Hablando con el «Pavo»

De cómo piensa y habla este popular cordobés

Sorprendemos al artista haciéndose la «toaleta». —¿Le parece que nos vayamos á mi despacho? —Dos «medios» para entenderse. —Otros dos «medios». —Otros dos y un sereno que surge. —Muchos más «medios», el «Pavo», el sereno, el reportero… y el escándalo. —El «Pavo» habla de todo, cuenta su accidentada vida y… va camino de la Higuerilla.

Una noticia con «traza». —Protesta del «Pavo».

Designados por Pedro Moro, el muy culto y admirado director de CÓRDOBA, para interviuvar a los cordobeses de postín, nuestro primer pensamiento es conversar con el Pavo, el más famoso do todos los betuneros si que también el más frigorífico de los ciudadanos.

Enseguida ponemos en ejecución nuestro pensamiento, yendo en busca del personaje.

Hallamos al Pavo haciéndose la toaleta en la fuente pública de San Nicolás de la Villa.

Allí, el hombre, mostrándonos una camiseta a listas horizontales como un cuaderno de tercera, daba mano a su tarea higiénica lavando un pañizuelo de yerbas capaz, por su volumen, de servir de muleta ar divino carvo, el más medroso do todos los toreros.

El Pavo, hombre avezado en todas las lides, nos salió al paso, haciendo él de periodista.

—Esperaba a ustedes, que conste — nos dijo el muy truhán — , subrayando mucho la última palabra.

—¿Y eso? -aventuramos.

—Tenía noticias del encargo que tienen ustedes y me constaba que vendrían a interurbanarme.

—Interviuvarme, señor Pavo.

—Bueno, es igual. No olviden ustedes que yo he sío torero y que entoavía tengo mis resabios lexicográficos; ¡que conste…¡ A demás, sabía que me buscarían, -porque he visto que al Guerra le han interurba… ¿qué? ¡Bueno, lo que sea! Y es lo que me dije, digo: ¿y por qué el Guerra ha de ser más que yo? ¡Ah! pero ahora que caguio: ¡estamos en mitá de la rue! Vámonos a mi despacho…¡Tengan la bondá! ¡No faltaba más! Y recogiendo señorialmente su arquilla, con prestancia de alto prócer, el Pavo nos indicó que le siguiésemos.

Tras él fuimos, resolutos, y cinco minutos después nos hallábamos en el establecimiento de Rafael Martínez, frente a dos clásicos medios del de a veinte, dispuestos al arreglo de los males sociales en un santiamén.

Escanciado el oro de los dos grandes vasos, Lesmes, el popular y feo Lesmes, sirviónos otros dos medios y, tras de aquéllos, otros dos, y así sucesivamente hasta que el Pavo y nosotros hubimos do convenir, juntamente con la opinión del sereno de la calle, que nos hacía amable y gratuita compaña, en que no había más medios disponibles para sobrellevar esta perra vida.

Alternando con el derrame interior de sangre montillana, el Pavo nos contó su vida, nos habló de sus milagros y diónos lustre a las botas. ¡Todo con gracia y gentileza sumas; con donosura sin igual; con frescura sin precedentes…!

El Pavo, por ironías del destino, nació el 69 y es contemporáneo del pae Cañuelo, su gran amigo y valedor, según asegura el ilustre lustrador.

Se llama nada menos que Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez y es, conforme afirma, pariente del marqués de Santa Tila y de Martínez el del Clarinete…

Su época de torero es accidentadísima. Alternando en espantás con el célebre California (EE. UU.), hizo proezas inauditas: desde dejar que le encerraran tres vacas en una tarde, hasta comerse un cherro con papas.

El Pavo nos cuenta que fué él el precursor de la suerte de Don Tancredo, pero en sentido horizontal…

—¿Cómo es eso?

—¡Muy sencillo! Que cuando vía de vení a la vaca, me tiraba ar suelo, me jasía el muerto y ¡como si ná! la res salía de naja como si hubiera golío el cadáver del señor Ferrero.

—Un día, el Guerra, que era quien organizaba las corrías -sigue diciendo el Pavo — quiso que pusiera un par de las cortas en silla. Pedí una silla, me la dieron; se arrancó la vaca, yo salí juyendo y la silla quedó jecha picón. ¡Otra silla! Me gorvió a entra mieo y otra vez se rompió la silla. Así seguí hasta que so hicieron porvo onse sillas. ¡Aquella no era la plaza de toros, sino la cosina de una casa aonde se hubián peloao er matrimonio, las cuñás y la suegra!

Al ver aquello, los peones se llevaron la vaca y er Guerra mandó que me ataran a una silla de las de los paseos. ¡Güeno, la paliza que me dió la vaca la estoy ensoñando todavía!

¡Y que se la voy a perdonar a Rafaé!

El Pavo habla entonces de que el Guerra se lo debe todo: posición, gloria y consideración social.

El fué quien le ayudó a ser torero y el que le protegió en todo instante. No dice que le enseñó a torear, por pura modestia, pero se advierte esta circunstancia a través de sus manifestaciones.

—Y el Guerra— añade el famoso betunero — me ha pagao muy mal. Desde un día que estando yo con la calentura del león tuve que pedirle dos reales pa quinina y me los negó, estoy distanciao de Rafaé… ¡Que conste!

Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez, ahora el Pavo, ha hecho muy patrióticas campañas. Ha estado en Ocaña, en Ceuta y… en San Miguel de los Reyes. Bueno, pero no por malas cosas. En Ceuta estuvo cuando el fijo de aquella ciudad y en Ocaña y San Miguel de los Reyes de veraneo y en calidad de turista.

Nos habla de otra campaña allá por el año de la riá, en que fué sustituto de un quinto de Carcabuey.

Tomó dos mil reales de este muchacho, quien también le pagó el viaje hasta Cádiz. En esta ciudad se quedó el Pavo y allí se gastaron las quinientas del de Carcabuey.

El 95 se marchó a Filipinas, donde él solo, valiéndose de una navaja de afeitar, sin cachas, tomó la posición de Maragü y y mató a seis chinos… ¡Una verdadera heroicidad!

