Etiqueta el Julio Baldomero Muñoz (Españita)

Las verdaderas víctimas

Acabarnos de ver una caricatura, de cuyo espíritu se desprende una triste y dolorosa tragedia; tragedia, como todas ellas, desgarradora; como ninguna, plena de dolor y tristeza, por cuanto danzan en ella unos desventurados niños…

El lápiz sarcástico de Máximo Ramos ha sabido darnos una tremenda sensación de dolor y desesperanza al comentar, gráficamente, el crimen cometido en Madrid por ese desdichado seudo-procurador Nilo Saiz de Miguel, de tan reciente cuan desdichada historia.

Con unos trazos maestros, el formidable dibujante nos ofrenda la terrible emoción de la tragedia, o por mejor decir, de sus dolorosísimas consecuencias.

En el dibujo de Máximo Ramos aparece una mujer en actitud de demandar pública limosna, y cubriendo con sus harapos a unos desventurados niños, flor de crimen y espuma de desdichas. Al pie de la composición y luego de adivinar un brevísimo diálogo entre la infeliz y un viandante, se leen estas desgarradoras frases:

De la pobrecita Bélgica, ¿verdad?
—No, señor; de la calle de Preciados
.

La ampulosa publicidad que se está dando al crimen de Nilo Aurelio Saiz de Miguel, cometido en la persona del usurero Manuel Ferrero, nos pone en antecedentes de que el presunto criminal vivía con su familia en la calle de Preciados.

¿Comprende el lector toda la trágica psicología de esa caricatura de Máximo Ramos? Porque en rigor de verdad, las indudables víctimas del horrendo delito cometido por ese desventurado Agente de negocios madrileño, son sus hijos, esos desventuraditos que, apenas nacidos a la vida, apenas iniciados en la dicha inapreciable de vivir, se miran aherrojados por la sociedad y en la tristísima senda de todos los cautiverios y todas las amarguras…

Más que el anciano usurero, son víctimas del crimen de Nilo Aurelio Saiz, los hijos de éste. Aquél pagó con su vida la excesiva confianza que le inspirara el Agente de negocios, con quien andaba no en muy limpios trapicheos, dicho sea con perdón de su memoria. Los hijos del desdichado procurador no han muerto, viven, pero una vida vilipendiosa y con estigma, merced a la maldad de su progenitor.

Más les valiera morir, pues que la sociedad, con su estrecho concepto de la moralidad y con su equivocado modo de juzgar las cosas, habrá de cerrar contra esas infelices criaturitas haciendo un escéptico de cada una, capaz de todas las rebeldías…

Esos desventurados no serán de hoy en adelante, en el público concepto, sino los hijos de un gran criminal . Y no valdrá que sigan la senda del bien y que se capaciten para ser útiles a la sociedad: siempre, eternamente, ésta no tendrá para los infelices otra cara que el desdén, ni más consideraciones que las adecuadas a los hijos de un asesino…

¡Como si los hijos fuesen culpables de las malandanzas de los padres! ¡Como si el estigma pudiera ser transmisible!

Un alto sentimiento de piedad, ingénito en cuantos somos padres, nos hace considerar como únicas víctimas de la tragedia que comentamos, a los hijos del tristemente célebre Nilo Aurelio Saiz de Miguel.

Más que nuestras consideraciones, dicen al sentimiento las trágicas frases del dibujante Máximo Ramos, que volvemos a reproducir como expresión del más profundo y tremendo dolor:

—De la pobrecita Bélgica, ¿verdad?

No, señor; de la calle de Preciados.

Españita



Hablando con el «Pavo»

De cómo piensa y habla este popular cordobés

Sorprendemos al artista haciéndose la «toaleta». —¿Le parece que nos vayamos á mi despacho? —Dos «medios» para entenderse. —Otros dos «medios». —Otros dos y un sereno que surge. —Muchos más «medios», el «Pavo», el sereno, el reportero… y el escándalo. —El «Pavo» habla de todo, cuenta su accidentada vida y… va camino de la Higuerilla.

Una noticia con «traza». —Protesta del «Pavo».

Designados por Pedro Moro, el muy culto y admirado director de CÓRDOBA, para interviuvar a los cordobeses de postín, nuestro primer pensamiento es conversar con el Pavo, el más famoso do todos los betuneros si que también el más frigorífico de los ciudadanos.

