Etiqueta el Sábado 19 de Agosto de 1916

El gran problema del saneamiento en Córdoba

Lo que ha contestado el pueblo a los proyectos del alcalde

Pesa sobre Córdoba un problema sobre todos los problemas, que es el del saneamiento de la ciudad; con razón se le puede llamar, como yo lo he hecho antes de ahora, «el gran problema».

Problema primordial y por excelencia, que está por encima de todos, y la razón es sencilla. Para las ciudades como para los individuos, lo primero es vivir, comer, respirar; luego vienen los trapos y los lujos, los muebles y los adornos.

Muy hermoso, hermosísimo, es que las ciudades tengan buenas calles, buenos paseos, tranvias, recreos, jardines, parques, monumentos y bellos edificios… como muy hermoso es tener en una casa cuadros y piano, muebles y esculturas, pero lo primero es que el dueño tenga pan para comerlo, aire para respirar y agua para lavarse.

El secreto de la economía colectiva, igual que el de la economía individual, es atemperar los gastos al verdadero orden de nuestras necesidades y no gastar sombrero si no se tiene antes lleno el estómago (porque resultaría un sombrajo sobre un cuerpo muerto), como no se puede pensar en construir un gran edificio sin antes sanear, limpiar y purificar un suelo sucio, infecto ,putrefacto, esponja de detritus… como es el de Córdoba.

Menos mal que ya el verdadero problema de Córdoba, que es este, va empezando a ser conocido y a preocupar a la opinión del pueblo, y ese primer paso de conocimiento de un mal para poderlo remediar está ya hecho en Córdoba. Creo que el pueblo está ya convencido de que el gran problema de esta ciudad es el problema de su saneamiento.

El éxito grande que el proyecto del Alcalde ha tenido y el aplauso unánime y general que el público le ha otorgado (ahí está lo que se ha dicho en la información pública para comprobarlo); el éxito grande, digo, del proyecto de saneamiento, a eso ha sido debido de un modo indudable: al convencimiento que ya tiene el pueblo de Córdoba, directores y dirigidos, de la necesidad imperiosa de sanear la ciudad. Y tan convencidos como podemos estar todos, pues es sencillamente cuestión de vida o muerte.

El momento actual, pues, no podía ser más oportuno. Tal vez hace veinte años no hubiera tenido la aceptación que hoy dia, porque tal vez no tal vez, sino seguramente –hace veinte años no estaba el público tan convencido como lo está hoy de la necesidad de la higiene y salubridad de la ciudad.

Esta oportunidad de los proyectos del Alcalde no les quita mérito, antes bien lo comprueba, puesto que el mejor director de multitudes es aquel que en el momento oportuno sabe ponerse delante de ellas en el mismo anhelo de petición o reforma, ha dicho un pensador contemporáneo.

Como buen Alcalde demócrata, D. Salvador Muñoz Pérez, quiso que la opinión pública colaborarse en su obra y, altruista, entregó su proyecto al pueblo para que lo criticase y, sin acordarse de su amor propio y de aquello de que a las obras de nuestra inteligencia las queremos como a nuestros hijos, lanzó a los cuatro vientos su idea con una hermosa divisa: si es buena, aceptadla; si es mala, corregidla; si es regular, enmendadla… pero de todos modos, colaborad en ella, porque es por Córdoba y para Córdoba; por el bien de todos nosotros y nuestros sucesores, y a esto no se puede ni se debe negar nadie, en ello hay que poner las manos para ejecutar, la cabeza para guiar o por lo menos el corazón para sentir….

Elogiable ha sido el procedimiento seguido por nuestro Alcalde, y los que sentimos el anhelo del gobierno por el pueblo, los que soñamos con una democracia, árbol frondoso que dá sus frutos en lo alto pero nacido en una raigambre ciudadana humilde, que es de donde toma su savia, no podemos menos de aplaudir este intento de participación ciudadana en las resoluciones que atañen a la colectividad.

Procedimiento más cómodo podía haber tomado el Alcalde de Córdoba para aprobar sus ideas contra viento y marea, dado caso que hubiera habido inconveniente ú oposición .. Un «ukase». presidencial y una votación con mayoría, hubieran resuelto el asunto en breve tiempo. Así dicen que se ha hecho en una ciudad no muy lejana (sin que yo lo sepa con seguridad).

Aún así, hubiera sido abonado por aquel pensamiento que al malogrado Canalejas, aún siendo demócrata, le oi yo decir una vez en un Congreso Médico: «el único absolutismo compatible con los tiempos presentes es el absolutismo higiénico, es aquel que se ejercita en nombre de la salud pública».

El proyecto actual, que se debate en Córdoba es, ante todo y sobre todo, un proyecto de salubridad. Ya ves, lector, que hasta el gran demócrata Canalejas hubiera perdonado en este caso el absolutismo de una mayoría. Pero aún así, el actual Alcalde no ha querido hacerlo, y ha hecho bien, más que con la participación y colaboración de todos los cordobeses a quienes ha pedido aplauso o censura, apoyo o crítica, pero de cualqUier modo colaboración en esta obra esencialmente pró Córdoba. Y el pueblo de Córdoba ¿qué ha contestado, qué ha dicho ante el proyecto del Alcalde? . .