—¡Y que no les valía a los mu ladrones —dice el Pavo— sus lamentos pa que no los apiolara…!

—¿Qué le decían?

— ¡Casi na! ¡Chin-guau-guau-chin-chin-guau…!

—¿Y qué es eso?

—Pos, mira, Pavillo de mi arma, no nos des mulé… ¡Y que yo les iba a jasé caso con aquel lenguaje, que paesía que estaban rascando en un vidrio …!

Queremos que don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez, hombre representativo y grande, figura brillante de la patria chica, nos dé su opinión acerca de los problemas pendientes allende y aquende los límites de la provincia.

Habla de la guerra europea.

Hace profesión de germanofobia.

Odia a los alemanes porque mientras él no prueba la carne, los tíos se tiran ca bisté que les arde el pelo…

En cuanto a la guerra submarina dice, textualmente, lo que sigue:

—Ni bloqueo ni ná; yo acababa con tos los surmarinos echándome a la mar con una traviesa en una mano y la suegra de una rosquilla en la otra. ¡Torpedos! ¡Bah! Si yo me echara al agua después de una tajá ¡adiós tripulaciones! Con el aliento que les echara era peor que los gases asfixiantes! ¡Que conste! ¡Y no es ná mi aliento, hecho a fuerza de sardinas salás y carta negra, vurgo Vardepeñas… !

¡Que no queaba un surmarino, que conste!

También el Pavo nos dice lo que haría con los siete millones del empréstito municipal.

—Compraría un globo y me iría una temporá de Córdoba pa no ver a los munisipales ¡Les tengo una jincha! ¡Se meten con to lo que es progresivo y culto! ¡Pos no me llevan a la Jiguerilla cuando tengo la calentura del león…!

¡Un día acabo con tos! ¡Miá que llevarme a mí preso, benemérito de la Patria por quinse veses!

En la compra del globo se me irían unos seis mil reales. Otra parte del empréstito la invertiría en socorrer a los pobres de vergüenza, con lo cual quiere decir que se me irían mis buenos siete reales, ¡porque mióste que semos pocos los que tenemos vergüenza! ¡Güeno, como que el que no tiene dinero, no tié derecho ni a sentarse de balde en el sine de don Sabino…!

Compraría una casa en el campo con una bodega muy grande ¡No, si me voy a quear de secano, aunque vaya a la Indochina!

Y el resto, hasta los siete millones, los daría a réditos a estilo de cordelillo. ¡Josú: es lo que más produce en Córdoba!

No tienen ustés más que ver que va pa siete años que tomé yo sinco duros pa ir a Graná en er botijo, y después de haber pagao ya serca de tres mil reales ¡toavía debo veintiséis duros! ¿Por qué no hasen ustés una campaña contra los tíos der cordelillo? ¡Malas puñalás les den! ¡Son peores de sentimientos que er capitán Sánchez!

Asentimos a las manifestaciones del Pavo.

El famoso betunero discurre acerca del flamenquismo. Dice que no es más que un negocio explotado por unos cuantos tíos, los más feos de la nación…

—Yo soy— agrega —más feo y más fenómeno que Bolmonte y, sin embargo, no sueno. ¡Y es que no hay quien me ayúe como yo ayué ar Guerra! ¡Que conste!

El Pavo fué actor en tiempos pretéritos, cuando se dedicaba a la aviación.

—Yo he hecho —dice— papeles importantes.

—¿En qué obra?

—En Don Juan Tenorio.

—¿Acaso hacía de Don Juan?

—;Más toavía!

—¿De Doña Inés?

—;Más toavía!

—No sospechamos do qué, insigne Pavo.

—Pues yo hacía, con otros chinorris de mi edad, el papel de maldito, frente a la puerta de la Hostería del Laurel.

—;Adiós, Borras!

—¡Pues no crean ustedes; gritaba lo mío! ¡Que conste!

El Pavo nos habla de sus amistades más caras. Sus amigos más queridos son los Rectores de las parroquias, sobre todo aquellos cuyas iglesias tienen las gradillas más anchas…

—Y es que escojo las más anchas — dice — porque como casi siempre duermo en ellas cuando tengo la calentura del león, temo roar y escalabrarme.

Interviene el sereno, que ya ha perdido su cualidad de tal, para afear a don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez que se halle ya con la calentura del león.

El Pavo le interrumpe viva y enérgicamente.

—¡Miá el curdela éste, que so mueve más que un flan recién hecho! ¡ Anda, hijo, si tiés encima una cogorza que ni las que yo agarro por Semana Santa…! ¡Que conste!

Protesta el sereno y contraprotesta el betunero. Ambos van a acometerse como el vizcaíno y don Quijote en los campos de Montiel; pero hallábanse en tal estado de calentura leonera que ruedan por el suelo con absurda promiscuación de arquilla betuneril, gorra de plato, sable, cepillos, barril de dandy, gamuza y caja de crema.

El escándalo es de los que dan celebridad a una época. Al fin el sereno logra imponerse un poco y consigue llevarse a don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez.

Y allá van los dos calle adentro, en dulce balanceo como las velas de un barquichuelo empujadas por el viento, camino de la célebre Higuerilla, lugar de santidad, donde el famoso Pavo ha dormitado sus más tremendas túrdigas.


Al día siguiente de nuestra entrevista con el Pavo, el hombre viene a nosotros para protestar contra una gacetilla publicada por nuestro querido colega El Defensor, en la forma siguiente: «Anoche fué conducido a la Higuerilla, por embriaguez y escándalo en la calle Morería, el famoso betunero Fernando Pérez de Guzmán (a) el Pavo«.

Protesta éste de que se le haya suprimido el adjetivo de Bueno en su primer apellido y el Martínez del segundo.

Le hacemos ver lo infundado de su protesta, por cuanto el simpático Defensor ha publicado una noticia con traza, como acostumbraba a escribir Cervantes, según afirma el nuevo cervantista Atanasio Rivero.

