De cómo piensa y habla este popular cordobés
Sorprendemos al artista haciéndose la «toaleta». —¿Le parece que nos vayamos á mi despacho? —Dos «medios» para entenderse. —Otros dos «medios». —Otros dos y un sereno que surge. —Muchos más «medios», el «Pavo», el sereno, el reportero… y el escándalo. —El «Pavo» habla de todo, cuenta su accidentada vida y… va camino de la Higuerilla.
Una noticia con «traza». —Protesta del «Pavo».
Designados por Pedro Moro, el muy culto y admirado director de CÓRDOBA, para interviuvar a los cordobeses de postín, nuestro primer pensamiento es conversar con el Pavo, el más famoso do todos los betuneros si que también el más frigorífico de los ciudadanos.
Enseguida ponemos en ejecución nuestro pensamiento, yendo en busca del personaje.
Hallamos al Pavo haciéndose la toaleta en la fuente pública de San Nicolás de la Villa.
Allí, el hombre, mostrándonos una camiseta a listas horizontales como un cuaderno de tercera, daba mano a su tarea higiénica lavando un pañizuelo de yerbas capaz, por su volumen, de servir de muleta ar divino carvo, el más medroso do todos los toreros.
El Pavo, hombre avezado en todas las lides, nos salió al paso, haciendo él de periodista.
—Esperaba a ustedes, que conste — nos dijo el muy truhán — , subrayando mucho la última palabra.
—¿Y eso? -aventuramos.
—Tenía noticias del encargo que tienen ustedes y me constaba que vendrían a interurbanarme.
—Interviuvarme, señor Pavo.
—Bueno, es igual. No olviden ustedes que yo he sío torero y que entoavía tengo mis resabios lexicográficos; ¡que conste…¡ A demás, sabía que me buscarían, -porque he visto que al Guerra le han interurba… ¿qué? ¡Bueno, lo que sea! Y es lo que me dije, digo: ¿y por qué el Guerra ha de ser más que yo? ¡Ah! pero ahora que caguio: ¡estamos en mitá de la rue! Vámonos a mi despacho…¡Tengan la bondá! ¡No faltaba más! Y recogiendo señorialmente su arquilla, con prestancia de alto prócer, el Pavo nos indicó que le siguiésemos.
Tras él fuimos, resolutos, y cinco minutos después nos hallábamos en el establecimiento de Rafael Martínez, frente a dos clásicos medios del de a veinte, dispuestos al arreglo de los males sociales en un santiamén.
Escanciado el oro de los dos grandes vasos, Lesmes, el popular y feo Lesmes, sirviónos otros dos medios y, tras de aquéllos, otros dos, y así sucesivamente hasta que el Pavo y nosotros hubimos do convenir, juntamente con la opinión del sereno de la calle, que nos hacía amable y gratuita compaña, en que no había más medios disponibles para sobrellevar esta perra vida.
Alternando con el derrame interior de sangre montillana, el Pavo nos contó su vida, nos habló de sus milagros y diónos lustre a las botas. ¡Todo con gracia y gentileza sumas; con donosura sin igual; con frescura sin precedentes…!
El Pavo, por ironías del destino, nació el 69 y es contemporáneo del pae Cañuelo, su gran amigo y valedor, según asegura el ilustre lustrador.
Se llama nada menos que Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez y es, conforme afirma, pariente del marqués de Santa Tila y de Martínez el del Clarinete…
Su época de torero es accidentadísima. Alternando en espantás con el célebre California (EE. UU.), hizo proezas inauditas: desde dejar que le encerraran tres vacas en una tarde, hasta comerse un cherro con papas.
El Pavo nos cuenta que fué él el precursor de la suerte de Don Tancredo, pero en sentido horizontal…
—¿Cómo es eso?
—¡Muy sencillo! Que cuando vía de vení a la vaca, me tiraba ar suelo, me jasía el muerto y ¡como si ná! la res salía de naja como si hubiera golío el cadáver del señor Ferrero.
—Un día, el Guerra, que era quien organizaba las corrías -sigue diciendo el Pavo — quiso que pusiera un par de las cortas en silla. Pedí una silla, me la dieron; se arrancó la vaca, yo salí juyendo y la silla quedó jecha picón. ¡Otra silla! Me gorvió a entra mieo y otra vez se rompió la silla. Así seguí hasta que so hicieron porvo onse sillas. ¡Aquella no era la plaza de toros, sino la cosina de una casa aonde se hubián peloao er matrimonio, las cuñás y la suegra!
