Categoría el Colaboradores

M. R. Blanco Belmonte

Marcos Rafael Blanco Belmonte, fue un poeta, escritor, traductor y periodista español.


Nació en Córdoba en 1871.​

En 1896 era redactor del periódico cordobés La Unión.​

Posteriormente se trasladó a Madrid, donde fue redactor del periódico El Español y en 1900 pasó a ser redactor numerario de La Ilustración Española y Americana. ​

Colaboró también frecuentemente en otros semanarios ilustrados como La Lidia, El Gato Negro, Blanco y Negro y La Correspondencia de España.

Fue miembro de la Asociación de la Prensa de Madrid.​

Fue premiado en la Academia por sus poesías Al sembrar de los trigos (1914), y en el certamen de El Carhayón (1915), por La Lanza de don Quijote.​

Cejador y Frauca le describe como un «poeta castizo, de lírica objetiva y épica, sin mancillarse con el lirismo francés y sin tener tampoco nada de lo bueno que trajo el modernismo, cantó á los niños abandonados y á la Patria con fogosa elocuencia, que recuerda la de Quintana, y vena fácil, que le lleva á veces á desleír demasiadamente el pensamiento».

A lo largo de su vida también realizó numerosas traducciones al idioma castellano de obras de origen francés​ e inglés.

Falleció en 1936.



Rafael Castejón

Rafael Castejón y Martínez de Arizala, fue un veterinario, historiador y arabista español.

Hijo de Federico Castejón León, abogado y diputado a Cortes en 1890, nació en Córdoba el 23 de octubre de 1893.

En 1913 a la edad de veinte años, se licencia con premio extraordinario en la Facultad de Veterinaria de Córdoba. Veterinario militar por oposición en 1916, es nombrado profesor auxiliar en la citada Facultad, alcanzando en 1921 por oposición la cátedra de Enfermedades Infecciosas y Parasitarias. En 1926 se licencia en Medicina y Cirugía.

Además de su labor docente, su relevancia en las ciencias veterinarias se debe a que fue un precursor de la investigación y química veterinaria, siendo un zootecnista de primera magnitud. Son de destacar en este sentido, sus innovaciones sobre bacteriosis y virosis y sus aportaciones al uso de sueros y vacunas especialmente tras la creación de un laboratorio privado, uno de los primeros en fabricar esos productos en España. Hizo aportaciones a la terminología con vocablos, ya incorporados, como «clostridiosis»-infección provocada por bacterias del género Clostrydium,las mismas que provocan el botulismo-.

Su actividad zootécnica la corona estructurando el Departamento que más tarde sería el Instituto de Zootecnia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, fuente de investigadores e investigaciones del más alto nivel.

Colaborador y redactor de múltiples revistas científicas (como «Archivos de Zootecnia») participa y organiza múltiples congresos y reuniones científicas. No pocos de ellos se desarrollan en Córdoba, cuya Escuela (y después Facultad) de Veterinaria, es una de las más prestigiosas de Europa.

Entre sus obras destacan: El aloidismo en los recién nacidos, Conjunto étnico de los bovinos españoles, Ordenación zootécnica de la masa pecuaria española, El caballo español, etcétera.

Con la llegada del Dr.Fleming a Córdoba el 1948 departió conversación con el prestigioso descubridor de la penicilina.

Destacó también por su labor en la investigación arqueológica, histórica y artística.

Arabista y filósofo del evolucionismo, publicó libros como Biología de la Humanidad o Evolución Biológica del Hombre, ingresando en la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba en 1917, llegando a ser su director en 1959 y dándole un halo de entidad cultural y artística propio, y más moderno.

Falleció en Córdoba el 15 de junio de 1986.



Francisco Azorín

Francisco Azorín Izquierdo (Monforte de Moyuela, Teruel, 12 de septiembre de 1885-México, 27 de diciembre de 1975)

Fue un arquitecto y político socialista español, además de un cultivado esperantista.

Después de estudiar Arquitectura en Madrid y tras una breve estancia profesional en Teruel y Málaga, se trasladó en 1912 a Córdoba, para trabajar en la Comisión comprobatoria del Registro Fiscal de la Riqueza Urbana, dependiente de Hacienda. Allí nacieron dos de sus tres hijos.