La noticia de El Defensor no da cuenta de la detención del Pavo, sino de un sermón que ha de pronunciar en breve un predicador famoso. La traza de dicha noticia, fielmente interpretada, como puede ver el que tenga paciencia para acomodar a dicha traza las letras que le convengan, dice así:

E ponemos en conosimiento de los fieles e feligreses q en vreue predgará en la ilesia del Soqorro el famoso qapuchino fraimigel Henrriqez gomes.

Tal es la traza de la noticia de El Defensor y por la que se considera ofendido el famosísimo cordobés don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez (a) el Pavo.

Entendemos que a nuestro ilustre convecino se le pasará el enojo al ver la traza que nos hemos dado para descubrir la traza de la molesta noticia.

Y hasta otra.

Españita



La Derrota

¡Si supieras el encanto
que atesora tu figura,
si supieras que ese llanto
enaltece tu hermosura…!

Tu vida cruza en secreto
arrullada por la pena
y de un silencio discreto
toda tu vida está llena.

Tu corazón ha cesado
de amar y él ha desterrado
de tus labios la alegría.

Bajo el dolor del olvido
en tu pecho han florecido
rosas de melancolía…

Tus manos son un poema
de esperanza y sentimiento,
tus manos son el emblema
del más cruel remordimiento.

Diez estrofas van labrando
la canción bella y florida,
estrofas que van rimando
los dolores de tu vida.

En el crepúsculo tienes
altiveces y desdenes
siendo vanos tus alardes
pues al final has sabido
que en amor nunca han valido
resignaciones cobardes.

Siempre triste y dolorida
tu juventud amargada
es como una gran herida
ue no está cicatrizada.

Hay en tí el más doloroso
padecer, por haber sido
verdugo de tu amoroso
pasado desvanecido.

Sin redención ni consuelo
en vano lucha la anhelo
como una bandera rota,
en cuya tela rasgada
se refugia avergonzada
de tu vida, la derrota.

Eduardo Baro



El Conde de Torres Cabrera

Hemos tenido el gusto de hablar con el conde de Torres Cabrera, y lo hemos encontrado como siempre.

Ni el peso de los años, con su larga cadena de quebrantos, ni los amargos sinsabores de una larga existencia consagrada al mejoramiento de la Patria, han logrado abatir su espíritu poderoso, sostenido por una savia lozana y fuerte.

Como un roble que creciera en medio de un campo —así ha florecido su inteligencia en Córdoba— el tiempo lo ha fortalecido, lo ha asegurado en su anhelo generoso de alcanzar una patria mejor, una España renovada.

Precisamente en estos días ha brotado de su gallarda y caballerosa pluma este hermoso documento: Señor don Carlos Carbonell. Mi querido amigo: he llegado a Córdoba y me ha entregado mi hija el precioso álbum conmemorativo de las bodas de oro de la Casa de Carbonell y Compañía y cuyo ejemplar han tenido ustedes la atención de dedicarme.

Su primera hoja, en la que escuetamente, sin comentarios y en seis renglones, se consigna la estrecha unión de la familia de Carbonell y de sus socios, es un cuadro que patentiza un ejemplo hermosísimo y que arranca plácemes y lágrimas en estos días en que el sopor seca el corazón de los hijos; la hoja segunda es una alegoría sublime: el amor y el trabajo bajo las alas de un ángel es una concepción bellísima y luego el retrato del fundador de la Casa, don Antonio Carbonell, a quien recuerdo como si lo estuviese viendo vivo en aquellos años en que lo traté, cuando él trazaba sus proyectos industriales y yo mis proyectos agronómicos; es justo homenaje de amor y de respeto.

Agrupar en un álbum los retratos y las fechas de los respectivos servicios de cuantos mental y mecánicamente sirvieron a la Casa, uniéndolos a las vistas de las grandiosas instalaciones; incluir hasta la estadística de la correspondencia telegráfica y telefónica, y todo ello sin oropeles literarios, sin vuelos de fantasía, constituye una expresión gráfica, en la que sencillamente se dice ved y juzgad, y se ve y se juzga que la Casa de Carbonell y Compañía y usted, su gerente, honran a Córdoba.

¡Ah! Si en vez de pasar aquí su vida muchos hombres de mérito acurrucados en la faltriquera de algún ministro o ministrable para asegurar su pitanza, la buscasen todos como ustedes, desenvolviendo nuestros elementos naturales de riqueza, pronto España volvería a ser lo que fué en mejores tiempos, apreciada en el mundo por nuestra industria, por nuestra producción, por nuestras armas, por nuestras letras y no por el baile macabro de los políticos de oficio.

¡Hurra, Carbonell, hurra! Los alientos de medio siglo pueden repercutir por lo menos en otro medio y quiera Dios que el siglo XX legue a los futuros, próspera, la Casa de Carbonell y Compañía, honrando a Córdoba.

Suyo, Torres Cabrera.

El insigne patricio, que se adelantó a su tiempo, fundando las colonias agrícolas de Alcolea, Torres Cabrera y los Llanos del Conde y acometiendo otras empresas admirables, sigue condenando, desde la altura de sus prestigios, a quienes estorban el desenvolvimiento de los elementos naturales de riqueza, y alentando con su felicitación cordial a quienes vivieron consagrados al trabajo.

Honramos este número do CÓRDODA publicando en lugar preferente el retrato del admirado patricio y esperamos confiadamente en que algún día no lejano, la ciudad, representada por todos los elementos que la constituyen, rinda al ilustre Conde de Torres Cabrera el homenaje que merece por la abnegación altísima con que la ha amado y servido, ofrendándole en todo momento su inteligencia, su hacienda, su actividad incansable: la vida entera.

Córdoba la Buena sabrá cumplir la deuda de gratitud que tiene contraída con su ilustre hijo el Conde de Torres Cabrera, el fundador de pueblos y alentador constante de todo mejoramiento agrícola.

Redacción



El Arte

Aunque son grandes mis aficiones a todo lo bello, nunca intenté dar expresión a mis ideas con la pluma, porque mi tiempo le empleo, con verdadero afán, si no en dar vida, en manosear al menos un pedazo de tierra, un duro trozo de mármol.