Al ver aquello, los peones se llevaron la vaca y er Guerra mandó que me ataran a una silla de las de los paseos. ¡Güeno, la paliza que me dió la vaca la estoy ensoñando todavía!
¡Y que se la voy a perdonar a Rafaé!
El Pavo habla entonces de que el Guerra se lo debe todo: posición, gloria y consideración social.
El fué quien le ayudó a ser torero y el que le protegió en todo instante. No dice que le enseñó a torear, por pura modestia, pero se advierte esta circunstancia a través de sus manifestaciones.
—Y el Guerra— añade el famoso betunero — me ha pagao muy mal. Desde un día que estando yo con la calentura del león tuve que pedirle dos reales pa quinina y me los negó, estoy distanciao de Rafaé… ¡Que conste!
Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez, ahora el Pavo, ha hecho muy patrióticas campañas. Ha estado en Ocaña, en Ceuta y… en San Miguel de los Reyes. Bueno, pero no por malas cosas. En Ceuta estuvo cuando el fijo de aquella ciudad y en Ocaña y San Miguel de los Reyes de veraneo y en calidad de turista.
Nos habla de otra campaña allá por el año de la riá, en que fué sustituto de un quinto de Carcabuey.
Tomó dos mil reales de este muchacho, quien también le pagó el viaje hasta Cádiz. En esta ciudad se quedó el Pavo y allí se gastaron las quinientas del de Carcabuey.
El 95 se marchó a Filipinas, donde él solo, valiéndose de una navaja de afeitar, sin cachas, tomó la posición de Maragü y y mató a seis chinos… ¡Una verdadera heroicidad!
—¡Y que no les valía a los mu ladrones —dice el Pavo— sus lamentos pa que no los apiolara…!
—¿Qué le decían?
— ¡Casi na! ¡Chin-guau-guau-chin-chin-guau…!
—¿Y qué es eso?
—Pos, mira, Pavillo de mi arma, no nos des mulé… ¡Y que yo les iba a jasé caso con aquel lenguaje, que paesía que estaban rascando en un vidrio …!
Queremos que don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez, hombre representativo y grande, figura brillante de la patria chica, nos dé su opinión acerca de los problemas pendientes allende y aquende los límites de la provincia.
Habla de la guerra europea.
Hace profesión de germanofobia.
Odia a los alemanes porque mientras él no prueba la carne, los tíos se tiran ca bisté que les arde el pelo…
En cuanto a la guerra submarina dice, textualmente, lo que sigue:
—Ni bloqueo ni ná; yo acababa con tos los surmarinos echándome a la mar con una traviesa en una mano y la suegra de una rosquilla en la otra. ¡Torpedos! ¡Bah! Si yo me echara al agua después de una tajá ¡adiós tripulaciones! Con el aliento que les echara era peor que los gases asfixiantes! ¡Que conste! ¡Y no es ná mi aliento, hecho a fuerza de sardinas salás y carta negra, vurgo Vardepeñas… !
¡Que no queaba un surmarino, que conste!
También el Pavo nos dice lo que haría con los siete millones del empréstito municipal.
—Compraría un globo y me iría una temporá de Córdoba pa no ver a los munisipales ¡Les tengo una jincha! ¡Se meten con to lo que es progresivo y culto! ¡Pos no me llevan a la Jiguerilla cuando tengo la calentura del león…!
¡Un día acabo con tos! ¡Miá que llevarme a mí preso, benemérito de la Patria por quinse veses!
En la compra del globo se me irían unos seis mil reales. Otra parte del empréstito la invertiría en socorrer a los pobres de vergüenza, con lo cual quiere decir que se me irían mis buenos siete reales, ¡porque mióste que semos pocos los que tenemos vergüenza! ¡Güeno, como que el que no tiene dinero, no tié derecho ni a sentarse de balde en el sine de don Sabino…!
Compraría una casa en el campo con una bodega muy grande ¡No, si me voy a quear de secano, aunque vaya a la Indochina!
Y el resto, hasta los siete millones, los daría a réditos a estilo de cordelillo. ¡Josú: es lo que más produce en Córdoba!