ETAPA CORDOBESA

Desde su llegada a esa capital andaluza se integró en los trabajos de organización del Partido Socialista Obrero Español, ocupando la presidencia de la Agrupación Socialista cordobesa y de la Federación Provincial. Entre 1918 y 1922, fue primer concejal socialista formando parte entonces de la coalición Republicano-Regionalista. Desarrolló una importante labor de promoción de la construcción de casas para obreros y de reordenación urbanística de la ciudad cordobesa. Asimismo fue director de la Cooperativa Española de Casas Baratas "Pablo Iglesias", en la cuenca minera de Peñarroya. Se le ha considerado el principal redactor del “Manifiesto Andalucista de Córdoba”, incluido como referencia en el muy posterior estatuto andaluz de autonomía. Elegido de nuevo concejal en Córdoba en las elecciones de 12 de abril de 1931, poco después fue designado diputado para las Cortes Constituyentes de la Segunda República Española, representando a la provincia de Córdoba, con 56.115 votos.​

Como arquitecto de edificios en la ciudad andaluza de Córdoba pueden citarse: el de la calle Torrijos 6, en 1916; la Casa Peláez Deza en la calle Concepción en 1926; en calle Cruz Conde el edificio del n.º 24, esquina Manuel de Sandoval en 1931; el Grupo Escolar Colón entre 1926 y 1931; el Casino Militar en Avda. República Argentina 40 en 1930; y el edificio de la calle Diario de Córdoba 5, de 1924. Muchas de sus edificaciones se han conservado hasta hoy por su elegancia y sus acabados regionalistas.2​

Colaboró en varias publicaciones periódicas, como el Diario de Córdoba, La Voz o El Sur.​

En Madrid, además de realizar la Casa del Pueblo, colaboró con el escultor Emiliano Barral en el diseño del Panteón de Pablo Iglesias, inaugurado en 1930.

Azorín fue un activo promotor del esperanto, tanto en el ámbito español como luego en México, siempre ligado al movimiento obrero. Escribió el Universala Terminologio de la Arkitekturo, un diccionario de términos de arquitectura, con el esperanto como idioma base, y con la traducción de los términos a numerosos idiomas. En el terreno internacional participó representando al PSOE en los Congresos de la asociación esperantista radical Sennacieca Asocio Tutmonda de Gotemburgo en 1928, Stuttgart en 1931 y Valencia en 1933.​



Miguel A. Orti Belmonte

Nació en Córdoba el 8 de septiembre del año 1891, como cuarto hijo del matrimonio formado por D. Vicente Orti Muñoz, natural de Marmolejo (Jaén), y por Doña Dolores Belmonte Müller. Siendo su padre médico cirujano, que ejerció con notable profesionalidad en Córdoba, despertando admiración y respeto ante todos los que lo conocieron o trataron. También era nieto y biznieto de médicos, todos dotados de grandes inquietudes científicas, puestas siempre al servicio de los demás.

Se da la circunstancia que su bisabuelo, D. Vicente Orti Criado, hizo público el primer análisis al agua de Marmolejo y un interesante examen filosófico sobre sus aplicaciones terapéuticas. En el campo de las técnicas quirúrgicas, su abuelo D. Vicente Orti Lara, fue el primer cirujano que utilizó en Córdoba el cloroformo. La tradición familiar cuenta que a la puerta de la casa del enfermo se situaron unos médicos esperando la muerte del operado, como era de esperar por los familiares más allegados y los amigos íntimos, la operación resultó un completo éxito. Y su padre, D. Vicente Orti Muñoz destacó entre los cirujanos de España, por los resultados obtenidos en su técnica de la extracción de cálculos de vejiga, a su consulta acudían enfermos de muy diferentes y distantes puntos del país.

Su madre, Doña Dolores Belmonte, era dama de ilustre linaje, pertenecía a una familia en la que durante generaciones abundaron pintores, poetas y apasionados a la música. De esta rama heredaría la sensibilidad para los goces del espíritu y de la belleza. De las dos los encantos de la entrega a su trabajo, a traspasar a sus alumnos el interés por el estudio y el conocimiento, y las excelencias de formar y educar a los jóvenes, y el contentarse con la satisfacción del deber cumplido. Que en el camino los honores quedasen en otras manos no le hizo mella.

Entre los Belmonte, sobresalieron sus tíos: D. Mariano Belmonte de Vacas, pintor romántico de paisajes y retratos, conservándose en el Museo de Bellas Artes de Córdoba dos interesantes muestras de su pintura. Y D. Guillermo Belmonte Müller, delicado y exquisito poeta, sin olvidarnos de su faceta de dibujante de la sierra cordobesa, además de retratista familiar.

En lo referente a su rama materna, su abuela Doña Elisa Müller Stone, era una consumada pianista, que por simple gusto y afición participaba activamente en la vida cultural cordobesa reuniendo en su casa, a intelectuales y artistas en veladas literarias y conciertos musicales. Se cuenta que cuando el gran y famoso compositor húngaro, Liszt, visitó Córdoba, manifestó su intención de participar en un de los conciertos de los que dicha señora era organizadora.

En su prolífica vida se le conocía en determinados círculos como: “el trabajador infatigable”.

Los primeros estudios los realizó en el Instituto de su ciudad natal, Córdoba. Los dos primeros cursos de Filosofía y Letras los hizo en Granada, pero al carecer aquella ciudad de la sección de Historia, decidió trasladarse a Madrid, donde terminaría en el año 1913 con sobresaliente de nota media.