Hoy, sin embargo, trocando estoy el cincel por la pluma, pero lo hago en obsequio del arte, por la pasión que hacia el arte siento, y obligado, además, por la cariñosa invitación que se me ha hecho.

Si el arte tiene un rango tan elevado en el espíritu de los hombres y en la opinión de los pueblos, es porque su misión es grande.

Para hacerse una idea de la importancia de aquél, imagínese lo que serían las grandes naciones si se suprimieran de su historia los monumentos que levantaron a sus sabios, a sus héroes, a sus creencias, los hombres que nos legaron después tina muestra aquí y allá de su poderoso genio.

El arte es útil a la sociedad porque dulcifica las costumbres y la rudeza del hombre.

Vivir por el arte y con el arte es sentir la vida, es elevarse a otra mejor desde la tierra, es el alma de los grandes pueblos.

¡Dichosos los que llegan hasta él!

D. Pastor Valsero



El cinematógrafo y los niños

Películas que matan

Para el alcalde don Salvador Muñoz Pérez, atento siempre al importante asunto de formar una infancia robusta y dotada de la más sana moral, no habían de pasar inadvertidos los peligros que las películas pasionales producen en el alma de los niños.

Con gran contento de los padres de familia, educadores y personas sensatas, vemos en las palabras que dijera en sesión municipal, refiriéndose a los cinematógrafos, los preliminares de una meritoria obra que necesariamente terminará, dado su carácter activo y emprendedor.

Ya se tiene la esperanza de que desaparezcan de nuestros espectáculos públicos las películas cuya influencia en los sentimientos de los pequeños es generalmente conocida.

El primer instinto que aparece en los niños es el de la imitación.

Impulsado a ejecutar cuanto su vista alcanza, sea bueno o malo, seguirá desgraciadamente por escabrosos derroteros y caerá al fin en los abismos por la resbaladiza pendiente de los vicios si los modelos son perniciosos, si la propensión de imitar se convierte en deseos irreflexivos, locos, que sugestionan y adormecen el instinto de sociabilidad con todos los humanos sentimientos.

A presencia de la población penal en las cárceles y presidios, coloquemos en balanza la tolerancia en los cines y el abandono de los niños en las prisiones.

A primera vista, se ve que las dos pesan sobre la conciencia de la humanidad de un modo enorme: aprender a matar y a robar en los cines y a perfeccionarse después entre los criminales empedernidos de larga historia.

¡Pobres niños y pobres pueblos!

Analicemos los gérmenes que aumentan de una manera alarmante la llaga social. Recordemos las frecuentes apariciones de cuadrillas de niños, fieles imitadores de aquellos protagonistas que vieron en el lienzo blanco, y recriminaremos enérgicamente esa fatídica tolerancia, gusano roedor de la inocencia, que corroe el corazón del hombre en sus primeros pasos y que, sólo por ella,se comete a sabiendas, públicamente y con ensañamiento el horrendo crimen, que llenará de luto a las naciones, aunque, afortunadamente, algunas poblaciones, dándose cuenta exacta del peligro, empiezan a tomar serias determinaciones.

Contemplemos el cuadro, digno de estudio: Trágicas escenas seguidas paso a paso por una multitud de niños, con los ojos fuera de las órbitas; abierta la boca, las manecitas temblorosas y el espíritu todo allá, en el fondo de lo que tienen delante.

Veamos cómo aquellos inocentes pececillos, que van tragando el anzuelo, se familiarizan más tarde con aquel apache que mata y roba, burlando a la justicia; se retiran al fin entusiasmados, con el corazoncito hecho una bomba, que estallará en su día, pensando en lo que sucederá la noche siguiente; hacen sus comentarios, repasan los argumentos, los estudian, y así se desarrollan aquellos pobres cerebros de manera brutal a impulso de las fuertes impresiones que recogieron cuando en la oscuridad y el más profundo silencio se les mostraban las lecciones de la mala escuela.

Sabido es que el método intuitivo es el más poderoso de todos para que en la inteligencia del niño se graben las ideas; el de más rápidos efectos; el que deja una huella difícil de borrar, pues que vivamente impresiona el alma de las tiernas criaturas.

Casos tenemos a la vista y muy recientes, como el de «La mano que aprieta», cuadrilla de niños de nueve a diez años; muchachos que se matan a tiros de revólver; suicidios y casos extraños de locuras en niños de corta edad y de reconocidas aficiones a esta clase de películas.

Todos los afanes, los cuidados todos, han de ir dirigidos a proteger a la infancia, ya lo sabemos, luchando en contra de las infames explotaciones de las empresas que se enriquecen sin importarles nada que la humanidad se pervierta.

¡Nada tenemos con esos adelantos de la pedagogía, con esas cantinas escolares y escuelas al aire libre que robustezcan a los niños, si, olvidando la educación moral, los colocamos luego ante un lienzo que sugestiva y cautiva la atención; y por este lienzo, lleno de luz, de vida, pero engañoso como todo lo malo, hácennos pasar, con los «Vampiros», «Fantomas», etc., una serie interminable de crímenes estudiados.

Resultará que aquel lienzo sea en aquel momento el oprobio, el baldón de un pueblo culto, el paso atrás de un país civilizado.

De acuerdo todos en que los males que acarrea son grandes, unámonos al alcalde señor Muñoz Pérez, y en particular los encargados de la educación de los niños, quienes en su amor a la infancia, están prontos a pedir al Gobierno la prohibición de las películas pasionales y con tan mal acierto escogidas.

¡Hermoso ejemplo sería el que Córdoba ofreciera con esta prueba de amor al niño, de celo y de cultura!