Enseguida ponemos en ejecución nuestro pensamiento, yendo en busca del personaje.

Hallamos al Pavo haciéndose la toaleta en la fuente pública de San Nicolás de la Villa.

Allí, el hombre, mostrándonos una camiseta a listas horizontales como un cuaderno de tercera, daba mano a su tarea higiénica lavando un pañizuelo de yerbas capaz, por su volumen, de servir de muleta ar divino carvo, el más medroso do todos los toreros.

El Pavo, hombre avezado en todas las lides, nos salió al paso, haciendo él de periodista.

—Esperaba a ustedes, que conste — nos dijo el muy truhán — , subrayando mucho la última palabra.

—¿Y eso? -aventuramos.

—Tenía noticias del encargo que tienen ustedes y me constaba que vendrían a interurbanarme.

—Interviuvarme, señor Pavo.

—Bueno, es igual. No olviden ustedes que yo he sío torero y que entoavía tengo mis resabios lexicográficos; ¡que conste…¡ A demás, sabía que me buscarían, -porque he visto que al Guerra le han interurba… ¿qué? ¡Bueno, lo que sea! Y es lo que me dije, digo: ¿y por qué el Guerra ha de ser más que yo? ¡Ah! pero ahora que caguio: ¡estamos en mitá de la rue! Vámonos a mi despacho…¡Tengan la bondá! ¡No faltaba más! Y recogiendo señorialmente su arquilla, con prestancia de alto prócer, el Pavo nos indicó que le siguiésemos.

Tras él fuimos, resolutos, y cinco minutos después nos hallábamos en el establecimiento de Rafael Martínez, frente a dos clásicos medios del de a veinte, dispuestos al arreglo de los males sociales en un santiamén.

Escanciado el oro de los dos grandes vasos, Lesmes, el popular y feo Lesmes, sirviónos otros dos medios y, tras de aquéllos, otros dos, y así sucesivamente hasta que el Pavo y nosotros hubimos do convenir, juntamente con la opinión del sereno de la calle, que nos hacía amable y gratuita compaña, en que no había más medios disponibles para sobrellevar esta perra vida.

Alternando con el derrame interior de sangre montillana, el Pavo nos contó su vida, nos habló de sus milagros y diónos lustre a las botas. ¡Todo con gracia y gentileza sumas; con donosura sin igual; con frescura sin precedentes…!

El Pavo, por ironías del destino, nació el 69 y es contemporáneo del pae Cañuelo, su gran amigo y valedor, según asegura el ilustre lustrador.

Se llama nada menos que Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez y es, conforme afirma, pariente del marqués de Santa Tila y de Martínez el del Clarinete…

Su época de torero es accidentadísima. Alternando en espantás con el célebre California (EE. UU.), hizo proezas inauditas: desde dejar que le encerraran tres vacas en una tarde, hasta comerse un cherro con papas.

El Pavo nos cuenta que fué él el precursor de la suerte de Don Tancredo, pero en sentido horizontal…

—¿Cómo es eso?

—¡Muy sencillo! Que cuando vía de vení a la vaca, me tiraba ar suelo, me jasía el muerto y ¡como si ná! la res salía de naja como si hubiera golío el cadáver del señor Ferrero.

—Un día, el Guerra, que era quien organizaba las corrías -sigue diciendo el Pavo — quiso que pusiera un par de las cortas en silla. Pedí una silla, me la dieron; se arrancó la vaca, yo salí juyendo y la silla quedó jecha picón. ¡Otra silla! Me gorvió a entra mieo y otra vez se rompió la silla. Así seguí hasta que so hicieron porvo onse sillas. ¡Aquella no era la plaza de toros, sino la cosina de una casa aonde se hubián peloao er matrimonio, las cuñás y la suegra!

Al ver aquello, los peones se llevaron la vaca y er Guerra mandó que me ataran a una silla de las de los paseos. ¡Güeno, la paliza que me dió la vaca la estoy ensoñando todavía!

¡Y que se la voy a perdonar a Rafaé!

El Pavo habla entonces de que el Guerra se lo debe todo: posición, gloria y consideración social.