Eso es lo que yo debía haber escrito en este artículo; para eso me puse a escribir y lo encabecé, pero sin darme mucha cuenta, pues la pluma parece que se ha ido sola, he ocupado ya una porción de espacio. No es posible ahora prolongar esto todo lo que el asunto merece. Dios mediante, ya lo iremos siguiendo. Quien hace un cesto hace ciento, si le dan mimbres y tiempo. El tiempo anda muy escaso, pero los mimbres, según dice la Administración de la Revista, van a estar muy abundantes. Con desear que así sea y con enviarte mi saludo, lector, me retiro por el foro, no sin decirles antes a los redactores de Córdoba: amigos cordobeses aquí tenéis cumplida la petición de la pobre firma del

Dr. Gómez Aguado.



Los verdaderos miserables I

Al incubar el progresivo cerebro de nuestro director la idea de creación de éste semanario usó de los inmercesibles materiales, gloria de un siglo y de una cibilización, nombrados tolerancia y altruismo y supo hacer plástica y real, la ideológica necesidad de ofrecer una vez al anhelante de cultura o de opinión, un remanso donde frenar, por la sabida comparación, la antítesis buscada, los ímpetus del espíritu habituado por carencia de contraste, a sentir, pensar y querer en un solo y determinado sentido y quizá, quizá siguiendo una senda prefijada por otros cerebros que o supieron imponerse o allanaron y desbrozaron el camino, sin saber, querer ó poder desviarse por poquedad intelectual ó cansancio ante el menor esfuerzo de raciocinio y llaman infalible al periódico partidista que en ocasiones habla a los sentimientos y al cerebro solo para ocultar entre los agrados pliegues de la bandera de su idealismo, la podrida mercancía de su egoísmo, de su medro, de sus ambiciones, y a veces, a veces de su inmundo vasallaje para con el que sabe hacerle donación de la grasa necesaria que evite el enmohecimiento de la rotativa… y del estómago, y en él hallan completa enciclopedia que, poco a poco van transformando la substancia pensante de su cerebro, en caja de imprenta inactiva, inerte hasta que los caracteres son recogidos y convenientemente agrupados en galerines por el automático tipógrafo, el rotativo diario.

Pensar por si ante los hechos, he aquí nuestro lema. Dar cabida a todas las ideas, aun las mas distantes, dentro siempre de una sana moral, he aquí la tendencia.

Estos fueron los limites que nos impuso nuestro director y en ello hemos de desenvolvernos.

Y como la frase que encabeza estas lineas pudiera poner espanto en espíritus más hipócritas que tímidos, cúmplenos pedir calma.

Tolerancia, libertad tenemos, y una úlcera social hemos de poner al descubierto; pero nuestros tonos no serán apocalípticos a lo Jeremías, no han de ser explosivos y demoledores a lo revolucionario.

Queremos actuar de médicos sociales y al encontrarnos con llagas, úlceras, saniosas y fétidas, de marcha progresiva. antes de emplear el cauterio o el bisturí, habremos de agotar todos los recursos modificadores que en abigarrada extensión nos ofrece la terapéutica social.

La verdadera miseria, el verdadero proletariado, los ilotas del siglo veinte; este es nuestro tema, y con fruición hemos de dedicarnos a mostrarlo al desnudo, sin velos ni cendales que oculten sus lacerias, y con el sano deseo de limpiarles la podre de su cobardía, causa única de su servilismo físico y miseria espiritual.

Y bueno es digamos ya que el proletariado de nuestro tema no es el proletariado oficial, no es lo que hemos dado en llamar con tonos sonoros verdadero pueblo, no es lo que alguien, equivocadamente, llama clase baja, clase inferior. No, que nosotros dividimos la humanidad en dos castas: los que son algo, los que saben pedir e imponerse, los que saben hablar de derechos y se hacen respetar, y los inertes, los incoloros, los que no son nada porque no tienen más impulsos que un cobarde egoísmo y solo saben temblar.

Aquellos son los de arriba, las clases directoras la aristocracia de la sangre y del dinero, y los de abajo, los que supieron hallar el dios unión, transformándose en aristócratas del terror y de la fuerza.

Y estos, los nuestros, la segunda casta, son los de enmedio, los que de un lado reciben el latigazo de los de arriba y de otro la afrenta sarcástica de la carcajada de los de abajo.

¡La clase media!

Sí, la clase media, es la verdadera oprimida, la verdadera miserable; pues si mucha miseria hay en los de abajo, como más tarde veremos, siempre es ínfima comparada con la que padecen los nuestros.

Ecuánimes, sin estridencias, diremos la verdad.