Jesús Rodríguez Redondo



La carne de toro lidiado está envenenada

La carne de toro sacrificado en el ruedo, tras las varias suertes que comprende la lidia, es considerada, aun por el vulgo indocto, como carne inferior, y esta prenoción vulgar hállase sancionada por los administradores del pueblo, desde el momento que exigen su venta en lo que en términos carniceros se nombra «tabla baja»; y, sin que nosotros pretendamos ahora discutir si en efecto se da cumplimiento a este precepto administrativo, pues que para ello no estamos bien documentados, hemos de afirmar no sólo la realidad de aquella creencia, sino que tal carne es peligrosa, nociva para el consumidor y por consiguiente que su expendición pública y su consumo deben estar prohibidos.

Habiendo de sujetarnos a los límites que nos impone la índole de nuestra revista, procuraremos, muy brevemente, justificar aquella afirmación.

La carne es el músculo. ¿En qué condiciones se encuentran los del toro sacrificado durante la lidia?

Veamos.

La función esencial del músculo es la contractibilidad, y ésta, químicamente, se realiza a expensas del consumo de oxígeno e hidratos de carbono (azúcar, etc.), esencialmente y produce como elementos de desgaste anhídrido carbónico, ácido sarcoláctico y fosfato ácido de sódio, más creatinina, ácido úrico y úrea, resultantes del desgaste de lo que pudiéramos nombrar armazón muscular, las substancias albuminóideas.

Estos productos excrementicios, como nocivos al organismo han de pasar a la sangre para salir al exterior, por los riñones con la orina y por los pulmones con el aire expirado, y así ocurre cuando el trabajo muscular. es moderado Y por consiguiente su producción exigua; pero cuando así no sucede, cuando el trabajo muscular es exagerado, su producción es enorme, y siendo insuficientes las vías naturales de eliminación, se van almacenando en la sangre y en los mismos músculos; estos no se nutren bien y se cansan.

Si entonces se deja el músculo en reposo, la eliminación de sus venenos se realiza, aunque lentamente, y todo vuelve al estado normal; pero si las contracciones continúan, si se fuerza la función, el músculo se nutre difícilmente, los productos del desgaste siguen aumentando y acumulándose y los músculos se fatigan, dan la sensación de pesadez y dolor, aparecen las agujetas; la fibra muscular hallase en peligro de desintegración, en peligro de muerte; la fatiga es un principio de muerte del músculo, dice G. Ocaña. Si falta el reposo necesario, si el trabajo muscular forzado continúa, el músculo muere por asfixia, por intoxicación y más tarde el individuo.

Que esto es cierto lo demuestra el hecho experimental de que inyectando sangre de un animal fuertemente fatigado a otro normal, éste ofrece síntomas de intoxicación, de envenenamiento de la sangre.

Ahora bien, el toro de lidia está sometido durante treinta o cuarenta minutos, a un ejercicio muscular excesivo de salto, carrera y acometida, exagerado por las rápidas contracciones, para él inacostumbradas, al volverse sobre sí mismo, obligado por las distintas suertes del toreo y que buscadas son para provocarle a mayor cansancio; su cuerpo sufre violentos traumatismos con las puyas; borracho, ciego sufre atroces choques contra la barrera; y al fin, jadeante, arruinado, desmadejado, casi sin poder mantenerse en su posición cuadrúpeda, recibe la muerte mediante la penetración en su organismo de medio o un metro de estoque.

La sangre envenenada queda en los vasos y bañando todos sus elementos anatómicos; la fibra muscular hállase rodeada de una atmósfera tóxica y asfítica. Preséntase pronto la rigidez cadavérica; la miosina o susbtancia albuminóidea del músculo se coagula y se produce aún mayor cantidad de ácidos carbónico y sarcoláctico. (J. Beclard.)

Y esta carne, cargada de ácido carbónico y láctico, creatinina, úrea, ácido úrico, etc., se expende al público. ¡aunque sea en tabla baja! No, no debe ser esto, por la posibilidad de que produzca intoxicaciones, como intoxicaciones produce la liebre cazada «a la carrera».

Y no lo afirmamos sólo nosotros, pues que autoridades en materia de higiene lo dicen: Una carne fatigada es asiento de una rápida putrefacción (Raillet); las carnes pueden producir síntomas de envenamiento por contener leucomainas o toxinas: carnes fatigadas, y ptomainas, desarrolladas después de la muerte, pudiendo coexistir ambas causas de intoxicación (Langlois); las carnes pueden producir accidentes tóxicos si proceden de animales enfermos o de animales fatigados en exceso (Labbé); todas las carnes que tengan un principio de descomposición deben ser desechadas, por los microbios y toxinas que contienen, así como la carne de los animales muertos después de estar muy fatigados (toros lidiados, liebre, etc.) pues ambos pueden dar origen a intoxicaciones (Cendrero); ¿y para qué más?

La carne de toro lidiado es peligrosa y su expendición debe ser prohibida.

Ya el hecho de venderla en «tabla baja», indica su inferioridad, engendrada no en el altruismo sino en la repulsión de las clases altas y medias a consumir lo que puede serles nocivo; miremos hacia abajo y evitemos que la miseria haga uso de ella: «¡para comer carne!»; ya que no la comen de ordinario no se la facilitemos en condiciones antihigiénicas.

A quien corresponda rogamos estudie este problema: los toros lidia-dos deben ser sometidos a la cremación.

Redacción



Lo que opinan los obreros

«Sus puntos de vista. —Identificación con las tendencias de la Revista. — Restauración de los monumentos. —Peticiones de las sociedades obreras al Estado y al Municipio. -Plausibles gestiones últimamente realizadas por el gobernador señor la Serna acerca de las obras de la Mezquita».

Ruego a nuestros ilustrados compañeros los obreros intelectuales que graban sus videntes y claros pensamientos en las columnas de CÓRDOBA, que nos dejen un hueco en su brillante libro semanal para que algún proletario, de profesión manual como yo, hilvane unas cuartillas, apuntando hacia algunas cuestiones locales, desde el punto de vista que las apreciamos.

Existe un gran número de obreros que no devoramos periódicos, revistas y libros caros, por la carencia de medios pecuniarios, pero leemos lo que llega a nuestro alcance y admiramos con fervorosa simpatía la fecunda labor de notables artistas y literatos, que inician una corriente educadora, fustigando muchos vicios sociales, como el analfabetismo, la chulapería y el flamenquismo, ya se manifiesten en señoritos quo desprecian libros y siembran coletas, o en gañanes que abandonan la tierra y sus fecundas siembras para ser payasos coletudos.