Y es a su regreso a su ciudad natal, cuando su padre sensibilizado con el destino de su hijo, realiza todos los trámites oportunos para que este desempeñase el cargo de Archivero Bibliotecario del Ayuntamiento, para el que fue nombrado en el año 1914.

No es ningún secreto, que en muchas de las decisiones de aquellos años de estudiante de D. Miguel, fuese su padre su más decidido quía y apoyo, como ocurrió a la hora de elegir ciudad una vea aprobada la cátedra de Historia para Escuelas Normales, dejando Las palmas y tomando por consejo de su señor padre, la de Cáceres. Para lo cual había pedido la excedencia como Archivero de la Biblioteca del Ayuntamiento de Córdoba.

En el año 1916 obtuvo por oposición la Cátedra de Historia de la Escuela de Magisterio de Cáceres, tomando posesión el 14 de junio de dicho año, después de pedir la excedencia de Archivero Bibliotecario del Ayuntamiento de Córdoba. En dicha escuela de nuestra ciudad. Llegó a desempeñar el cargo de Director, también impartió clases en el Instituto Nacional de Enseñanza Media.

Y es a partir de este momento, cuando toda una serie de combinaciones de circunstancias hacen posible que D. Miguel desarrolle una gran variedad de actividades culturales en beneficio de la ciudad de Cáceres, producto del incansable trabajo que desempeña durante treinta y cuatro años (1916 a 1950). Entre todas estas cabe destacar: la enseñanza, la investigación histórica, arqueología, heráldica, tradiciones, leyendas, artes, etc.

Ya establecido de quieto en nuestra ciudad, contrae matrimonio en el año 1920 con Doña María Alcántara Alcántara, natural de Almendralejo (Badajoz) y sobrina del catedrático D. Antonio Silva Núñez, gracias a las visitas que Doña María realiza a Cáceres a casa de sus tíos, conoce a D. Miguel. Tan cristiano enlace dio el fruto de siete hijos: Francisco, Miguel Ángel, Vicente, Antonio, Mª Piedad, Dolores y Concepción, siendo todos ellos cacereños de nacimiento, los cuatro primeros nacieron en la Calle Ancha, las tres ultimas en el Museo o Casa de las Veletas. Hijos que supieron dar al matrimonio todas las alegrías deseadas tanto en el ámbito profesional como familiar.

Tal y como indicamos al principio de la presente obra, es muy difícil, casi imposible presentar aquí todo lo realizado por D. Miguel Orti Belmonte, en el largo periodo de tiempo que permaneció trabajando en nuestra ciudad, pero vamos al menos a referirnos a los acontecimientos más significativos para Cáceres.

Según afirman algunos estudiosos de su figura, D. Miguel ha dejado a lo largo y ancho de nuestra geografía española unos treinta mil alumnos, de los cuales aproximadamente la mitad se han hecho maestros. Todo un claro ejemplo de la magnífica tarea educativa que desarrolló a lo largo de tan ejemplar y enriquecedora existencia.

En 1923 se doctoró en Historia obteniendo Premio extraordinario por su tesis: “Córdoba durante la Guerra de la Independencia (1808-1813)”. Trabajo que en años posteriores (1924, 1926, 1928 y 1930), era publicado en el Boletín de la real Academia de Córdoba. En este año se le hizo en Cáceres, correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Por aquellos tiempos no sólo los legajos dormían en paz y tranquilidad en los archivos familiares de la nobleza cacereña, gran parte de la ciudad vivía descuidada de cuantos tesoros guardaban sus históricas piedras. Una apatía y preocupante desidia contra las que luchó con todas sus fuerzas D. Miguel Ángel, desde el preciso momento en que aquí se estableció. Siendo su primera gran tarea, la necesaria creación de un Museo de Bellas Artes, a la vista de los cientos de objetos que se amontonaban en manos de particulares, y que cada mes eran sacados a la luz, en simples actividades accidentales. Lo que afortunadamente para nuestra ciudad consiguió después de no pocos años en los que realizó ímprobos trabajos de búsqueda, investigación y catalogación, produciéndose su inauguración en el año 1933.

En 1932 había sido nombrado Secretario de la Comisión de Monumentos de Cáceres, a propuesta de D. José Ramón Mélida Alinari (1849-1933).

