Etiqueta el Sábado 19 de Agosto de 1916

Una diablura

¡Pobre golondrina
la de tierno canto,
la de negras alas
que a Jesús besaron!

De africanas tierras
vino al suelo hispano
y en su incierto giro
visitó palacios,
viejos caserones
de moriscos arcos
y casitas blancas
de pintados patios.

Escogió aquel mío
para ornamentarlo
con la arquitectura
de su nido amado,
donde a tres hijitos,
sin tener descanso,
les llevaba insectos
del poblado espacio.

De un travieso niño
la inconsciente mano
le arrojó unos plomos
y la hirió el malvado.

La llevé hasta el nido
de dolor llorando,
y observé con pena
que se desplegaron
sus heridas alas
para cobijarlo.

Los hambrientos pollos
de pedir cesaron
y los tres murieron,
y se fue acabando
la preciosa vida
que cortó un muchacho
de perverso instinto,
de traidora mano.

Los ruinosos muros
de mi humilde patio,
¡qué alegres estaban!
¡qué tristes quedaron!

¡Pobre golondrina,
la de tierno canto,
la de negras alas
que a Jesús besaron!

Jesús Rodríguez Redondo



Manos a la obra

Obedece la publicación de esta revista al propósito de tratar limpiamente de las cosas y claro es que sin deliberada molestia para las personas. Ni que decir tiene que hablaremos en correcto cordobés observando la cortesía ingénita, la natural moderación que constituye el tono dominante de las conversaciones de la ciudad. Tendremos muy en cuenta, porque del alma nos sale realmente, que el sentimiento fundamental de Córdoba es la amistad, que no en vano nuestra población ha disfrutado do los esplendores de dos civilizaciones imperecederas — la romana y la árabe — cuyo polvo flota aún en el ambiente, abrillantado por el radioso sol de Andalucía.

Muy cortésmente, por tanto, incluso en términos del mayor afecto siempre que venga a cuento consignaremos nuestro juicio sincero y nuestra serena protesta, advirtiendo que no hemos de arremeter a ciegas contra nada, sino que hemos de ocuparnos en mirar desapasionadamente el problema de España a través de Córdoba, con ánimo de quo cambien aquí, usando con la mayor eficacia posible de la libertad do imprenta, se pueda tratar de todas aquellas cuestiones que, más que locales o provinciales, son nacionales, como la de la tierra, en cuanto a parcelamiento y cultivo; el analfabetismo la falta de higiene, el alcoholismo, el encarecimiento de la vida, la insuficiencia de los jornales; etcétera, etcétera.

Nuestra buena voluntad nos mueve a fundar este papel impreso para que también en este. olvidado rincón de España se consigne un voto en contra de la desoladora situación de nuestro país, para que tambien en Córdoba hallen eco las campañas generosas, realizadas por puro patriotismo, por quienes reconocen y señalan el mal, considerando que esta es la única manera de corregirlo; por quienes – como Dionisio Pérez, Cristóbal de Castro, Blas Infante, Alejandro Guichot y otros valiosos publicistas andaluces de Madrid, Sevilla, Granada —protestan contra los latifundios, el absentismo y el regocijado y falso panderetismo de que nuestra región ha venido siendo víctima, como si tuviera gracia que se viniera sufriendo pacientemente tantos y tan hondos males como afligen a nuestro pueblo. Hemos de advertir — cuidado con ello — que no pretendemos incorporarnos a ningún movimiento revolucionario, porque no se puede caer en ello cuando precisamente está de moda el paso a la derecha, con todas las armas que la oratoria concede. Ya hasta los izquierdistas más sinceros saben que la revolución solo la produciría la vuelta de Maura… en el momento preciso en que se atreviese otra vez con las corridas de toros o las casas de escándalo.

Nuestro pueblo está más que habituado a la muerte, para que puedan moverle con facilidad algunos impulsos sueltos en busca de una vida mejor: sobro él, mal entre otros, estos datos horribles: 36 por 1.000 de mortalidad; 55 por 100 de analfabetismo: muerte del cuerpo y muerte del alma.

Para tratar de las variadas cuestiones que se encierran entre estos dos datos desoladores, mojaremos la pluma en mieles Si por acaso se escapase alguna gotita de hiel, esperamos que sabrán disculparnos con una frase harto conocida: no están en la realidad. Claro es que nosotros creemos estar en la realidad y sentirla, demostrándolo el hecho de protestar contra ella. Bien es verdad que con aquel dicho se quiere expresar otra cosa: la imposición del sometimiento de todos a la realidad, aunque por todos se sepa que la actual situación nos lleva derechamente y a grandes pasos al desastre final que tan reiteradamente se viene anunciando en el desierto espiritual de España.

Claramente se va viendo que este no es un semanario de estruendo y gracia. No aspiramos a que los lectores, revolcándose de risa por el suelo, digan mientras se sujetan las mandíbulas con las dos manos: ¡qué gracia tiene este tío! Nos bastará con que, hallando en estas letras do molde el eco de aquellas apreciaciones que correspondan al sentir general, piensen para su fuero interno: es verdad lo que dice este hombre. Considerarnos que aquí, como en otras partes, se puede decir la verdad; claro es que arrostrando aqui, como en otras partes, las naturales consecuencias y quizá para callarse por último si aquí, como en otras partes, tampoco hubiera una masa de opinión suficiente para imponerla como ella merece. En todas partes y claro es que al decir esto ya no hay ninguna relación con nuestro intento modestisimo, sino que nos referimos a las grandes empresas de empuje decidido, de intensa fuerza e ideal altísimo, de cumbre, siempre que la verdad ha sido sacada a la vergüenza pública se han cerrado puertas y ventanas, creyendo que, como a Lady Godiva, no se la debía causar el tormento de la general mirada. Cierto os que luego ha venido lo bueno, porque así que ha pasado, las gentes se echan en pos de ella, a buscarla ya como un ideal lejano.

Séanos perdonada esta breve divagación y consignemos, para terminar este saludo que a todos dirigimos al poner las manos en esta nuestra pequeña obra, que continuaremos o no nuestro cami-no —según el público diga— pero que nunca fluctuaremos en la elección del que hayamos de seguir, porque no pensamos rememorar el espíritu de Garibay.

Al saludar al público en general, también lo hacemos, y con todo afecto, a la Prensa de Córdoba: el Diario de Córdoba, El Defensor y el Diario Liberal, paladines inquebrantables de toda empresa noble y ejemplos vivos do publicaciones buenas hasta la exageración, si en ser buenos cupiese exageración.

En fin, ya está demostrado que nos disponemos a servir a nuestro amigo y señor el público un plato fuerte — con mostaza, pimienta, clavo, etcétera — sino una sopa de letras hecha con el mejor deseo del mundo. Los ciegos; lo han de ver.