El poder de las almas

El poder de las almas

Todavía, siempre bella,
te contempla el alma mía
y tu rostro me enamora
todavía.

Ni tus ojos mortecinos
ni tu pálido semblante
adormecen mis amores
un instante.

En tu rostro todo lleno
de dolor y de ternura
ver no puedo la tristeza
que lo apura.

Olvidando de la suerte
las terribles ironías,
yo te admiro con el ansia
de otros días.

Ven, que asido de tu mano,
descarnada y temblorosa,
hoy mis ojos te contemplen
más hermosa.

Que materia tan enferma
no ha perdido la hermosura,
porque dentro tiene un alma
bella y pura.

Jesús Rodríguez Redondo
(a su esposa enferma)

Dejar una respuesta