No tienen ustés más que ver que va pa siete años que tomé yo sinco duros pa ir a Graná en er botijo, y después de haber pagao ya serca de tres mil reales ¡toavía debo veintiséis duros! ¿Por qué no hasen ustés una campaña contra los tíos der cordelillo? ¡Malas puñalás les den! ¡Son peores de sentimientos que er capitán Sánchez!
Asentimos a las manifestaciones del Pavo.
El famoso betunero discurre acerca del flamenquismo. Dice que no es más que un negocio explotado por unos cuantos tíos, los más feos de la nación…
—Yo soy— agrega —más feo y más fenómeno que Bolmonte y, sin embargo, no sueno. ¡Y es que no hay quien me ayúe como yo ayué ar Guerra! ¡Que conste!
El Pavo fué actor en tiempos pretéritos, cuando se dedicaba a la aviación.
—Yo he hecho —dice— papeles importantes.
—¿En qué obra?
—En Don Juan Tenorio.
—¿Acaso hacía de Don Juan?
—;Más toavía!
—¿De Doña Inés?
—;Más toavía!
—No sospechamos do qué, insigne Pavo.
—Pues yo hacía, con otros chinorris de mi edad, el papel de maldito, frente a la puerta de la Hostería del Laurel.
—;Adiós, Borras!
—¡Pues no crean ustedes; gritaba lo mío! ¡Que conste!
El Pavo nos habla de sus amistades más caras. Sus amigos más queridos son los Rectores de las parroquias, sobre todo aquellos cuyas iglesias tienen las gradillas más anchas…
—Y es que escojo las más anchas — dice — porque como casi siempre duermo en ellas cuando tengo la calentura del león, temo roar y escalabrarme.
Interviene el sereno, que ya ha perdido su cualidad de tal, para afear a don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez que se halle ya con la calentura del león.
El Pavo le interrumpe viva y enérgicamente.
—¡Miá el curdela éste, que so mueve más que un flan recién hecho! ¡ Anda, hijo, si tiés encima una cogorza que ni las que yo agarro por Semana Santa…! ¡Que conste!
Protesta el sereno y contraprotesta el betunero. Ambos van a acometerse como el vizcaíno y don Quijote en los campos de Montiel; pero hallábanse en tal estado de calentura leonera que ruedan por el suelo con absurda promiscuación de arquilla betuneril, gorra de plato, sable, cepillos, barril de dandy, gamuza y caja de crema.
El escándalo es de los que dan celebridad a una época. Al fin el sereno logra imponerse un poco y consigue llevarse a don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez.
Y allá van los dos calle adentro, en dulce balanceo como las velas de un barquichuelo empujadas por el viento, camino de la célebre Higuerilla, lugar de santidad, donde el famoso Pavo ha dormitado sus más tremendas túrdigas.
Al día siguiente de nuestra entrevista con el Pavo, el hombre viene a nosotros para protestar contra una gacetilla publicada por nuestro querido colega El Defensor, en la forma siguiente: «Anoche fué conducido a la Higuerilla, por embriaguez y escándalo en la calle Morería, el famoso betunero Fernando Pérez de Guzmán (a) el Pavo«.
Protesta éste de que se le haya suprimido el adjetivo de Bueno en su primer apellido y el Martínez del segundo.
Le hacemos ver lo infundado de su protesta, por cuanto el simpático Defensor ha publicado una noticia con traza, como acostumbraba a escribir Cervantes, según afirma el nuevo cervantista Atanasio Rivero.
La noticia de El Defensor no da cuenta de la detención del Pavo, sino de un sermón que ha de pronunciar en breve un predicador famoso. La traza de dicha noticia, fielmente interpretada, como puede ver el que tenga paciencia para acomodar a dicha traza las letras que le convengan, dice así:
E ponemos en conosimiento de los fieles e feligreses q en vreue predgará en la ilesia del Soqorro el famoso qapuchino fraimigel Henrriqez gomes.
Tal es la traza de la noticia de El Defensor y por la que se considera ofendido el famosísimo cordobés don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez (a) el Pavo.
Entendemos que a nuestro ilustre convecino se le pasará el enojo al ver la traza que nos hemos dado para descubrir la traza de la molesta noticia.
Y hasta otra.