Basta de exordio y vaya un saludo y bienvenida a CÓRDOBA, interpretando el sentir de mis compañeros libres del contagio de la taurofilia, de claro entedimiento para concebir, de corazón sensible y sano espíritu.

En acción paralela a la Prensa, comisiones oficiales y varios organismos, las sociedades obreras del ramo de construcción han venido reclamando las mínimas concesiones interesadas al poder central: Estaciones ferroviarias, Escuela do Veterinaria, Casa de Correos, edificio de la Hacienda, la no interrupción de las obras de la Mezquita y otros trabajos públicos, haciendo constar en nuestras exposiciones que exigían su inmediata realización la mejora de la enseñanza, el resurgimiento local y, particularizando, la crisis de trabajo que ha tiempo gravitaba sobre los diversos ramos de construcciones.

Hemos obtenido acuses de recibo, frases muy halagüeñas, informos de los Ministerios y cartas, diciendo-que se interesaban en el asunto, de los señores Barroso, Sánchez Guerra, Lerroux, Giner de los Ríos, Bergamín y Burell, pero sólo a las obras de la Estación se ha dado comienzo.

Por último, como amargo epilogo, a los pocos días de ir a Madrid nuestro alcalde señor Muñoz Pérez presidiendo una comisión, a la cual acompañó el arquitecto director de las obras de la Mezquita, señor Velázquez, solicitando que se aumentara la consignación, se dió orden de paralización a todos los obreros.

Visitamos al gobernador civil señor la Serna, quien, afable y correcto con nosotros, ofreció su valiosa influencia para que el ofrecimiento concreto que nos había dirigido el señor Burell tuviera feliz confirmación.

En efecto: la orden fué rectificada. Nosotros seguirnos trabajando: los obreros en piedra, casi todos; los albañiles, tres días a la semana; los carpinteros, siguen parados, y los tallistas trabajan en poco número.

Ahora hace falta que el pensamiento del Gobierno se realice, que el propósito generoso de nuestro gobernador señor la Serna no so vea frustrado por circunstancias que, allá, arriba deben ser orilladas, para que el extenso camino burocrático no aplaste las esperanzas de los defensores de Córdoba artística y trabajadora, para que los directores de altas esferas rememoren y no se desvíen en el camino de otorgar, no mercedes, sino la justicia y ayuda que la ciudad reclama por sus legítimos representantes. Comencé las cuartillas y tímido hago punto.

Ahí van, pues, distinguidos compañeros, estas notas agridulces: benévolos, si son extensas, redúzcanlas, y si se hallan faltas de construcción, sean corregidas por vuestras manos más expertas.

Rafael Camacho

NOTA:Respecto a las obras de la Mezquita, el gobernador civil señor la Serna recibió el día 31 un telegrama del ministro de Instrucción Pública, notificándole la buena nueva de haber firmado un libramiento de 24.000 pesetas para estos trabajos. Los obreros, unánimemente, felicitamos al señor la Serna por su noble actitud en este asunto. — R. C.



La calle de la Feria

El vandalismo artístico del siglo XVI

De tantas calles como en Córdoba hay, llenas de alegría, belleza y de ese aroma de los siglos que se llama tradición y leyenda, ninguna habla tánto a la historia de la ciudad como la antiquísima de los Francos, después de la Feria y hoy de San Fernando.

El origen del segundo nombre es tan interesante y poco conocido, que vamos a referir.

A raíz de la reconquista de Córdoba, en el siglo XIII, y quizá antes, en tiempos de moros, en esta calle y al abrigo de la muralla, pusieron sus tiendas unos mercaderes, llamados los francos por su nacionalidad, los cuales le dieron nombre, pero, en breves años, la prosperidad que alcanzaron estos fenicios medievales, como han sido llamados, atrajo nuevos comercios a este sitio, llegando a reunirse tan variados y ricos productos que, como una feria permanente, se calificó aquella exposición de las más bellas mercaderías; calle de la Feria empezaron a llamarla y calle de la Feria ha sido hasta muy recientes días.

Vamos a dar a conocer cómo fué su arquitectura hasta mediados del siglo XVI, época en que, por desgracia, se habla y aplica por primera vez la razón de ornato público como justificativa para demoler las más bellas y típicas construcciones del arte árabe y mudéjar, ofreciendo el singular contraste de que, en los mismos días, el Cabildo o Ayuntamiento escribía una bella página en su historia, trayendo al famoso arquitecto granadino Diego de Siloe para que, con Hernán Ruiz, el cordobés no menos insigne, dirigiese ciertas obras, y pidiendo a las Cortes del Reino que enviasen a Fernando Bustamante de Herrera, «con más sueldo que dé otra ciudad alguna», para que construyese canales que regasen las sedientas heredades e hiciese posible esa aspiración suprema que debe ser troquel de nuestras almas: la navegación del Guadalquivir entre Córdoba y Sevilla.

En el año 1555 empieza una era infausta de varios siglos, durante los cuales el vandalismo artístico se muestra cada vez más pujante en los administradores de la ciudad, y así dejan demoler y saquear los edificios que aún quedaban de Medina Azahara, empiezan a destruirse los adarves, caen las torres y se derriban los ajimeces, pareciendo que se querían secar todas las fuentes de las más bellas leyendas, borrar los sitios de sanas y viriles tradiciones, todo lo que pudiese hablar del pasado y hacernos sentir orgullo por por nuestra gran historia.