Redacción



El Campo de la Verdad

Discutido ya, en tesis general, el tema de la Urbanización de Córdoba, con motivo de la reciente información pública municipal, y estimando que el asunto es de interés general, ya que las condiciones de salubridad de la ciudad en que vivimos tanto influyen en nuestras personas, vamos á tratar aquí un punto concreto, interesante como todos: el de la urbanización, saneamiento y reforma del Campo de la Verdad.

He aquí una descripción sobria de este barrio, hecha descarnadamente, como es preciso, para conocer la necesidad y urgencia del remedio.

Al Sur de la ciudad, unido a ella por un magnífico puente, yace este suburbio de 130 casas, ocupando unas catorce hectáreas de terreno limitado por la curva elíptica del río en la mitad de su perímetro y el resto por la red de carreteras y caminos que convergen en la ciudad y alguna huerta que indica el comienzo de la Campiña.

El subsuelo está infectado por los pozos negros y estercoleros que contaminan hasta las aguas de sus pózos, usadas para beber.

El suelo de sus calles es también terrizo con desniveles que producen la detención de las aguas pluviales meses enteros del año, formando charcas infectas que son cultivo eficaz de gérmenes palúdicos.

Las calles no están sometidas a un trazado racional ni planimétrico niltimétrico, alineándose las fincas unas con otras a capricho, Como en los tiempos primitivos, como en las aldeas.

Las casas son de construcción y distribución rudimentaria y en sus locales se busca más la comodidad de las bestias que de las personas.

No hay idea de principio higiénico.

La Iglesia, en su plaza central, tiene cementerio anejo todavía y allí sigue enterrándose a los vecinos, como en los tiempos medioevales.

Para Espuela sirve una habitación cualquiera de una casa particular sin condiciones higiénicas ni pedagógicas de ningún género.

Como barrio pobre hay plétora de chiquillos, aunque mueran la mitad de los que nacen y el resto se crien insanos, y allí juegan con los pies descalzos sobre las charcas sucias, unos; se revuelcan con los cerdos, que hociquean la yerba al aire libre, otros; husmean, estos, en los montones de estiércol y basura; apedrean perros aquellos…

Los mayores no tienen más sitio de recreo que la taberna, ni conocen más diversión que el juego, o la bebida, ya que pocos saben leer.

Las basuras de la ciudad se vierten en un extremo de este barrio y sobre ellas hay alguna choza habitada y se recrían pavos y otros bichos.

Rodeado el barrio del Guadalquivir caudaloso, el agua se desliza inútil sin fertilizar un árbol, ni dar vida a un jardín. No hay un lavadero, no hay baños. El líquido, que es mina de belleza y de bienes materiales, sólo horrores ha inspirado en el barrio que ha visto desaparecer una calle entera en varias de sus sucesivas avenidas.

¿Es que este lamentable estado de cosas es irremediable, a no ser a costa de grandes dispendios?

Nada de eso.

Aunque con la concisión que exige la dimensión de un artículo periodístico, vamos a anotar los extremos principales que habrán de comprenderse en un Plan de urbanización del barrio, haciendo de paso algunas consideraciones sobre su coste:

1º – Ante todo aquella ribera del río y los sitios hondos del campo necesitan ser poblados de árboles, entre los que deben abundar los eucaliptos. Sería el Complemento más eficaz y definitivo de la defensa que se está haciendo de la margen izquierda; transformarían en salutíferos aquellos contornos; crearíase en pocos años una riqueza arbórea de gran valor; se hermosearía el sitio y se daría más bellas vistas á la ciudad.

El coste de los planteles es bien pequeño, para el municipio insignificante, ya que seguramente los viveros del Estado contribuirían; y aunque tuviera que adquirir los eucaliptos, el millar de eucaliptos globulus ó rostrata no vale más que 40O pesetas.

Pero si aún quisiera evitarse estos pequeños gastos reproductivos, por el artículo 57 de la Ley de Aguas, puede reclamarse que los haga la Administración del Estado.

2º – Debe planearse un trazado racional para la reforma y ensanche del Barrio, e iniciar las obras.

Se presenta en este conglomerado urbano el caso curioso de haber formado espontáneamente un sistema viario radial, hoy tan preconizado.

A su Plaza de la Iglesia como centro concurren la Acera de Granada, la calle Rinconada, la de Miraflores, la de Jesús, la de Martín López y la Acera del Arrecife unidas por otras transversales.

Este trazado debe conservarse, perfeccionarse y sobre todo completarse con la parcelación del espacio comprendido entre el río al Sur y la carretera de Madrid a Cádiz al Norte, la Plaza de la Iglesia y el cordel de la Mesta, que necesita regularizarse.

El proyecto, suponiendo que se hiciera independiente del de alineación y ensanche de la población, podría estudiarlo la Oficina técnica Municipal, con lo que resultaría gratuito.

