(Pendiente de información)
Lo que opinan los obreros
«Sus puntos de vista. —Identificación con las tendencias de la Revista. — Restauración de los monumentos. —Peticiones de las sociedades obreras al Estado y al Municipio. -Plausibles gestiones últimamente realizadas por el gobernador señor la Serna acerca de las obras de la Mezquita».
Ruego a nuestros ilustrados compañeros los obreros intelectuales que graban sus videntes y claros pensamientos en las columnas de CÓRDOBA, que nos dejen un hueco en su brillante libro semanal para que algún proletario, de profesión manual como yo, hilvane unas cuartillas, apuntando hacia algunas cuestiones locales, desde el punto de vista que las apreciamos.
Existe un gran número de obreros que no devoramos periódicos, revistas y libros caros, por la carencia de medios pecuniarios, pero leemos lo que llega a nuestro alcance y admiramos con fervorosa simpatía la fecunda labor de notables artistas y literatos, que inician una corriente educadora, fustigando muchos vicios sociales, como el analfabetismo, la chulapería y el flamenquismo, ya se manifiesten en señoritos quo desprecian libros y siembran coletas, o en gañanes que abandonan la tierra y sus fecundas siembras para ser payasos coletudos.
Basta de exordio y vaya un saludo y bienvenida a CÓRDOBA, interpretando el sentir de mis compañeros libres del contagio de la taurofilia, de claro entedimiento para concebir, de corazón sensible y sano espíritu.
En acción paralela a la Prensa, comisiones oficiales y varios organismos, las sociedades obreras del ramo de construcción han venido reclamando las mínimas concesiones interesadas al poder central: Estaciones ferroviarias, Escuela do Veterinaria, Casa de Correos, edificio de la Hacienda, la no interrupción de las obras de la Mezquita y otros trabajos públicos, haciendo constar en nuestras exposiciones que exigían su inmediata realización la mejora de la enseñanza, el resurgimiento local y, particularizando, la crisis de trabajo que ha tiempo gravitaba sobre los diversos ramos de construcciones.
Hemos obtenido acuses de recibo, frases muy halagüeñas, informos de los Ministerios y cartas, diciendo-que se interesaban en el asunto, de los señores Barroso, Sánchez Guerra, Lerroux, Giner de los Ríos, Bergamín y Burell, pero sólo a las obras de la Estación se ha dado comienzo.
Por último, como amargo epilogo, a los pocos días de ir a Madrid nuestro alcalde señor Muñoz Pérez presidiendo una comisión, a la cual acompañó el arquitecto director de las obras de la Mezquita, señor Velázquez, solicitando que se aumentara la consignación, se dió orden de paralización a todos los obreros.
Visitamos al gobernador civil señor la Serna, quien, afable y correcto con nosotros, ofreció su valiosa influencia para que el ofrecimiento concreto que nos había dirigido el señor Burell tuviera feliz confirmación.
En efecto: la orden fué rectificada. Nosotros seguirnos trabajando: los obreros en piedra, casi todos; los albañiles, tres días a la semana; los carpinteros, siguen parados, y los tallistas trabajan en poco número.
Ahora hace falta que el pensamiento del Gobierno se realice, que el propósito generoso de nuestro gobernador señor la Serna no so vea frustrado por circunstancias que, allá, arriba deben ser orilladas, para que el extenso camino burocrático no aplaste las esperanzas de los defensores de Córdoba artística y trabajadora, para que los directores de altas esferas rememoren y no se desvíen en el camino de otorgar, no mercedes, sino la justicia y ayuda que la ciudad reclama por sus legítimos representantes. Comencé las cuartillas y tímido hago punto.
Ahí van, pues, distinguidos compañeros, estas notas agridulces: benévolos, si son extensas, redúzcanlas, y si se hallan faltas de construcción, sean corregidas por vuestras manos más expertas.
NOTA: —Respecto a las obras de la Mezquita, el gobernador civil señor la Serna recibió el día 31 un telegrama del ministro de Instrucción Pública, notificándole la buena nueva de haber firmado un libramiento de 24.000 pesetas para estos trabajos. Los obreros, unánimemente, felicitamos al señor la Serna por su noble actitud en este asunto. — R. C.
Manuel Merino Castejón
Suele presentar su marca con la inicial de su nombre y su primer apellido.