El fué quien le ayudó a ser torero y el que le protegió en todo instante. No dice que le enseñó a torear, por pura modestia, pero se advierte esta circunstancia a través de sus manifestaciones.

—Y el Guerra— añade el famoso betunero — me ha pagao muy mal. Desde un día que estando yo con la calentura del león tuve que pedirle dos reales pa quinina y me los negó, estoy distanciao de Rafaé… ¡Que conste!

Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez, ahora el Pavo, ha hecho muy patrióticas campañas. Ha estado en Ocaña, en Ceuta y… en San Miguel de los Reyes. Bueno, pero no por malas cosas. En Ceuta estuvo cuando el fijo de aquella ciudad y en Ocaña y San Miguel de los Reyes de veraneo y en calidad de turista.

Nos habla de otra campaña allá por el año de la riá, en que fué sustituto de un quinto de Carcabuey.

Tomó dos mil reales de este muchacho, quien también le pagó el viaje hasta Cádiz. En esta ciudad se quedó el Pavo y allí se gastaron las quinientas del de Carcabuey.

El 95 se marchó a Filipinas, donde él solo, valiéndose de una navaja de afeitar, sin cachas, tomó la posición de Maragü y y mató a seis chinos… ¡Una verdadera heroicidad!

—¡Y que no les valía a los mu ladrones —dice el Pavo— sus lamentos pa que no los apiolara…!

—¿Qué le decían?

— ¡Casi na! ¡Chin-guau-guau-chin-chin-guau…!

—¿Y qué es eso?

—Pos, mira, Pavillo de mi arma, no nos des mulé… ¡Y que yo les iba a jasé caso con aquel lenguaje, que paesía que estaban rascando en un vidrio …!

Queremos que don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez, hombre representativo y grande, figura brillante de la patria chica, nos dé su opinión acerca de los problemas pendientes allende y aquende los límites de la provincia.

Habla de la guerra europea.

Hace profesión de germanofobia.

Odia a los alemanes porque mientras él no prueba la carne, los tíos se tiran ca bisté que les arde el pelo…

En cuanto a la guerra submarina dice, textualmente, lo que sigue:

—Ni bloqueo ni ná; yo acababa con tos los surmarinos echándome a la mar con una traviesa en una mano y la suegra de una rosquilla en la otra. ¡Torpedos! ¡Bah! Si yo me echara al agua después de una tajá ¡adiós tripulaciones! Con el aliento que les echara era peor que los gases asfixiantes! ¡Que conste! ¡Y no es ná mi aliento, hecho a fuerza de sardinas salás y carta negra, vurgo Vardepeñas… !

¡Que no queaba un surmarino, que conste!

También el Pavo nos dice lo que haría con los siete millones del empréstito municipal.

—Compraría un globo y me iría una temporá de Córdoba pa no ver a los munisipales ¡Les tengo una jincha! ¡Se meten con to lo que es progresivo y culto! ¡Pos no me llevan a la Jiguerilla cuando tengo la calentura del león…!

¡Un día acabo con tos! ¡Miá que llevarme a mí preso, benemérito de la Patria por quinse veses!

En la compra del globo se me irían unos seis mil reales. Otra parte del empréstito la invertiría en socorrer a los pobres de vergüenza, con lo cual quiere decir que se me irían mis buenos siete reales, ¡porque mióste que semos pocos los que tenemos vergüenza! ¡Güeno, como que el que no tiene dinero, no tié derecho ni a sentarse de balde en el sine de don Sabino…!

Compraría una casa en el campo con una bodega muy grande ¡No, si me voy a quear de secano, aunque vaya a la Indochina!

Y el resto, hasta los siete millones, los daría a réditos a estilo de cordelillo. ¡Josú: es lo que más produce en Córdoba!

No tienen ustés más que ver que va pa siete años que tomé yo sinco duros pa ir a Graná en er botijo, y después de haber pagao ya serca de tres mil reales ¡toavía debo veintiséis duros! ¿Por qué no hasen ustés una campaña contra los tíos der cordelillo? ¡Malas puñalás les den! ¡Son peores de sentimientos que er capitán Sánchez!

Asentimos a las manifestaciones del Pavo.