La calle de la Feria, por su situación entre la muralla que corría de Norte a Sur de la ciudad, y las tapias del entonces convento de San Francisco, hacía que las edificaciones do toda la acera derecha y las de la parte comprendida entre las calles de Maese Luís y San Francisco, en la izquierda, tuviesen muy pequeña latitud, destinándolas al comercio y vendiéndose en sus aceras, sobre esterillas, todavía a usanza morisca,. los brazaletes y arracadas de filigrana, los borceguíes y chapines bordados; las badanas y cordobanes, con sus vivos dibujos dados a fuego; las monturas y piezas de jaez, siempre influidas por el gusto árabe; las espadas, las dagas y toda la gama de colores en las sedas que se labraban en la hermosa Alcaicería; pero su principal valor provenía de su arrendamiento para que desde ellas fuesen presenciadas las grandes ceremonias y los regocijos populares, tanta grandeza y alegría como allí se ha prodigado.

Estas construcciones, de haberse conservado, constituirían hoy una calle tan típica y bella como dificilmente la habría en parte alguna, por hallarse formada de pilares que le daban aspecto do lonja, los que sostenían uno o dos pisos de fachada calada con varios ajimeces, esos bellísimos ojos de las calles, y desde los cuales se seguían aquellas carreras a pie «desde el pilar de San Francisco a la Corredera», que valían al vendedor una caperuza bordada, una pieza de sarga o una vara de brocado; se veía quebrar lanzas y cañas, correr sortijas, pasar las severas procesiones sobre tapiz de mastranzos, juncias y rosas: las trompetas y atambores de la ciudad; el noble Ayuntamiento, al compás de dulces flautas y chirimías; desfilar los caballeros sobre aquellos famosos potros cordobeses alanes y azabachados, adornados con paramentos de carmesí, vestidos ellos de vellón brocado y púrpura, al cinto la espada con rico tahalí bordado de oro y toda esta alegría y esplendor teniendo por fondo la ubérrima campiña, el joyero de la ciudad, ya viva esmeralda, claro topacio o encendido rubí, bajo el cielo andaluz y la mirada de esa línea de Grecia, dada vida al calor de sangre mora, quo se llama mujer cordobesa.

En 1555, el Cabildo, haciendo uso de una pragmática dada por Doña Juana y Don Carlos en Madrid, a 28 de Junio de 1530, sobre edificios peligrosos, mandó «que se derriben todos los ajimeces que haya en toda esta ciudad de Córdoba y los que se han reedificado después de la data de la provisión de su Magestad».

En vano fué que los particulares y aun algunos caballeros veinticuatros, se opusieron, alegando «que no parece mandar su Magestad derribar los edificios que están sobre pilares, y las casas de la calle de la Feria son muy estrechas y no tienen servicio derrocándose los ajimeces»; el mandato se hizo cumplir «por ornato de la ciudad», y todos los ajimeces de la Carrera del Puente, el Potro, las calles de la Feria, el Salvador, la Espartería y los muchos diseminados en otros sitios, quedaron reducidos a escombros, dando idea de su número el haber estado ocupados durante seis días, en esta obra de destrucción artística, todos los albañiles que se hallaron en la ciudad.

De su antigua arquitectura, apenas si queda a la calle de la Feria vestigio.

Algún amplio balconaje, un sencillo ajimez, embadurnados de cal sus arcos y columna, reducidos sus claros a ventana, pero le perdura su ambiente de puro cordobesismo, de serenidad y placidez, como si la magnificencia, belleza y alegría que en ella derrocharon tantas generaciones, le hubiesen puesto un sello indeleble.

¡Bien hayan los que han dado fin a la era infausta, para bien de los hombres! ¡El florecer de las piedras traerá un florecer del espíritu! ¡El arte hace amar la vida ennobleciendo el alma!

M. Merino Castejón



Madrigal del caminante

Mujer: es largo el comino,
el sol quebranta mis huesos
y ya la sed me sofoca;
haz que llegue el peregrino
hasta el manantial de besos
que está mirando en tu boca.

Con mis manos amorosas
yo haré coronas de rosas
para que ciñas tu sien.
Peregrino del amor,
mi camino es de dolor
pero es de gloria también.

Mas pronto cesa el hechizo
y de las brazos me arranca
la señal de la partida:
pasa el tiempo y es preciso
seguir por la senda blanca
que abarca toda mi vida.

Es mi destino: mañana
beberé en otra fontana;
mis labios, en besar sabios,
aún tienen, en tanto andar,
muchas mieles que gustar
en flores de muchos labios.

Mi destino he de seguir;
soy, hallándoos una a una,
de todas y de ninguna.
Mas ya que debo partir
en ruta hacia el ideal,
porque evoquen, amorosas,
idilios de dicha llenos
yo deshojo un madrigal
como una lluvia de rosas
sobre el altar de sus senos.

Antonio Merlo



La cuestión del papel

Varios periódicos han emprendido enérgica campaña para que el precio de los diarios sea elevado hasta diez céntimos, fundándose en el constante aumento del papel. ¿Serán los resultados satisfactorios para las empresas periodística y el público en general?

Examinemos el problema. En España hay casi igual número de diarios que en Francia, pues cada político quiere el suyo, y el gran número de analfabetos (65 por 100 de la población, según la es-tadística de 1910) reduce el número de lectores, y el primer mal que padecemos es el de tener muchos periódicos para pocos lectores.

Aparte unos treinta diarios, los demás tiran un número insignificante de ejemplares, un millar o dos, quinientos la gran mayoría. Pagado el papel, la imprenta y el local, no queda casi nada (a veces menos do nada) para pagar el personal.

Claro es que se resuelve en parte la cuestión abonando sueldos irrisorios y esto sucede, no digo con periódicos de tercer orden, sino aun con los de primera fila de Madrid y Barcelona.

De los periodistas de primera fila, incluso los que dirigen rotativos do los más importantes de Madrid y Barcelona, pocos cobran sueldos de importancia.

Los artículos de firmas conocidas, la colaboración, se paga con cantidades irrisorias.

El primer resultado es que con esos sueldos no se puede exigir del personal grandes cualidades y de ahí el nivel tan mediocre que caracteriza en general a la Prensa Española, en comparación, no ya con la Prensa de los grandes países, sino aun con la de las repúblicas sudamericanas.