En cuanto a las obras de urbanización, podrían dedicarse las 60.000 pesetas que, hipotecando los 30.000 metros de solares edificables que a favor del Municipio quedarían, podría obtener el Ayuntamiento.

Esta hipoteca se pagaría pronto vendiendo solares que habrían de aumentar mucho de valor al sanear y embellecer el Barrio y cuando el Municipio empezara a darle estimación elevando algún edificio, la Escuela, por ejemplo. Contribuiría también a hacer apeticibles los solares, la aplicación de los beneficios de la Ley de saneamiento y mejora de las grandes poblaciones (exenciones tributarias por veinte años a los edificios que allí se construyan, dispensa de los derechos reales y de timbre a las trasmisiones, etcétera).

Y, si no de otro modo, podría fomentarse la construcción favoreciendo la formación de una cooperativa de construcción de casas que transformara aquel barrio en poco tiempo en una pequeña ciudad jardín.

3º – Uno de los edificios, que imprescindiblemente debe elevar en este Barrio el Municipio para cumplir un deber moral con ese centenar y medio de vecinos, es una Escuela, para niños y niñas, en una de las más amplias manzanas que en el proyecto de urbanización resultara, haciendo un edificio económico sí, pero que no careciera de amplio jardín buen campo de recreo, su gimnasio y sus baños.

Podría reducirse al mínimo la parte edificada, tendiendo a hacer de esa Escuela un jardin de la infancia, una Escuela del bosque, respondiendo a esas tendencias pedagógicas modernas que propagan la enseñanza al aire libre.

Establecer este servicio docente costaria, claro es, algo más que las 2.130 pesetas que por sueldo de dos maestros, material y locales abona hoy el Municipio, pero tendría una eficacia de que hoy carece.

Y es hora ya de convencernos de que esto de despertar y encauzar inteligencias es lo más reproductivo, lo más provechoso y fecundo, que puede realizar un Muincipio.

Las Escuelas han transformado en ricos y prósperos los pueblos que admiramos en otros países.

Debe además pensarse que aquel Barrio necesita que se le faciliten otros servicios administrativos, culturales, de beneficencia etc.

4º – Debe cumplirse radicalmente, con las modificaciones que imponga la profesión agrícola de la mayoría de los vecinos del Barrio, las disposiciones de policía urbana; vigilando la instalación de cuadras, gallineros, etc; no permitiendo los depósitos de pienso en las cercanías; enseñando coactivamente a transformar los pozos negros en fosos sépticos, cuyas aguas ya inmunizadas podría emplear para abonos, y en tanto no se construyera la sencilla red de alcantarillado que se requiere.

Las basuras deben aprovecharse como se hace en otros países, dejando además de ser foco de infección.

El cementerio debe clausurarse.

Las vidas humanas que habrían de salvarse representa mucho más valor que el ínfimo que supone las reformas indicadas.

Estos son, esquemáticamente perfilados, los puntos principales que debe abarcar el Plan de urbanización del Campo de la Verdad.

Creo haber demostrado cuan necesario es; el poco gasto que representa, tranformar este suburbio insalubre y feo en un apacible paraje, bello y sano.

Brindamos la idea a la nonnata Junta de saneamiento y reformas de la ciudad de Córdoba.

Francisco Azorín



El Alcázar y la cárcel

Las frases vibrantes de emoción y los nobles impulsos de los penitenciaristas han pasado por muchas poblaciones españolas como un claro río de sentimentalismo que apenas ha bastado a lavar los sillares carcomidos de las cárceles. Y si las voces de los amantes de nuestra reforma penitenciaria, siempre han clamado en el desierto, las protestas de artistas y arqueólogos alguna vez han sido oídas, como en 1893, cuando se suprimió el penal de Palma de Mallorca, establecido en el exconvento de San Francisco, «maravillosa joya del estilo ojival».

Pero otras ciudades no tienen la fortuna de Palma de Mallorca. Y Jaca posee una cárcel del siglo XIII, y el Puerto de Santa María cuenta con un presidio en la basílica de San Juan de Letrán, y Córdoba… Y casi toda España dedica a cárcel los almacenes inservibles, los conventos abandonados, las fortalezas desguarnecidas, los caserones inútiles… como si la salud social, que es la honradez, no necesitase de amplias y ventiladas enfermerías donde curar esos males sociales que se llaman miseria y delito.

Cada día que pasa, el castigo por el castigo pierde terreno, y frente a esta vieja idea (mal por mal) se alza la nueva tendencia de justificar el castigo en nombre de la defensa social y con el objeto de procurar la utilización de los delincuentes. ¿Qué importa recluir en una prisión al reo, si se sabe que al librársele está tan en peligro de cometer delitos como al entrar? Por otra parte, ¡qué inmenso beneficio resultaría para la sociedad, de la conversión de las energías criminales en honradas! El ánimo, el valor, la paciencia, la fuerza de voluntad… empleados en los crímenes ¡qué maravillosas obras producirían si se encauzaran hacia la honradez!.