El famoso betunero discurre acerca del flamenquismo. Dice que no es más que un negocio explotado por unos cuantos tíos, los más feos de la nación…

—Yo soy— agrega —más feo y más fenómeno que Bolmonte y, sin embargo, no sueno. ¡Y es que no hay quien me ayúe como yo ayué ar Guerra! ¡Que conste!

El Pavo fué actor en tiempos pretéritos, cuando se dedicaba a la aviación.

—Yo he hecho —dice— papeles importantes.

—¿En qué obra?

—En Don Juan Tenorio.

—¿Acaso hacía de Don Juan?

—;Más toavía!

—¿De Doña Inés?

—;Más toavía!

—No sospechamos do qué, insigne Pavo.

—Pues yo hacía, con otros chinorris de mi edad, el papel de maldito, frente a la puerta de la Hostería del Laurel.

—;Adiós, Borras!

—¡Pues no crean ustedes; gritaba lo mío! ¡Que conste!

El Pavo nos habla de sus amistades más caras. Sus amigos más queridos son los Rectores de las parroquias, sobre todo aquellos cuyas iglesias tienen las gradillas más anchas…

—Y es que escojo las más anchas — dice — porque como casi siempre duermo en ellas cuando tengo la calentura del león, temo roar y escalabrarme.

Interviene el sereno, que ya ha perdido su cualidad de tal, para afear a don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez que se halle ya con la calentura del león.

El Pavo le interrumpe viva y enérgicamente.

—¡Miá el curdela éste, que so mueve más que un flan recién hecho! ¡ Anda, hijo, si tiés encima una cogorza que ni las que yo agarro por Semana Santa…! ¡Que conste!

Protesta el sereno y contraprotesta el betunero. Ambos van a acometerse como el vizcaíno y don Quijote en los campos de Montiel; pero hallábanse en tal estado de calentura leonera que ruedan por el suelo con absurda promiscuación de arquilla betuneril, gorra de plato, sable, cepillos, barril de dandy, gamuza y caja de crema.

El escándalo es de los que dan celebridad a una época. Al fin el sereno logra imponerse un poco y consigue llevarse a don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez.

Y allá van los dos calle adentro, en dulce balanceo como las velas de un barquichuelo empujadas por el viento, camino de la célebre Higuerilla, lugar de santidad, donde el famoso Pavo ha dormitado sus más tremendas túrdigas.


Al día siguiente de nuestra entrevista con el Pavo, el hombre viene a nosotros para protestar contra una gacetilla publicada por nuestro querido colega El Defensor, en la forma siguiente: «Anoche fué conducido a la Higuerilla, por embriaguez y escándalo en la calle Morería, el famoso betunero Fernando Pérez de Guzmán (a) el Pavo«.

Protesta éste de que se le haya suprimido el adjetivo de Bueno en su primer apellido y el Martínez del segundo.

Le hacemos ver lo infundado de su protesta, por cuanto el simpático Defensor ha publicado una noticia con traza, como acostumbraba a escribir Cervantes, según afirma el nuevo cervantista Atanasio Rivero.

La noticia de El Defensor no da cuenta de la detención del Pavo, sino de un sermón que ha de pronunciar en breve un predicador famoso. La traza de dicha noticia, fielmente interpretada, como puede ver el que tenga paciencia para acomodar a dicha traza las letras que le convengan, dice así:

E ponemos en conosimiento de los fieles e feligreses q en vreue predgará en la ilesia del Soqorro el famoso qapuchino fraimigel Henrriqez gomes.

Tal es la traza de la noticia de El Defensor y por la que se considera ofendido el famosísimo cordobés don Fernando Pérez de Guzmán el Bueno y Martínez (a) el Pavo.

Entendemos que a nuestro ilustre convecino se le pasará el enojo al ver la traza que nos hemos dado para descubrir la traza de la molesta noticia.

Y hasta otra.

Españita



Películas de Andalucía

De Colón a Belmonte pasando por Blasco Ibañez y Zamacois

El domingo terminó en Granada la confección de la notable película «Vida de Cristóbal Colón».

El sábado anterior se impresionó en la placeta de San Nicolás la reproducción del célebre cuadro de Pradilla, figurando la entrega de la ciudad a los Reyes Católicos.