De igual manera innumerables fueron los cargos que desempeñó en su vida, seguidamente relacionados algunos de ellos: Archivero Bibliotecario del Ayuntamiento de Córdoba; Profesor de la Escuela Normal y en el Instituto Nacional de Enseñanza Media de Cáceres, Director de la Escuela Nacional de Magisterio, Director del Museo Provincial de Bellas Artes de Cáceres, Cronista Oficial de la ciudad de Cáceres (octubre de 1949), Doctor en Filosofía y Letras, Director de la Normal de Magisterio de Córdoba, Presidente de la Comisión Provincial de Monumentos de Córdoba, Académico correspondiente de las Reales Academias de la Historia de las Bellas Artes de San Fernando, de la Academia del Mediterráneo de Palermo y del Instituto Bouchard de Estudios Históricos Navales de Buenos Aires, Socio de honor de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Badajoz, etc

En los treinta y cuatro años que permaneció viviendo y trabajando en nuestra ciudad de Cáceres, muchas fueron las personas que escribieron sobre él y sobre su incansable trabajo divulgativo. Así hemos encontrado menciones de: D. Publio Hurtado, D, Juan Sanguino, D. Miguel Muñoz de San Pedro, D. Carlos Callejo, D. Vicente González y de D. Antonio Floriano Cumbreño, entre otros, quienes coinciden en afirmar que denominador común de las tareas del Sr. Orti Belmonte, eran su profesionalidad y seriedad histórica en todo cuanto hacía.

Hay que destacar los significativos comentarios que han llegado hasta nuestros días, realizados por el Sr. Floriano Cumbreño y el Conde de Canilleros, entre otros, y reflejados en algunas de sus obras, así como en conferencias y discursos, en los que no escatiman elogios para el Sr. Orti por sus magníficos trabajos de investigación, respaldados siempre por una amplia documentación.

Algunas de sus cualidades eran su sencillez y modestia con las que trataba todos sus innumerables trabajos y logros. Dado a apartarse de los ambientes de admiración que su trabajo de investigación y tarea de profesor le habían hecho acreedor. No aceptaba que le ofrecieran homenajes, en su despedida de Cáceres no encontró manera alguna de oponerse, y de aquel acto que asistió “todo Cáceres”, sólo le gustaba recordar la asistencia al mismo del cartero de su distrito, pues le llevó siete de sus publicaciones para que se las dedicara.

A mediados del año 1951 se traslada a Córdoba, su ciudad natal, para hacerse cargo de la Dirección de la escuela Normal de Magisterio, e impartir clases en el Instituto Nacional de Enseñanza Media.

En el año 1962, viviendo en Córdoba, el Pleno del Colegio Nacional de Colegios Oficiales de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras, y Ciencias, le concedió el premio nacional de colegiales distinguidos, otorgándole la Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio, elevada a Encomienda. Por todo lo cual se le tributó un entrañable homenaje en el salón de actos de la facultad de veterinaria de Córdoba, acto en el que estuvieron presentes muchas personalidades y un elevado número de sus antiguos alumnos.

En nuestros días sorprende, como una persona con una familia tan numerosa (siete hijos), dedicase tanto tiempo a la enseñanza y a la investigación, todo perfectamente ordenado, sin dejar de lado la profunda convicción religiosa, que queda manifiesta en sus asistencias a los correspondientes cultos, además de las oportunas publicaciones que realizó. Todo un ejemplo difícil de imitar, incluso en los tiempos actuales con todos los medios técnicos que tenemos a nuestro alcance.

En los cerca de veinte años que vivió con su familia en la Casa de las Veletas, siendo Director de dicho Museo de Bellas Artes desde el 25 de mayo de 1921 hasta 1943, llegó a conocer prácticamente todas y cada una de las piedras, y rincones de dicho histórico edificio, realizándole unos profundos trabajos de acondicionamiento y mejora, dada la continua incorporación de piezas de tipo a dicho Museo, destacando especialmente la colección numismática de mas de seis mil piezas que dejó clasificadas e inventariadas.

No quiso que ninguno de sus hijos continuaran sus pasos profesionales (Filosofía y Letras), pero sí que todos se preparasen adecuadamente tanto en el aspecto familiar como profesional, sin olvidar por supuesto lo religioso, algo que D. Miguel tuvo muy en cuenta a lo largo de toda su existencia.De esta manera sus hijos, admiradores y obedientes seguidores de las enseñanzas y consejos de su progenitor, realizaron todos sus correspondientes estudios de Magisterio, además de elegir cada uno su oportuna carrera, lo que llenó de gozo y satisfacción a tan feliz y cristiano matrimonio.

El 8 de enero de 1973, fallecía Doña María Alcántara Alcántara y dos días después, es decir el 10, fallece en Córdoba D. Miguel Ángel Orti Belmonte, rodeado de sus familiares y amigos.

Siempre estuvo arropado y animado por el aliento, el cuidado y el fervor de la gran compañera de toda su vida de trabajo, su esposa, que desde la sombra y con la garantía del amor correspondido, vivió entregada solícitamente a procurar el ambiente necesario para su actividad y dedicada a sus hijos, a los que transmitió la adoración y admiración que por su marido y su labor sentía.