión es grande.

Para hacerse una idea de la importancia de aquél, imagínese lo que serían las grandes naciones si se suprimieran de su historia los monumentos que levantaron a sus sabios, a sus héroes, a sus creencias, los hombres que nos legaron después tina muestra aquí y allá de su poderoso genio.

El arte es útil a la sociedad porque dulcifica las costumbres y la rudeza del hombre.

Vivir por el arte y con el arte es sentir la vida, es elevarse a otra mejor desde la tierra, es el alma de los grandes pueblos.

¡Dichosos los que llegan hasta él!

D. Pastor Valsero



El cinematógrafo y los niños

Películas que matan

Para el alcalde don Salvador Muñoz Pérez, atento siempre al importante asunto de formar una infancia robusta y dotada de la más sana moral, no habían de pasar inadvertidos los peligros que las películas pasionales producen en el alma de los niños.

Con gran contento de los padres de familia, educadores y personas sensatas, vemos en las palabras que dijera en sesión municipal, refiriéndose a los cinematógrafos, los preliminares de una meritoria obra que necesariamente terminará, dado su carácter activo y emprendedor.

Ya se tiene la esperanza de que desaparezcan de nuestros espectáculos públicos las películas cuya influencia en los sentimientos de los pequeños es generalmente conocida.

El primer instinto que aparece en los niños es el de la imitación.

Impulsado a ejecutar cuanto su vista alcanza, sea bueno o malo, seguirá desgraciadamente por escabrosos derroteros y caerá al fin en los abismos por la resbaladiza pendiente de los vicios si los modelos son perniciosos, si la propensión de imitar se convierte en deseos irreflexivos, locos, que sugestionan y adormecen el instinto de sociabilidad con todos los humanos sentimientos.

A presencia de la población penal en las cárceles y presidios, coloquemos en balanza la tolerancia en los cines y el abandono de los niños en las prisiones.

A primera vista, se ve que las dos pesan sobre la conciencia de la humanidad de un modo enorme: aprender a matar y a robar en los cines y a perfeccionarse después entre los criminales empedernidos de larga historia.

¡Pobres niños y pobres pueblos!

Analicemos los gérmenes que aumentan de una manera alarmante la llaga social. Recordemos las frecuentes apariciones de cuadrillas de niños, fieles imitadores de aquellos protagonistas que vieron en el lienzo blanco, y recriminaremos enérgicamente esa fatídica tolerancia, gusano roedor de la inocencia, que corroe el corazón del hombre en sus primeros pasos y que, sólo por ella,se comete a sabiendas, públicamente y con ensañamiento el horrendo crimen, que llenará de luto a las naciones, aunque, afortunadamente, algunas poblaciones, dándose cuenta exacta del peligro, empiezan a tomar serias determinaciones.

Contemplemos el cuadro, digno de estudio: Trágicas escenas seguidas paso a paso por una multitud de niños, con los ojos fuera de las órbitas; abierta la boca, las manecitas temblorosas y el espíritu todo allá, en el fondo de lo que tienen delante.

Veamos cómo aquellos inocentes pececillos, que van tragando el anzuelo, se familiarizan más tarde con aquel apache que mata y roba, burlando a la justicia; se retiran al fin entusiasmados, con el corazoncito hecho una bomba, que estallará en su día, pensando en lo que sucederá la noche siguiente; hacen sus comentarios, repasan los argumentos, los estudian, y así se desarrollan aquellos pobres cerebros de manera brutal a impulso de las fuertes impresiones que recogieron cuando en la oscuridad y el más profundo silencio se les mostraban las lecciones de la mala escuela.

Sabido es que el método intuitivo es el más poderoso de todos para que en la inteligencia del niño se graben las ideas; el de más rápidos efectos; el que deja una huella difícil de borrar, pues que vivamente impresiona el alma de las tiernas criaturas.

Casos tenemos a la vista y muy recientes, como el de «La mano que aprieta», cuadrilla de niños de nueve a diez años; muchachos que se matan a tiros de revólver; suicidios y casos extraños de locuras en niños de corta edad y de reconocidas aficiones a esta clase de películas.

Todos los afanes, los cuidados todos, han de ir dirigidos a proteger a la infancia, ya lo sabemos, luchando en contra de las infames explotaciones de las empresas que se enriquecen sin importarles nada que la humanidad se pervierta.

¡Nada tenemos con esos adelantos de la pedagogía, con esas cantinas escolares y escuelas al aire libre que robustezcan a los niños, si, olvidando la educación moral, los colocamos luego ante un lienzo que sugestiva y cautiva la atención; y por este lienzo, lleno de luz, de vida, pero engañoso como todo lo malo, hácennos pasar, con los «Vampiros», «Fantomas», etc., una serie interminable de crímenes estudiados.

Resultará que aquel lienzo sea en aquel momento el oprobio, el baldón de un pueblo culto, el paso atrás de un país civilizado.

De acuerdo todos en que los males que acarrea son grandes, unámonos al alcalde señor Muñoz Pérez, y en particular los encargados de la educación de los niños, quienes en su amor a la infancia, están prontos a pedir al Gobierno la prohibición de las películas pasionales y con tan mal acierto escogidas.

¡Hermoso ejemplo sería el que Córdoba ofreciera con esta prueba de amor al niño, de celo y de cultura!