¿Cómo conseguirlo? Por la educación penitenciaria. El delincuente que trabaja, que recibe una constante instrucción moral y que vive higiénicamente, ha adquirido en la prisión hábitos que con poco esfuerzo conservará, cuando vuelva a la libertad. El que vive én la ociosidad,aprendiendo las fechorías de sus compañeros de reclusión (más admirados cuanto más perversos) y habitando cuadras míseras e infectas, al verse libre volverá sin dificultad a su antiguo modo de existencia.

En España y particularmente en Andalucía, el problema penitenciario no ha de resolverse orientándose hacia la arquitectura celular, costosa e inútil, sino tendiendo a la colonización agrícola. Los dos o tres centenares de reclusos que ocupan el patio y varias míseras cuadras (dormitorios) de la cárcel de Córdoba, costando al Estado y a la provincia una elevada cantidad en manutención y custodia y envilenciéndose con el contacto de sus mutuas impurezas, podrían aspirar a una vida libre, fecunda y honrada si cada día recibiesen la caricia del sol trabajando la feraz tierra de los campos andaluces.

Muy fácil sería de conseguir. Un destacamento penal –que autoriza nuestra legislación– saldría de la prisión de Córdoba para construir lo más indispensable de la colonia agrícola; y una vez edificado esto, se trasladaría lá población penal, que concluiría la obra.

Así la reforma penitenciaria daría un nuevo paso; el Alcázar real de Córdoba se destinaría a objeto más adecuado que lo está; las corporaciones públicas obtendrían ingresos de la colonia, y se habría actuado la hermosa frase francesa: «la redención de la tierra por el hombre y del hombre por la tierra».

Federico Castejón



La industria agrícola y el problema agrario

Para fijar con toda exactitud los conceptos y puesto que sólo a nuestra región, a nuestra patria chica nos referimos, hemos de sentar como fundamento de nuestro estudio el carácter circunstancial que distingue a las cuestiones agrícolas, que en cuanto a las agrarias, si bien más generales se modifican esencialmente, sin embargo, en grado superlativo, por las condiciones especiales del lugar y del tiempo.

Varían, pues, unas y otras, las agrícolas y las agrarias, según las circunstancias especiales y propias del lugar en que se estudian y del tiempo en que se realizan y como para nosotros el interés más directo es el del lugar en que vivimos,a él sólo hemos de referirnos, teniendo en cuenta las circunstancias especiales que en él concurren en el tiempo presente, pero mirando al porvenir y aprovechando las enseñanzas del tiempo que pasó.

Generalmente, por otra parte, se usan como sinónimas las palabras agrícola y agraria y, aunque una y otra expresen ideas que se refieren exclusivamente a la agricultura, hay, sin embargo, una gran diferencia entre ellas, puesto que expresan ideas muy distintas y entrañan conceptos de índole muy diferente.

La cuestión agrícola es el accidente, el problema agrario es lo fundamental; la cuestión agrícola puede resolverse y de hecho ha sido resuelta por muchos agricultores, con perfeccionamiento en los procedimientos del cultivo de las tierras; es una mera cuestión de producción; el problema agrario sólo se resuelve modificando la propiedad, alterando el actual concepto de este derecho y restituyéndolo a límites distintos de los que hoy goza; es, pues, un arduo problema que no puede ser resuelto por la actividad individual aisladamente, como la cuestión agrícola, sino que es preciso el concurso de todos, del Estado, del propietario, del colono y de todo aquel que transporta, distribuye o consume los productos de la tierra; es, por tanto, precisa una modificación esencial, para hallar una solución al problema agrario.

Son circunstancias que se oponen a su solución, el acaparamiento de grandes extensiones de tierras, por un solo propietario, el latifundio en todos sus grados, formas y manifestaciones, las tierras incultas, los cotos de caza y las dehesas de reses bravas para lidia; todas estas circunstancias, fuertemente sostenidas por un equivocado concepto de la propiedad de la tierra, por la influencia poderosa de los intereses creados mantenidos por el compadrazgo político, por el egoísmo de los que están en posesión de las tierras y por la incultura que a todos nos domina y que fieramente se manifiesta en el pueblo por el culto a la torería y a la taberna, hacen, todas juntas que sea difcilísima la solución del problema agrario, base y fundamento de la Sociedad y del Estado.

Pero como el daño que estos males producen es cada vez mayor, como cada momento sentimos todos crecer sus perniciosos resultados, como de día en día se hace más difícil la vida, siendo insuficiente el trabajo y la inteligencia, cada momento es mayor la urgencia de la solución del problema y cada día más apremiante la necesidad de encontrarla y aplicarla.

Son, pues, dos cosas diferentes la cuestión agrícola y el problema agrario, la primera es una mera cuestión industrial que sólo afecta al productor y el segundo es el problema esencial Y fundamental del Estado, que nos afecta a todos.