En la confección del cuadro intervinieron los mismos artistas ya mencionados en la relación que hicimos días anteriores, y además numerosas fuerzas de Infantería y Caballería, uniformados conforme al estilo de aquella época.

En la mañana de ayer salieron todos los artistas con dirección a Valencia, donde se están terminando las carabelas que han de figurar la salida de Colón para América.

(Gaceta del Sur del 22 de Agosto de 1916.)

Perdona, lector, que, una vez más en mi vida, hoy ponga paños nuevos al púlpito y, colgándolo con los más preciados atavíos de que suelen sor adornados los púlpitos, te hable desde él en honor y loa de mi gentil Granada.

Perdóname, y no tomes a mala parte lo que luego he de decir, que más que en desdoro de ésta tu no menos hermosa tierra, irá en derechura de corregir defectos de que adolece y de los que quisiera verla limpia para su mayor gloria.

Lee, hermano, los párrafos que integran el dístico de esta croniquilla y ve si al final de ella no estamos de perfecto acuerdo, por que andaluces somos los dos y tan apasionados uno como otro del lar en que mecióse nuestra respectiva cuna.

Tú, como yo, desearás para tu nobilísima Andalucía lo que más la enaltezca y glorifique. Por eso, cuando acabes de leerme, espiritualmente tenderás tu franca diestra para decirme con tu lealtad ingénita: He aquí mi mano amiga: estréchala entro las tuyas y selle este acto fraternal la devoción hacia mi Córdoba, que al través de tus escritos se advierte.

Y así es en verdad, hermano lector, que jamás mi pluma humilde hizo otra cosa que alabar a Córdoba y poner al servicio de esta noble ciudad lo más honrado de su discurrir por las cuartillas.

Veamos, pues, ahora si nos entendemos. Creo que sí.

He ahí a mi Granada manifestándose en toda la plenitud de su cultura y de su gusto artístico, dejando que en su recinto, emporio de poesía y belleza, cuna de artistas y de poetas, sea impresionada una película histórica de un valor instructivo realmente insuperable.

¡La vida de Colón, el descubridor de un mundo, el genio inmortal de un pueblo fuerte y grande! ¿Cabe asunto más hermoso para unos films, como ahora se dice?

Va para dos años, Granada entera apedreó y persiguió sañudamente, hasta hacerla desaparecer, a una cuadrilla de peliculeros que fué a falsear el alma granadina impresionando una película con absurdas tonalidades de pandereta desacreditada.

Esa misma gente estuvo en Córdoba y, aparte la protesta de la prensa, campó por sus respetos y se llevó en el objetivo do varias máquinas fotográficas escenas de una Córdoba que no existe, por absurda y estúpida; de una Córdoba que ni Gautier ni Merimée hubieran pensado en sus inspiraciones hiperbólicas.

Y Córdoba no protestó, por abulia, por esa pereza ingénita quo la hace insensible y que tanto daño la proporciona.

Andalucía es Granada y Andalucía es Córdoba, como a la bella región pertenecen Sevilla, Málaga, Cádiz, Almería, Huelva y Jaén. Esto pertenece a la Geografía elemental; pero conviene distinguir dentro de Andalucía por lo que hace a costumbres, hábitos y gustos.

Siendo Granada y Sevilla, por ejemplo, zonas integrales de Andalucía, en la primera de las ciudades citadas no se consentiría lo que en la segunda se permite.

Esa película que hace poco impresionó en Sevilla don Eduardo Zamacois con la vida, andanzas, milagros y desaguisados del famoso Juaniyo Belmonte, en Granada no habría sido permitida.

Allí, en Granada, no se siente el flamenquismo. No tiene ambiente alguno. Las glorias del torero, con ser todo lo respetables y dignas de admiración que quieran los gonfalonieros del flamenquismo, importan menos, infinitamente menos que la más humilde obra del más modesto de los trabajadores.

Cuando más, un torero en Granada sirve para que los chaveas se planten ante él con el objeto de quedarse estupefactos y compararlo con sus respectivas hermaniyas porque, como ellas, tiene su miaja de trenza…

Por esto, por lo otro y por lo de más allá, en Granada no es posible impresionar peliculeramente la vida de ningún Terremoto.