Jesús Rodríguez Redondo



La carne de toro lidiado está envenenada

La carne de toro sacrificado en el ruedo, tras las varias suertes que comprende la lidia, es considerada, aun por el vulgo indocto, como carne inferior, y esta prenoción vulgar hállase sancionada por los administradores del pueblo, desde el momento que exigen su venta en lo que en términos carniceros se nombra «tabla baja»; y, sin que nosotros pretendamos ahora discutir si en efecto se da cumplimiento a este precepto administrativo, pues que para ello no estamos bien documentados, hemos de afirmar no sólo la realidad de aquella creencia, sino que tal carne es peligrosa, nociva para el consumidor y por consiguiente que su expendición pública y su consumo deben estar prohibidos.

Habiendo de sujetarnos a los límites que nos impone la índole de nuestra revista, procuraremos, muy brevemente, justificar aquella afirmación.

La carne es el músculo. ¿En qué condiciones se encuentran los del toro sacrificado durante la lidia?

Veamos.

La función esencial del músculo es la contractibilidad, y ésta, químicamente, se realiza a expensas del consumo de oxígeno e hidratos de carbono (azúcar, etc.), esencialmente y produce como elementos de desgaste anhídrido carbónico, ácido sarcoláctico y fosfato ácido de sódio, más creatinina, ácido úrico y úrea, resultantes del desgaste de lo que pudiéramos nombrar armazón muscular, las substancias albuminóideas.

Estos productos excrementicios, como nocivos al organismo han de pasar a la sangre para salir al exterior, por los riñones con la orina y por los pulmones con el aire expirado, y así ocurre cuando el trabajo muscular. es moderado Y por consiguiente su producción exigua; pero cuando así no sucede, cuando el trabajo muscular es exagerado, su producción es enorme, y siendo insuficientes las vías naturales de eliminación, se van almacenando en la sangre y en los mismos músculos; estos no se nutren bien y se cansan.

Si entonces se deja el músculo en reposo, la eliminación de sus venenos se realiza, aunque lentamente, y todo vuelve al estado normal; pero si las contracciones continúan, si se fuerza la función, el músculo se nutre difícilmente, los productos del desgaste siguen aumentando y acumulándose y los músculos se fatigan, dan la sensación de pesadez y dolor, aparecen las agujetas; la fibra muscular hallase en peligro de desintegración, en peligro de muerte; la fatiga es un principio de muerte del músculo, dice G. Ocaña. Si falta el reposo necesario, si el trabajo muscular forzado continúa, el músculo muere por asfixia, por intoxicación y más tarde el individuo.

Que esto es cierto lo demuestra el hecho experimental de que inyectando sangre de un animal fuertemente fatigado a otro normal, éste ofrece síntomas de intoxicación, de envenenamiento de la sangre.

Ahora bien, el toro de lidia está sometido durante treinta o cuarenta minutos, a un ejercicio muscular excesivo de salto, carrera y acometida, exagerado por las rápidas contracciones, para él inacostumbradas, al volverse sobre sí mismo, obligado por las distintas suertes del toreo y que buscadas son para provocarle a mayor cansancio; su cuerpo sufre violentos traumatismos con las puyas; borracho, ciego sufre atroces choques contra la barrera; y al fin, jadeante, arruinado, desmadejado, casi sin poder mantenerse en su posición cuadrúpeda, recibe la muerte mediante la penetración en su organismo de medio o un metro de estoque.

La sangre envenenada queda en los vasos y bañando todos sus elementos anatómicos; la fibra muscular hállase rodeada de una atmósfera tóxica y asfítica. Preséntase pronto la rigidez cadavérica; la miosina o susbtancia albuminóidea del músculo se coagula y se produce aún mayor cantidad de ácidos carbónico y sarcoláctico. (J. Beclard.)

Y esta carne, cargada de ácido carbónico y láctico, creatinina, úrea, ácido úrico, etc., se expende al público. ¡aunque sea en tabla baja! No, no debe ser esto, por la posibilidad de que produzca intoxicaciones, como intoxicaciones produce la liebre cazada «a la carrera».

Y no lo afirmamos sólo nosotros, pues que autoridades en materia de higiene lo dicen: Una carne fatigada es asiento de una rápida putrefacción (Raillet); las carnes pueden producir síntomas de envenamiento por contener leucomainas o toxinas: carnes fatigadas, y ptomainas, desarrolladas después de la muerte, pudiendo coexistir ambas causas de intoxicación (Langlois); las carnes pueden producir accidentes tóxicos si proceden de animales enfermos o de animales fatigados en exceso (Labbé); todas las carnes que tengan un principio de descomposición deben ser desechadas, por los microbios y toxinas que contienen, así como la carne de los animales muertos después de estar muy fatigados (toros lidiados, liebre, etc.) pues ambos pueden dar origen a intoxicaciones (Cendrero); ¿y para qué más?

La carne de toro lidiado es peligrosa y su expendición debe ser prohibida.

Ya el hecho de venderla en «tabla baja», indica su inferioridad, engendrada no en el altruismo sino en la repulsión de las clases altas y medias a consumir lo que puede serles nocivo; miremos hacia abajo y evitemos que la miseria haga uso de ella: «¡para comer carne!»; ya que no la comen de ordinario no se la facilitemos en condiciones antihigiénicas.

A quien corresponda rogamos estudie este problema: los toros lidia-dos deben ser sometidos a la cremación.

Redacción