Las soluciones de la primera son fáciles y están al alcance de todos los agricultores; pudieran concretarse en sólo tres palabras: vencer la rutina, y a ello contribuyen eficazmente el Estado con sus granjas escuelas de agricultura, sus campos de experiencias, sus escuelas de peritos y sus estaciones especiales, la iniciativa particular con sus vendedores de abonos; y maquinaria agrícola y los mismos productores con el ejemplo de los grandes éxitos obtenidos en estos últimos tiempos por aquellos que quisieron vencer la rutina, estudiaron y aprendieron y mejoraron sus cultivos y producciones; no es, pues, un problema que resolver; es un problema resuelto, cuya solución constituye la industria en todas sus manifestaciones.

El verdadero problema, cuya solución aún no se posee, es el agrario, y de él nos ocuparemos en articulo aparte.

José D. Ruiz de Quijano.



La educación de los anormales

De gran interés es en nuestros días la educación de los sujetos anormales, degenerados o atrasados, nombres con que se designa a los individuos que, por causas especiales, no pueden seguir la misma ruta que los demás.

Las causas de esta degeneración humana, son harto conocidas. La primera es sin duda el alcoholismo de los padrés; en segundo término, el medio moral que se desarrollan, la acción nefasta del padre o do la madre o de ambos juntamente; el estado de nerviosidad de los mismos, y, por último, los gérmenes que se depositan en les niños por virtud de la herencia, que hacen que se desvíen poco a poco, hasta convertirse do un atrasado pedagógico en un atrasado morboso.

Para remediar en lo posible estos defectos fisiológicos que atacan a los niños, los filántropos y pedagogos han creído conveniente reclamar para estos seres desgraciados una educación especial. Se han dividido —según Maguan— en idiotas, imbéciles, débiles de espíritu y degenerados simples o inferiores.

Un ilustre pedagogo español hace otra división. Los distingue en anormales médicos, en anormales pedagógicos y anormales físicos.

Los primeros, que comprenden los ciegos, sordomudos, alienados, epilépticos histéricos idiotas cretinos, imbéciles etc…, sufren de un vicio nervioso o mental; los segundos, que son los anormales atenuados y los inestables o nerviosos, carecen de equilibrio mental y se dedican a molestar a los maestros, estancandose en las clases, introduciendo en ellas, el desorden y poniendo trabas a la marcha general do sus condiscípulos y los últimos,los anormales físicos, que comprenden los lisiados y estropeados que, por desgracia, tanto abundan.

Hasta hace pocos años, no se hicieron ensayos en pro de los anormales Primero se colocaron en clases inferiores a los demás, sin obtener resultado. Más tarde se limitaban a dar clases especiales de escritura y lectura y reglas elementales de aritmética, no alcanzándose tampoco ningún fin práctico y entonces fué cuando se pensó en crear escuelas especiales en donde recibirían una enseñanza arreglada al grado de inteligencia de cada uno.

Las primeras escuelas de este género fueron establecidas en Dresde en 1887. Después se crearon otras en Inglaterra y en Francia, con magnífico resultado. pues de 90 clases de atrasados, 75 por 100 de los alumnos llegaron a alcanzar el terreno perdido y a tomar su puesto en los cursos ordinarios.

En 1897, el Consejo de Bruselas creó una Escuela especial para la enseñanza de los «niños atrasados», a los que dividían en dos grandes grupos: el de Íos pasivos y el de los indisciplinados.

Eran admitidos a los seis años de edad y desde entonces se les daba una enseñanza apropiada a las condiciones higiénicas y pedagógicas en que se encontraban.

Se adoptaban los mejores métodos referentes a la higiene y a la educación y se usaban medios para hacer despertar al niño los sentidos y el mecanismo psíquico rudimentario.

Los resultados quo se obtenían en esta escuela oran verdaderamente extraordinarios, pues se dió el caso de que 83 por 100 de los alumnos imbéciles o idiotas al entrar en la escuela, aprendieron en ella útiles oficios que les sirvieron al satir de ella, para poder subvenir a su subsistencia.

En nuestro suelo, en el que abunda mucho esta clases de seres, es en donde se ha prestado menos atención a la educación de los mismos.

Los maestros han puesto y ponen do su parte todo cuanto pueden, pero su apoyo es ineficaz, pues la labor realmente hermosa de estos es vencida por la carencia de amor a la enseñanza, por la falta de escuelas especiales y por la escasez de higiene y salubridad que reina en esas ridículas y asquerosas mazmorras que por sarcasmo se llaman en España «escuelas».

José del Castillo Plasencia

Córdoba y la Agricultura

Reproducimos en la portada de este primer número de CÓRDOBA, el cuadro admirable pintado por Julio Romero de Torres para la última feria de la Salud. Pensador, poeta y pintor, Romero de Torres ha compuesto la visión admirable y precisa del momento actual de Córdoba.