¡Poco odio y terror que se les tiene a los terremotos desde el año 85!

Y, sin embargo, en Granada es factible, y se aplaude y se facilita la impresión de una película de la vida de Colón.

¡Ya podía acorazarse el señor Blasco Ibáñez si fuese a la bella ciudad de la Alhambra con la petera de tomar ambiente para peliculear su novela Sangre y arena!

Los granadinos no comprendemos que haya otra sangre que la del hombre al servicio del trabajo, ni más arena que la empleada constante y tenazmente en levantar aquella fábrica azucarera, aquella otra de tejidos, este molino harinera o aquel otro gran hotel con destino a la industria de su clase.

La otra sangre, la que anubla los cerebros de los aficionados al toreo, viéndolo todo rojo… y oro, se invierte en suculentas morcillas para el yantar diario…

Volvamos al motivo primordial de esta croniquilla. Ved, lectores, qué clase de películas se impresionan en Granada. Ved cómo rodará por el mundo, instruyendo y deleitando, la vida de Cristóbal Colón, el formidable navegante.

¿Cuanto mejor y más bollo y más español no esto que las andanzas, estrecheces, glorias y… orejas de Belmonte?

No estarán de acuerdo conmigo ni Zamacois ni Blasco Ibáñez ni los que del flamonquismo hacen un culto; pero yo estimo que es más emocionante y más instructiva la salida de Colón del puerto de Palos de Moguer, camino de un soñado continente, que al fin se descubre, que la de Belmonte por la puerta grande de la plaza do toros de Madrid, triunfante y harto de palmas, camino de la Clínica H o de la consulta B, don-de han de curarle de la paliza quo le diera el cárdeno, ojo de perdiz y mogón del derecho, de la ganadería tal o cual…

Lo primero, sobre instruir y emocionar, da idea de la entereza de una raza grande, fuerte y abnegada; lo segundo, es reflejo fiel de la decadencia y envilecimiento de buena parte de esa misma raza.

Y nada más, lector amigo: toma el espíritu del presente articulejo y no veas en el sino mi amor a toda Andalucía, ésta Andalucía tan buena, tan franca y tan leal, que si usara de su ingenio y su laboriosidad en sentido francamente antiflamenquista, sería lo que para gloria de la Patria amada fuera en pasadas décadas: emporio de donosura, de sabiduría y do gentileza.

Julio Baldomero Muñoz



De todo lo que nos pasa la guerra tiene la culpa

A neutrales y beligerantes, el pavoroso conflicto europeo nos trae de cabeza, como solemos decir los clásicos.

A unos, los segundos, por las horribles consecuencias de la trágica matanza, segadora contumaz de millones de vidas; a otros, a los neutrales, por las derivaciones económicas de la hecatombe.

Nada existe hoy sobre la haz de la tierra que no guarde íntima relación con el espantoso conflicto.

Yo creo que hasta el canto de los grillos está íntimamente ligado a la guerra europea.

Se me preguntará qué relación, puede haber entre dicho canto y la conflagración mundial.

¿Y entre los tomates, por ejemplo, y el mismo espeluznante conflicto? Pues la hay, lector amigo.

Acercaos, para comprobarlo, a cualquier puesto de verduras y os convenceréis de ello.

—Deme un kilo de tomates.

—¿Sabe cuánto vale?

—¡Qué sé yo; pero costará lo de siempre!

— ¡Ah, no, señor! Ahora vale un real más que antes.

¿Y eso?

—¡Por la guerra ..!

¡Por la guerra! ¡Como si los insípidos y humildísimos tomates tuviesen algo que ver con la batalla de Verdún o el asalto francés a la cota 287 alemana!

Y no traten ustedes de que les expliquen el por qué de haber aumentado en un doscientos por ciento el precio de todos los artículos de primera necesidad: el pan, los garbanzos, el arroz, las judías, el pescado, todo…

La explicación será siempre la. misma: ¡la guerra!

Todavía transijo con la elevación de precios en algunos artículos citados, ya que la codicia y el patriotismo de algunos puntos hicieron que la exportación rebasara los límites de lo decente; pero con el sobreprecio en los tomates… ¡con esa no transijo!