Por eso la gran mayoría del público se limita a leer las noticias y telegramas, y como éstos y aquéllas son, poco más o menos, iguales en todos los periódicos, quienes adquieren dos, comprarán ahora uno solo, si se impone el precio de diez céntimos.

Claro que los que hasta hoy compraban La Vanguardia, de Barcelona, o el A B C, de Madrid, continuarán comprándolos los dos, pero ¿reza esto para los demás periódicos? No, al contrario; si los demás se venden a diez céntimos, habrá una baja segura en la venta, y si se aumentan los precios de suscripción, habrá un verdadero desastre para casi todas las empresas.

Tanto es así, que los diarios que sostienen ahora la campaña por la venta a diez céntimos, son justamente los que saben que, por la índole de su texto (el A B C, por ejemplo), o por causas de orden político (su compra o suscripción asegurada por un partido), es seguro que siempre so venderán.

Ahora bien: aun así las cosas, los beneficios son nulos para la mayoría de los diarios que por uno u otro modo apenas pueden cubrir sus gastos.

En Barcelona y Madrid no hay quizá cinco diarios cuyos ingresos por suscripciones, venta y anuncios cubran con exceso los gastos, dejando un beneficio, y si los demás continúan es porque son el portavoz de personalidades o entidades qua tienen interés en cubrir el déficit.

Para hacer resaltar aún más las causas de la crisis de las empresas periodísticas españolas que publican diarios, hagamos comparaciones con las Revistas, refiriéndonos a las de orden comercial e industrial, pues las de orden científico, religioso, etc., no tienen finalidad lucrativa para sus empresas y, por tanto, no interesan desde el punto de vista de este artículo.

Salvo excepciones que confirmarían la regla, las Revistas que se publican procuran todas beneficios a sus empresas.

Su organización y funcionamiento es muy distinto, especialmente el pago del personal.

En Barcelona, por ejemplo, pueden citarse Revistas cuyo director cobra mil pesetas mensuales, y hay varias que dan 500 y más.

Hay Revistas que pagan a algunos redactores 300 y 500 pesetas; varias tienen redactores dedicados exclusivamente a la corrección, trabajo que les ocupa en total algunas horas por semana y que cobran por ello 30 y 35 duros.

Revistas quincenales, es decir, en donde el corrector tiene algunas horas de trabajo mensuales, y cobra 10 y 20 duros por ese trabajo.

En cuanto al pago de artículos de colaboración, varias Revistas pagan a ciertas personalidades hasta 20 duros por artículo insertado, y son corrientes los artículos pagados a 4 y 5 duros.

En cuanto a beneficios para las Empresas, puede citarse Revista de Barcelona que a penas si es superada por La Vanguardia y quizá Las Noticias, y hay en España un número regular cuyos beneficios limpios pasan de 20.000 pesetas anuales.

Notemos que el número de Revistas de primera fila, dedicadas a un aspecto determinado, es muy limitado; en España misma, para el intercambio hispano-americano, dos o tres; a la agricultura, dos o tres; a la cinematografía, cuatro o cinco; ilustradas, cinco o seis; al intercambio hispano-africano, dos, etcétera.

Citamos estas cifras para evidenciar que el éxito de estas Revistas se debe, en primer lugar, a su número limitado y luego a los sueldos que pagan, que les permiten emplear personal de especial competencia, tanto para la redacción del texto como para la adquisición de anuncios.

Hemos escrito la palabra que da la clave del beneficio que realizan las Revistas: el anuncio, y ahí reside también la causa del escaso rendimiento de nuestros diarios, que creen que en la venta de sus números deben buscar el medio de cubrir sus gastos y realizar beneficios.

Los diarios consideran el anuncio como cuestión secundaria y no se dedican a él por carecer de personal apto.

Un ejemplo: hace poco, un diario madrileño de gran circución se (agregó un ingeniero para los relaciones con los industriales; pues en Barcelona hace tiempo que varias Revistas industriales y comerciales tienen ingenieros en su redacción y algunas en la dirección.

Conocidos todos estos datos y hechas las comparaciones entre los beneficios de las empresas periodísticas que se dedican a diarios y de las que publican Revistas, pueden evidenciarse las causas de la crisis por la cual pasa actualmente la mayoría de los diarios españoles:

1.° Número excesivo de diarios que se disputan un número reducido de lectores.

2.° Sueldos insuficientes a los redactores y colaboradores, no pudiendo así esperarse del per-sonal la competencia periodística y la ilustración general que son necesarias para la redacción satisfactoria del diario.

3.° Poca atención prestada por las empresas a los ingresos debidos a los anuncios.

Esas son las causas principales de la crisis periodística, y prueba que, si no existieran, el aumento del papel hubiera tenido una insignificante influencia y puesto que, al fin y al cabo, la parte de gastos que corresponde al papel no guarda relación con el aumento del simple al doble en que se piensa ahora para el precio de venta de cada ejemplar.

Por consiguiente, hasta cierto punto, creo esta crisis beneficiosa, pues, por la fuerza de las circunstancias, desaparecerá gran número de diarios insignificantes, y los que queden podrán robustecerse gracias al aumento correspondiente de sus lectores.

Será una operación de iguales resultados y por los mismos medios que la de la poda de los árboles.

En cuanto al aumento de precio a diez céntimos, favorecerá únicamente a los diarios que ya han adquirido gran circulación, pues aumentarán considerablemente sus beneficios, ya que, por ejemplo el A B C, no disminuirá el número de sus lectores, pero en cambio es probable que vean disminuir los suyos El Faro del Júcar, El Porvenir. de San Juan de los Montes, etcétera.

Así es que, con todos estos datos y resultados, creemos que nuestros lectores formarán criterio exacto acerca del proyectado aumento hasta diez céntimos del precio de venta de los diarios.

En realidad, pues, todas las causas y la crisis actual pueden sintetizarse en un círculo vicioso: Muchos diarios para pocos lectores, debido al escaso interés que merece el texto de los diarios, y éstos no pueden mejorar su texto porque los gastos correspondientes no pueden ser cubiertos a causa del escaso número de lectores. A ver quién lo resuelve…

Salvador Corbella Alvarez