Clara y sencillamente expuesta esa es Córdoba y esta verdad gráfica que entra al alma por los ojos, fue llevada a diversos puntos de España por el cuadro del joven maestro. Sólo para ver y conocer esa Córdoba, ya vale la pena de que vengan los forasteros a quienes les gusten las impresiones que elevan él espíritu. Así se idealiza la realidad, como en ese cuadro se ha hecho.

En tal forma deben tratar los artistas la verdad exponiéndola de esa exquisita manera.

Ese panorama de Córdoba, que llena el fondo del cuadro, más que una realidad material, es una realidad espiritual.

En el crepúsculo que envuelve la histórica ciudad, en la declinación de excelsas glorias que concedieran a Córdoba el dictado de Atenas de Occidente, queda, hecha con las sombras inquebrantables del pasado, una silueta encantadora, en la que se destaca la incomparable Mezquita Catedral.

Romero de Torres ha tomado esta vista desde el simbólico Campo de la Verdad, bellos nombres de Córdoba, con tan singular acierto, que la hoz del río queda recogida como una laguna, en cuyas aguas se reproduce la silueta de la ciudad evocadora, que así adquiere un aspecto veneciano, para que la sugestión del pasado tenga mayor poder de melancolía.

También ante ella sale del corazón a los labios la delicada copla popular:

Entre Córdoba y Lucena — hay una laguna clara…

En primer término, una mujer, morena como una mora; mujer hecha y granada, como en andaluz se dice, representa a Córdoba.

Y esta mujer que igual puede ser una fina campiñesa que una lozana serreña requiere con agrado y gracia maternales, con el alma buena asomada a la cara bella y cariñosa como las de tantas y tantas madres de nuestra tierra, a una mozuela preciosa, rubita como los trigos, pura y serena como el campo nuestro.

Esta nena es la Agricultura y aquella madre Córdoba, que en el momento actual requiere el concurso de su hija predilecta, siempre buena y que ahora, en este crepúsculo, parece más bonita que una aurora.

La madre ostenta un sencillo y valioso traje, de carácter antiguo, adornado con una blanca mantilla de encajes y la hija viste modestamente, como una mujercita del campo.

Ese es el momento actual de Córdoba, según la exacta y admirable interpretación, el poema pictórico, del joven maestro, pensador, poeta y pintor Julio Romero de Torres.

Al reproducir en esta revista el admirable cuadro de Julio Romero de Torres, se le ha hecho una modificación: la de colocar en el pretil en que se hallan las dos hermosas figuras un evocador sello de Córdoba, aquel en que la Mezquita incomparbale se destaca a plena belleza, sin más adorno que su propia hermosura y el de unas esbeltas palmeras.

Es decir que está –en este primoroso dibujo del joven artista cordobés, Fernández Márquez —como se desea que vuelva a hallarse según el proyecto ya patrocinado por nuestro Municipio, del ilustre publicista andaluz D. Alejandro Guichot y Sierra, cuya iniciativa ha sido secundada por el ilustrado teniente de alcalde señor Lema Pérez y otros cordobesistas entusiastas.

Redacción



¡Juventud, divino tesoro!

— ¿Está esto claro?— me acababa de preguntar por dos veces el amigo Pedro Moro.

Estamos en el café y, mientras el consecuente Torres nos sirve, Pedro Moro continúa su amena charla.

— Será una revista puramente cordobesa. En ella hablaremos de todo lo que se relacione con el bien, la cultura y el progreso de esta ciudad…

— Perdone Vd , amigo Moro, le interrumpí. Huelga decir que sus famosas campañas en favor de los gusanos de seda, los azulejos, los pajaritos y los jardines continuarán con más insistencia que antes.

— Por descontado, contestó Con respecto á los jardines, seremos incansables. Creo que llegaremos a conseguir que los chicos saluden a las flores… Así ha de ser la verdadera Andalucía: con muchos jardines y muchos bancos de azulejos…

— En esto estoy completamente identificado con usted. Unicamente existe la contrariedad de que para esa Andalucía que Vd. piensa, y que debía de ser, hace falta primeramente educar a los hombres del mañana, a esos que so llevan las flores, se las comen, no respetan a las señoras en la calle y se ríen del señorito que lleva sombrero de paja.

— Precisamente por estos desgraciados hay que empezar a hacer Patria Los jardines son respetados en todo el mundo. Recuerde Vd. buen, amigo Frasquito, nuestro viaje a Portugal. Deberes informativos nos llevaron a la capital de la nación vecina. La revolución estaba en todo su apogeo. La sangre corría por las calles de Lisboa El ejército hallábase dividido en aquellos momentos peligrosos. La artillería ponía freno a los rebeldes. Todo era un completo desorden. No se respetaba nada, ni a nadie. Únicamente se consideraba como tierra neutral aquella en que estaban plantados los jardines…

