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Daniel Aguilera

Daniel Aguilera Camacho, fue un periodista y escritor español. Director y propietario de varias publicaciones a lo largo de su vida, sería autor de varias obras.

Se convirtió en el principal representante del periodismo católico en Córdoba en la primera mitad del siglo XX.​

Llegó a escribir bajo el pseudónimo de «Morsamor».​

Nacido en Baena en 1877, desde fecha temprana se dedicó profesionalmente al periodismo.

Trabajó como redactor de periódicos como El Español y El Heraldo de Baena.

En 1901 sería nombrado director de la revista Vida y Arte.

En 1902 adquirió el periódico conservador El Defensor de Córdoba, convirtiéndose en propietario-director del mismo.

Bajo su dirección El Defensor de Córdoba adoptaría posiciones cercanas al integrismo católico y al tradicionalismo.

Daniel Aguilera también dirigió el periódico El Cruzado de la Prensa​ y la Revista Mariana, publicación de proselitismo católico que se publicaba con carácter mensual.

Continuaría al frente de El Defensor de Córdoba hasta su desaparición en 1938, en plena Guerra civil.​

Además de la profesión periodística, también se dedicó a las letras y publicó varios libros.

Fue autor de obras como lmpresiones de un peregrino de la peregrinación de Osio en el Año Santo (1925), La Prensa cordobesa del siglo XX (1947),​ o El drama de San Pelagio. Poema de la monja sajona Roswitha (1949).

Llegó a ser miembro de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba.

Falleció en Córdoba el 19 de abril de 1955.



Luchas sin nombre

En el batallar constante de la vida, el pensamiento vuela al mañana y sueña con la victoria.

La victoria es para el alma como el luminar esplendoroso del día, que disipa las tinieblas de la noche; es la realización de un ideal tras el que corre; es el alegre despertar de la aurora.

La aurora, exuberante de vida, con plétora de irisados colores, es la ilusión con su polvillo de oro, que nos seduce y atrae, como atrae al niño un juguete, como atraen los ojos fascinadores de una hermosa al hombre de ella enamorado.

El enamorado se ve en sus pupilas y con ella sueña como el avaro con su tesoro.

El tesoro del alma en esta vida es la esperanza, la esperanza en un porvenir risueño, en una felicidad que nunca llega, pero a la que aspira el espíritu que lucha por ella en el batallar constante de la vida y en este batallar constante el pensamiento vuela al mañana y sueña con la victoria.

La victoria llega cuando la esperanza se realiza, cuando la constancia vence, y la constancia vence dejando el alma hecha jirones en los zarzales del camino.

¡Cuántos en esta lucha no ven la aurora que alegra su alma, y su constancia no obtiene premio y caen abatidos sin ilusión y sin fuerzas, desesperanzados de alcanzar la victoria!

¡Cuántos héros anónimos caen para no levantarse!

Daniel Aguilera