Autor de «Estudio del florecimiento del gremio de la platería en Córdoba y de las obras más importantes». Publicadas en el Boletín de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, Nº 26 (1930)
La calle de la Feria
El vandalismo artístico del siglo XVI
De tantas calles como en Córdoba hay, llenas de alegría, belleza y de ese aroma de los siglos que se llama tradición y leyenda, ninguna habla tánto a la historia de la ciudad como la antiquísima de los Francos, después de la Feria y hoy de San Fernando.
El origen del segundo nombre es tan interesante y poco conocido, que vamos a referir.
A raíz de la reconquista de Córdoba, en el siglo XIII, y quizá antes, en tiempos de moros, en esta calle y al abrigo de la muralla, pusieron sus tiendas unos mercaderes, llamados los francos por su nacionalidad, los cuales le dieron nombre, pero, en breves años, la prosperidad que alcanzaron estos fenicios medievales, como han sido llamados, atrajo nuevos comercios a este sitio, llegando a reunirse tan variados y ricos productos que, como una feria permanente, se calificó aquella exposición de las más bellas mercaderías; calle de la Feria empezaron a llamarla y calle de la Feria ha sido hasta muy recientes días.
Vamos a dar a conocer cómo fué su arquitectura hasta mediados del siglo XVI, época en que, por desgracia, se habla y aplica por primera vez la razón de ornato público como justificativa para demoler las más bellas y típicas construcciones del arte árabe y mudéjar, ofreciendo el singular contraste de que, en los mismos días, el Cabildo o Ayuntamiento escribía una bella página en su historia, trayendo al famoso arquitecto granadino Diego de Siloe para que, con Hernán Ruiz, el cordobés no menos insigne, dirigiese ciertas obras, y pidiendo a las Cortes del Reino que enviasen a Fernando Bustamante de Herrera, «con más sueldo que dé otra ciudad alguna», para que construyese canales que regasen las sedientas heredades e hiciese posible esa aspiración suprema que debe ser troquel de nuestras almas: la navegación del Guadalquivir entre Córdoba y Sevilla.
En el año 1555 empieza una era infausta de varios siglos, durante los cuales el vandalismo artístico se muestra cada vez más pujante en los administradores de la ciudad, y así dejan demoler y saquear los edificios que aún quedaban de Medina Azahara, empiezan a destruirse los adarves, caen las torres y se derriban los ajimeces, pareciendo que se querían secar todas las fuentes de las más bellas leyendas, borrar los sitios de sanas y viriles tradiciones, todo lo que pudiese hablar del pasado y hacernos sentir orgullo por por nuestra gran historia.
La calle de la Feria, por su situación entre la muralla que corría de Norte a Sur de la ciudad, y las tapias del entonces convento de San Francisco, hacía que las edificaciones do toda la acera derecha y las de la parte comprendida entre las calles de Maese Luís y San Francisco, en la izquierda, tuviesen muy pequeña latitud, destinándolas al comercio y vendiéndose en sus aceras, sobre esterillas, todavía a usanza morisca,. los brazaletes y arracadas de filigrana, los borceguíes y chapines bordados; las badanas y cordobanes, con sus vivos dibujos dados a fuego; las monturas y piezas de jaez, siempre influidas por el gusto árabe; las espadas, las dagas y toda la gama de colores en las sedas que se labraban en la hermosa Alcaicería; pero su principal valor provenía de su arrendamiento para que desde ellas fuesen presenciadas las grandes ceremonias y los regocijos populares, tanta grandeza y alegría como allí se ha prodigado.
Estas construcciones, de haberse conservado, constituirían hoy una calle tan típica y bella como dificilmente la habría en parte alguna, por hallarse formada de pilares que le daban aspecto do lonja, los que sostenían uno o dos pisos de fachada calada con varios ajimeces, esos bellísimos ojos de las calles, y desde los cuales se seguían aquellas carreras a pie «desde el pilar de San Francisco a la Corredera», que valían al vendedor una caperuza bordada, una pieza de sarga o una vara de brocado; se veía quebrar lanzas y cañas, correr sortijas, pasar las severas procesiones sobre tapiz de mastranzos, juncias y rosas: las trompetas y atambores de la ciudad; el noble Ayuntamiento, al compás de dulces flautas y chirimías; desfilar los caballeros sobre aquellos famosos potros cordobeses alanes y azabachados, adornados con paramentos de carmesí, vestidos ellos de vellón brocado y púrpura, al cinto la espada con rico tahalí bordado de oro y toda esta alegría y esplendor teniendo por fondo la ubérrima campiña, el joyero de la ciudad, ya viva esmeralda, claro topacio o encendido rubí, bajo el cielo andaluz y la mirada de esa línea de Grecia, dada vida al calor de sangre mora, quo se llama mujer cordobesa.