— Usted, sin duda, está algo desmemoriado, advertí con alguna cortedad. Durante nuestra estancia en la capital de Portugal, hubo un día, quizá el decisivo, en que, atendiendo sus indicaciones, nos ocultamos en los jardines del Rey Manuel, por temor a la algarada, y no faltó nada para que la metralla nos barriese… Son detalles que jamás se olvidan, por muchas flores que haya de por medio. Era tierra neutral, como usted decía, pero las balas llegaban hasta allí, no obstante repetir usted que los árboles serían respetados por todos, solo por haberles enseñado en las ascuelas y desde pequeños a aprender la inscripción que obstentaha la mayoría de ellos y que decía: Al pasajero:

«Tú que pasas y levantas contra mí tu brazo, antes de que me hagas daño, óyeme bien: Yo soy el calor de tu hogar en las frías noches de invierno, sombra amiga que encuentras cuando caminas bajo el sol de Agosto y mis frutos son la frescura apetecible que te sacia la sed en los caminos. Yo soy la armazón amiga en tu casa, la tabla de tu mesa, la cama en que tú descansas y la madera de tu barco.. Yo soy el mango de tu azada, la puerta, de tu morada, la madera de tu cuna y la envoltura de tu ataúd. Soy el pan de la bondad y la flor de la belleza. Tú, que pasas; óyeme bien y… no me hagas daño».

— Sencillamente, —interrumpió Pedro Moro— es eso lo que hemos de procurar en Córdoba, que todos respeten a los árboles, a los pájaros y a las flores… piense usted un momento en la verdadera Córdoba; esa que cantan los poetas y que aún muchos soñamos todavía. Los jardines del Alcázar, el jardín de la Catedral, el Patio de los Naranjos, la calle de la Judería…

— Basta, diligente Cordobita. Desdo hoy le prometo un artículo de floricultura, para su revista, en la inteligencia de que me ha de proponer para jardinero sin sable .

Ignacio Quesada


Apóstrofe

Avaro, miserable,
que sobre el oro dejas la existencia
¿cómo recibirás en tu conciencia
a la muerte implacable?

Hombre que por la vida
pasas como una sombra pavorosa
¿despertará en el frío de la fosa
tu caridad dormida?

Espíritu mezquino
que no lloras de amor ni de alegría,
tu alma, que de cariño está vacía,
no sabe que en el polvo del camino
hay pesar y consuelo,
hay sonrisas del cielo,
y juventud gloriosa
que sabe dar amor por ser dichosa.

Avaro miserable,
si la muerte implacable
te sorprende y te hiere
oro tu cuerpo ya ¿para qué quieres?

No oíste, desdichado,
que el Redentor del mundo te ha salvado
para que en un alarde de bondad
anuncies su generosidad?

El lo dió todo; daba
su palabra de paz, y la caricia;
dió perdón, su caudal, y la de!icia
de vivir, floreció cuando cruzaba…

Avaro, peregrino,
todo esterilidad será tu sino;
eres corno un dolor de carne y lodo;
y en nombre de Jesús el Galileo,
condenado serás, por el deseo
¡de no dar izada, y de tenerlo todo!

Avaro, miserable,
que sobre el oro dejas la existencia
¿cómo recibirás en tu conciencia
a la muerte implacable?

Hombre que por la vida
pasas como una sombra pavorosa
¿despertará en el frío de la fosa
tu caridad dormida?

Espíritu mezquino
que no lloras de amor ni de alegría,
tu alma, que de cariño está vacía,
no sabe que en el polvo del camino
hay pesar y consuelo,
hay sonrisas del cielo,
y juventud gloriosa
que sabe dar amor por ser dichosa.

Avaro miserable,
si la muerte implacable
te sorprende y te hiere
oro tu cuerpo ya ¿para qué quieres?

No oíste, desdichado,
que el Redentor del mundo te ha salvado
para que en un alarde de bondad
anuncies su generosidad?

El lo dió todo; daba
su palabra de paz, y la caricia;
dió perdón, su caudal, y la de!icia
de vivir, floreció cuando cruzaba…

Avaro, peregrino,
todo esterilidad será tu sino;
eres corno un dolor de carne y lodo;
y en nombre de Jesús el Galileo,
condenado serás, por el deseo
¡de no dar izada, y de tenerlo todo!

Eduardo Baro


A mi lira

(Horacio Oda XXXII, Lib. I.)

Más cantos, lira mia, te piden y quisiera
ya que te alegré, muy niño, las selvas con tus sones
hoy en latinos metros lanzar nuevas canciones
que en mi pais viviesen un año o dos siquiera.

Tus cuerdas recibieron la inspiración primera
de aquel hijo de Lesbos que en bélicas acciones,
o al conducir, luchando con rudos aquilones,
su nave al puerto, alzaba su voz sensible o fiera,

Y a Baco y a las Musas y a Venus y a Cupido,
que le acompaña siempre, cantó de amor henchido,
y a Lico el de cabellos tan negros cual sus ojos.

Oh lira; honor de Apolo, que alegras los festines
de Júpiter y al hombre disipas los enojos;
ven, y ojalá a pulsarte con gloria me destines!

G. Belmonte Müller