Ni con eso, ni con que los melones valgan actualmente doble que costaron siempre. ¡Como si la producción de esa fruta no aumentase en España de año en año! ¡Con los melones que sobran en nuestra país…!

Pero por todo lo dicho se puede pasar, menos por que les simpáticos
fígaros cordobeses hayan aumentado el precio de sus servicios en un ciento por ciento.

Yo creo que para ello ha influido, también, la guerra europea…

—Maestro: vengo a cortarme el pelo.

—¿Ha leido el cartelito?

—¿Cuál?

—Ese que ve usted ahí.

— ¡Demonio! ¿Dos reales por pelarme?

Nos explican que la medida adoptada sólo tiene aplicación los domingos y días festivos y nos hacen otras consideraciones que no aciertan a convencernos.

Por lo que hace a mí, yo creo que la subida de precios en los pelados obedece a la guerra europea. Como obedece el sobreprecio en los tomates, en los melones y en las verdolagas…

¿Qué otra explicación puede darse, que sea satisfactoria, al parro-quiano?

Los barberos, horrorizados ante el apocalíptico espectáculo dela gran matanza, han tenido la humanitaria idea de subir el precio de los servicios a fin de engrosar con sus óbolos los ahorros de la Cruz Roja.

¡Porque es indudable que ese realito que nuestros fígaros cobran de más por cabeza pelada, va a manos de la humanitaria institución, ya sea para socorro de heridos o alivio de caminantes!

Es decir, que ahora y merced a la innovación, nos toman dos veces el pelo: cuando nos decapilan y cuando nos cobran …

Verdad es que sólo lo hacen los domingos y días festivos; pero ya es bastante en un país donde cuando no es domingo lo hacemos y cuando no hay fiesta alguna que guardar, la inventamos…

A la genialidad de los simpáticos barberos cordobeses debemos oponer otra genialidad los parroquianos.

Dicen aquéllos que la medida tomada es para evitar la aglomeración de público en días feriados. Está bien. Vamos nosotros a no concurrir a las barberías sino en días ordinarios y además… a no dar propina.

¡Es también una ideíca que podemos poner en práctica inmediata escudándonos en la guerra europea, que torna a los dadivosos en avaros y a los exquisitos en insensibles…!

Españita



Julio Baldomero Muñoz (Españita)

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Nacido en Maracena (Granada) el 1 de octubre de 1883.

Su afición literaria y periodística le lleva a escritor en el «Defensor de Granada» y «Noticiero Granadino».

En 1910 colabora con el periódico de Córdoba «La Opinión».

Al desaparecer esta cabecera se acopla a la redacción de «El Liberal».

También escribe en el «Diario de Córdoba». En todos ellos se distingue como excelente reportero y buen crítico.

Funda la revista «Patria Chica» y firmaba con el seudónimo de «Españita» por lo pequeño de su estatura, pues medía poco más de metro y medio.

Esta revista se vendía como las rosquillas. Una página de ella, «Al que le de que perdone» y por su desenfadada y talentuda crítica, hacía bueno el código ético de todo buen periodista La ciudadanía cordobesa gozaba con «las cosas de Españita».

Dirigiendo esta revista fue nombrado jefe de Pósitos de las provincias de Jaén y Córdoba.

A propuesta de Don José Sánchez Guerra, político importante de Córdoba, fue designado secretario particular del Gobernador de Córdoba y Provincia Don Manuel Suca Escobar.

En 1931 marcha a la capital de España y fue jefe de administración de primera clase en el Ministerio de Agricultura. Mas su vocación periodística no le abandona y hasta su última hora está en la brecha.

Muere el 27 de febrero de 1951.

A este granadino se le debe el que, por iniciativa suya, se creara la Asociación de la Prensa de Córdoba.

Entre sus fundadores: Francisco Cabrera, José Castillejo de la Fuente, Antonio Arévalo, …

Desde su revista había propiciado que a la antigua calle Librería se le diera el nombre de Diario de Córdoba, decano de la prensa cordobesa (1930).

DESDE 2015, TIENE UNA CALLE EN CÓRDOBA

Se le recuerda en Córdoba con el nombre de la Calle Julio Baldomero Muñoz «Españita» . Ubicada en el Polígono del Santuario (Fuensanta), esta vía desemboca en la principal calle de Nuestra Señora de Belén.