En 1555, el Cabildo, haciendo uso de una pragmática dada por Doña Juana y Don Carlos en Madrid, a 28 de Junio de 1530, sobre edificios peligrosos, mandó «que se derriben todos los ajimeces que haya en toda esta ciudad de Córdoba y los que se han reedificado después de la data de la provisión de su Magestad».
En vano fué que los particulares y aun algunos caballeros veinticuatros, se opusieron, alegando «que no parece mandar su Magestad derribar los edificios que están sobre pilares, y las casas de la calle de la Feria son muy estrechas y no tienen servicio derrocándose los ajimeces»; el mandato se hizo cumplir «por ornato de la ciudad», y todos los ajimeces de la Carrera del Puente, el Potro, las calles de la Feria, el Salvador, la Espartería y los muchos diseminados en otros sitios, quedaron reducidos a escombros, dando idea de su número el haber estado ocupados durante seis días, en esta obra de destrucción artística, todos los albañiles que se hallaron en la ciudad.
De su antigua arquitectura, apenas si queda a la calle de la Feria vestigio.
Algún amplio balconaje, un sencillo ajimez, embadurnados de cal sus arcos y columna, reducidos sus claros a ventana, pero le perdura su ambiente de puro cordobesismo, de serenidad y placidez, como si la magnificencia, belleza y alegría que en ella derrocharon tantas generaciones, le hubiesen puesto un sello indeleble.
¡Bien hayan los que han dado fin a la era infausta, para bien de los hombres! ¡El florecer de las piedras traerá un florecer del espíritu! ¡El arte hace amar la vida ennobleciendo el alma!
Madrigal del caminante
Mujer: es largo el comino,
el sol quebranta mis huesos
y ya la sed me sofoca;
haz que llegue el peregrino
hasta el manantial de besos
que está mirando en tu boca.
Con mis manos amorosas
yo haré coronas de rosas
para que ciñas tu sien.
Peregrino del amor,
mi camino es de dolor
pero es de gloria también.
Mas pronto cesa el hechizo
y de las brazos me arranca
la señal de la partida:
pasa el tiempo y es preciso
seguir por la senda blanca
que abarca toda mi vida.
Es mi destino: mañana
beberé en otra fontana;
mis labios, en besar sabios,
aún tienen, en tanto andar,
muchas mieles que gustar
en flores de muchos labios.
Mi destino he de seguir;
soy, hallándoos una a una,
de todas y de ninguna.
Mas ya que debo partir
en ruta hacia el ideal,
porque evoquen, amorosas,
idilios de dicha llenos
yo deshojo un madrigal
como una lluvia de rosas
sobre el altar de sus senos.
Salvador Corbella Alvarez
Salvador Corbella Álvarez (Ingeniero civil)
Director de la Revista: España en África
Gran Cruz del mérito agrícola
Cruz de la orden de Carlos III
Jefe superior de administración civil
La cuestión del papel
Varios periódicos han emprendido enérgica campaña para que el precio de los diarios sea elevado hasta diez céntimos, fundándose en el constante aumento del papel. ¿Serán los resultados satisfactorios para las empresas periodística y el público en general?
Examinemos el problema. En España hay casi igual número de diarios que en Francia, pues cada político quiere el suyo, y el gran número de analfabetos (65 por 100 de la población, según la es-tadística de 1910) reduce el número de lectores, y el primer mal que padecemos es el de tener muchos periódicos para pocos lectores.
Aparte unos treinta diarios, los demás tiran un número insignificante de ejemplares, un millar o dos, quinientos la gran mayoría. Pagado el papel, la imprenta y el local, no queda casi nada (a veces menos do nada) para pagar el personal.
Claro es que se resuelve en parte la cuestión abonando sueldos irrisorios y esto sucede, no digo con periódicos de tercer orden, sino aun con los de primera fila de Madrid y Barcelona.
De los periodistas de primera fila, incluso los que dirigen rotativos do los más importantes de Madrid y Barcelona, pocos cobran sueldos de importancia.
Los artículos de firmas conocidas, la colaboración, se paga con cantidades irrisorias.
El primer resultado es que con esos sueldos no se puede exigir del personal grandes cualidades y de ahí el nivel tan mediocre que caracteriza en general a la Prensa Española, en comparación, no ya con la Prensa de los grandes países, sino aun con la de las repúblicas sudamericanas.
