De todo lo que nos pasa la guerra tiene la culpa

De todo lo que nos pasa la guerra tiene la culpa

A neutrales y beligerantes, el pavoroso conflicto europeo nos trae de cabeza, como solemos decir los clásicos.

A unos, los segundos, por las horribles consecuencias de la trágica matanza, segadora contumaz de millones de vidas; a otros, a los neutrales, por las derivaciones económicas de la hecatombe.

Nada existe hoy sobre la haz de la tierra que no guarde íntima relación con el espantoso conflicto.

Yo creo que hasta el canto de los grillos está íntimamente ligado a la guerra europea.

Se me preguntará qué relación, puede haber entre dicho canto y la conflagración mundial.

¿Y entre los tomates, por ejemplo, y el mismo espeluznante conflicto? Pues la hay, lector amigo.

Acercaos, para comprobarlo, a cualquier puesto de verduras y os convenceréis de ello.

—Deme un kilo de tomates.

—¿Sabe cuánto vale?

—¡Qué sé yo; pero costará lo de siempre!

— ¡Ah, no, señor! Ahora vale un real más que antes.

¿Y eso?

—¡Por la guerra ..!

¡Por la guerra! ¡Como si los insípidos y humildísimos tomates tuviesen algo que ver con la batalla de Verdún o el asalto francés a la cota 287 alemana!

Y no traten ustedes de que les expliquen el por qué de haber aumentado en un doscientos por ciento el precio de todos los artículos de primera necesidad: el pan, los garbanzos, el arroz, las judías, el pescado, todo…

La explicación será siempre la. misma: ¡la guerra!

Todavía transijo con la elevación de precios en algunos artículos citados, ya que la codicia y el patriotismo de algunos puntos hicieron que la exportación rebasara los límites de lo decente; pero con el sobreprecio en los tomates… ¡con esa no transijo!

Ni con eso, ni con que los melones valgan actualmente doble que costaron siempre. ¡Como si la producción de esa fruta no aumentase en España de año en año! ¡Con los melones que sobran en nuestra país…!

Pero por todo lo dicho se puede pasar, menos por que les simpáticos
fígaros cordobeses hayan aumentado el precio de sus servicios en un ciento por ciento.

Yo creo que para ello ha influido, también, la guerra europea…

—Maestro: vengo a cortarme el pelo.

—¿Ha leido el cartelito?

—¿Cuál?

—Ese que ve usted ahí.

— ¡Demonio! ¿Dos reales por pelarme?

Nos explican que la medida adoptada sólo tiene aplicación los domingos y días festivos y nos hacen otras consideraciones que no aciertan a convencernos.

Por lo que hace a mí, yo creo que la subida de precios en los pelados obedece a la guerra europea. Como obedece el sobreprecio en los tomates, en los melones y en las verdolagas…

¿Qué otra explicación puede darse, que sea satisfactoria, al parro-quiano?

Los barberos, horrorizados ante el apocalíptico espectáculo dela gran matanza, han tenido la humanitaria idea de subir el precio de los servicios a fin de engrosar con sus óbolos los ahorros de la Cruz Roja.

¡Porque es indudable que ese realito que nuestros fígaros cobran de más por cabeza pelada, va a manos de la humanitaria institución, ya sea para socorro de heridos o alivio de caminantes!

Es decir, que ahora y merced a la innovación, nos toman dos veces el pelo: cuando nos decapilan y cuando nos cobran …

Verdad es que sólo lo hacen los domingos y días festivos; pero ya es bastante en un país donde cuando no es domingo lo hacemos y cuando no hay fiesta alguna que guardar, la inventamos…

A la genialidad de los simpáticos barberos cordobeses debemos oponer otra genialidad los parroquianos.

Dicen aquéllos que la medida tomada es para evitar la aglomeración de público en días feriados. Está bien. Vamos nosotros a no concurrir a las barberías sino en días ordinarios y además… a no dar propina.

¡Es también una ideíca que podemos poner en práctica inmediata escudándonos en la guerra europea, que torna a los dadivosos en avaros y a los exquisitos en insensibles…!

Españita



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