Por eso la gran mayoría del público se limita a leer las noticias y telegramas, y como éstos y aquéllas son, poco más o menos, iguales en todos los periódicos, quienes adquieren dos, comprarán ahora uno solo, si se impone el precio de diez céntimos.
Claro que los que hasta hoy compraban La Vanguardia, de Barcelona, o el A B C, de Madrid, continuarán comprándolos los dos, pero ¿reza esto para los demás periódicos? No, al contrario; si los demás se venden a diez céntimos, habrá una baja segura en la venta, y si se aumentan los precios de suscripción, habrá un verdadero desastre para casi todas las empresas.
Tanto es así, que los diarios que sostienen ahora la campaña por la venta a diez céntimos, son justamente los que saben que, por la índole de su texto (el A B C, por ejemplo), o por causas de orden político (su compra o suscripción asegurada por un partido), es seguro que siempre so venderán.
Ahora bien: aun así las cosas, los beneficios son nulos para la mayoría de los diarios que por uno u otro modo apenas pueden cubrir sus gastos.
En Barcelona y Madrid no hay quizá cinco diarios cuyos ingresos por suscripciones, venta y anuncios cubran con exceso los gastos, dejando un beneficio, y si los demás continúan es porque son el portavoz de personalidades o entidades qua tienen interés en cubrir el déficit.
Para hacer resaltar aún más las causas de la crisis de las empresas periodísticas españolas que publican diarios, hagamos comparaciones con las Revistas, refiriéndonos a las de orden comercial e industrial, pues las de orden científico, religioso, etc., no tienen finalidad lucrativa para sus empresas y, por tanto, no interesan desde el punto de vista de este artículo.
Salvo excepciones que confirmarían la regla, las Revistas que se publican procuran todas beneficios a sus empresas.
Su organización y funcionamiento es muy distinto, especialmente el pago del personal.
En Barcelona, por ejemplo, pueden citarse Revistas cuyo director cobra mil pesetas mensuales, y hay varias que dan 500 y más.
Hay Revistas que pagan a algunos redactores 300 y 500 pesetas; varias tienen redactores dedicados exclusivamente a la corrección, trabajo que les ocupa en total algunas horas por semana y que cobran por ello 30 y 35 duros.
Revistas quincenales, es decir, en donde el corrector tiene algunas horas de trabajo mensuales, y cobra 10 y 20 duros por ese trabajo.
En cuanto al pago de artículos de colaboración, varias Revistas pagan a ciertas personalidades hasta 20 duros por artículo insertado, y son corrientes los artículos pagados a 4 y 5 duros.
En cuanto a beneficios para las Empresas, puede citarse Revista de Barcelona que a penas si es superada por La Vanguardia y quizá Las Noticias, y hay en España un número regular cuyos beneficios limpios pasan de 20.000 pesetas anuales.
Notemos que el número de Revistas de primera fila, dedicadas a un aspecto determinado, es muy limitado; en España misma, para el intercambio hispano-americano, dos o tres; a la agricultura, dos o tres; a la cinematografía, cuatro o cinco; ilustradas, cinco o seis; al intercambio hispano-africano, dos, etcétera.
Citamos estas cifras para evidenciar que el éxito de estas Revistas se debe, en primer lugar, a su número limitado y luego a los sueldos que pagan, que les permiten emplear personal de especial competencia, tanto para la redacción del texto como para la adquisición de anuncios.
Hemos escrito la palabra que da la clave del beneficio que realizan las Revistas: el anuncio, y ahí reside también la causa del escaso rendimiento de nuestros diarios, que creen que en la venta de sus números deben buscar el medio de cubrir sus gastos y realizar beneficios.
Los diarios consideran el anuncio como cuestión secundaria y no se dedican a él por carecer de personal apto.
Un ejemplo: hace poco, un diario madrileño de gran circución se (agregó un ingeniero para los relaciones con los industriales; pues en Barcelona hace tiempo que varias Revistas industriales y comerciales tienen ingenieros en su redacción y algunas en la dirección.
Conocidos todos estos datos y hechas las comparaciones entre los beneficios de las empresas periodísticas que se dedican a diarios y de las que publican Revistas, pueden evidenciarse las causas de la crisis por la cual pasa actualmente la mayoría de los diarios españoles:
1.° Número excesivo de diarios que se disputan un número reducido de lectores.
2.° Sueldos insuficientes a los redactores y colaboradores, no pudiendo así esperarse del per-sonal la competencia periodística y la ilustración general que son necesarias para la redacción satisfactoria del diario.
3.° Poca atención prestada por las empresas a los ingresos debidos a los anuncios.
Esas son las causas principales de la crisis periodística, y prueba que, si no existieran, el aumento del papel hubiera tenido una insignificante influencia y puesto que, al fin y al cabo, la parte de gastos que corresponde al papel no guarda relación con el aumento del simple al doble en que se piensa ahora para el precio de venta de cada ejemplar.
Por consiguiente, hasta cierto punto, creo esta crisis beneficiosa, pues, por la fuerza de las circunstancias, desaparecerá gran número de diarios insignificantes, y los que queden podrán robustecerse gracias al aumento correspondiente de sus lectores.
Será una operación de iguales resultados y por los mismos medios que la de la poda de los árboles.
En cuanto al aumento de precio a diez céntimos, favorecerá únicamente a los diarios que ya han adquirido gran circulación, pues aumentarán considerablemente sus beneficios, ya que, por ejemplo el A B C, no disminuirá el número de sus lectores, pero en cambio es probable que vean disminuir los suyos El Faro del Júcar, El Porvenir. de San Juan de los Montes, etcétera.
Así es que, con todos estos datos y resultados, creemos que nuestros lectores formarán criterio exacto acerca del proyectado aumento hasta diez céntimos del precio de venta de los diarios.
En realidad, pues, todas las causas y la crisis actual pueden sintetizarse en un círculo vicioso: Muchos diarios para pocos lectores, debido al escaso interés que merece el texto de los diarios, y éstos no pueden mejorar su texto porque los gastos correspondientes no pueden ser cubiertos a causa del escaso número de lectores. A ver quién lo resuelve…
A Cloris
(Horacio. Oda XV-Lib. III.)
Oh infiel esposa de Ibico;,
cesen de tus amores los escándalos:
con un pie en el féretro,
alternar con doncellas no te es válido,
ni como nube tétrica
debes cruzar entre luceros plácidos.
Lo que a Fóloe da mérito,
en ti resulta, oh Cloris, antipático.
Si tu hija, como lúbrica
bacante, al son de los timbales clásicos,
buscando a esquivos jóvenes,
rompe las puertas; si en su amor volcánico
por Noto siente el júbilo
de una cabra lasciva acariciándolo;
está en tiempo a propósito.
Más tú junto a Luceria, el vellón cándido
debes hilar solícita,
pues a tu edad el huso es lo más práctico,
y no el laúd erótico
ni las purpúreas rosas, ni los báquicos
festines en que apúranse
hasta el fondo las cráteras de Másico.
Guillermo Belmonte Müller
“Acompañado de algunos funcionarios, vino a recibirme en su falúa y me condujo a tierra, alojándome en el edificio Público que él habitaba.
Recibí el saludo de varios insulares, y uno más servicial y cortesano que los otros, se brindó para presentarme en los buenos centros de la sociedad y en los extremos, no tan buenos, aunque de novedades más llamativas.”
Ref. Entre la Nochebuena y el Carnaval. Memorias Íntimas. Guillermo Belmonte Müller.
Publicado por la Imprenta del Diario de Córdoba en 1904.
15 de Marzo 1881 publica en La ilustración Española y Americana» Un hombre y un perro. (Poesía)
En 1888 en el certamen Literario convocado por el Ateneo de Córdoba, el 7 de septiembre de 1888, con motivo de la tradicional feria-romería de la Fuensanta y en el primer tema de Literatura, de asunto libre, recibió una mención por su composición Isabel la Católica.
En 1906 junto al pintor Julio Romero de Torres, su hermano Enrique, viajan por Marruecos, Inglaterra, Francia, Bélgica e Italia
Fue académico de la Real Academia de Córdoba así como contribuidor del Diario de Córdoba.
El 29 de marzo de 1929 Pública en el Diario de Córdoba, “La muerte de Jesús”. Poesía. Un año antes de su muerte le fue concedido durante los Juegos Florales de la Feria de Nuestra Señora de la Salud el premio al Tríptico de sonetos a la aparición de San Rafael.
El 7 de mayo de 1929, fallece en Córdoba y fue enterrado en el Cementerio de San Rafael.
Existe un pasaje en su honor ubicado en el Barrio de San José Obrero, en el Polígono de la Fuensanta.
Dos de sus sobrinos, hijos de su hermana Dolores Belmonte Müller, continuarán la tradición literaria y artística de la familia, Vicente Orti Belmonte y Miguel Angel Orti Belmonte